España ha sido el cuarto destino más demandado del mundo durante estas vacaciones de Semana Santa, solamente por detrás de México, República Dominicana y Grecia. Tiene 8000 kilómetros de costa, playas paradisíacas, un litoral plagado de pueblos que derrochan encanto y 15 ciudades Patrimonio de la Humanidad. Sobran los motivos para elegirnos. Una España que, sin embargo, ha sufrido durante décadas un proceso de deterioro arquitectónico del que no se libra ni una sola comunidad autónoma. Precisamente, Andrés Rubio, habla de ello en su libro ‘España fea: El caos urbano, el mayor fracaso de la democracia’.
“¿Por qué no ha habido ningún filtro? ¿Quién ha permitido esta conspiración contra el paisaje?”, se pregunta Rubio ante las aberraciones urbanísticas con las que nos toca vivir porque detrás de nuestra imagen de país hermoso está el lado oscuro.
“Hay un feísmo tremendo”, comenta una mujer que ve cómo un edificio atenta contra el paisaje. Otra lamenta que “es una pena porque el entorno geográfico es maravilloso”.
“La modernidad termina un poco comiéndose el patrimonio”, expresa una mujer al ver cómo los edificios tapan la catedral. Es un caos urbanístico. “Añado, quito, pongo… está todo horrible”, indica otra mujer.
La costa es una jungla de hormigón. “Han guardado poquito la estética: empezaron a construir pensando quizás más en el dinero…”, señala una mujer; mientras otra expresa: “Es una pena”. Son, en palabras de un hombre, “conglomerados de casas. No guarda ni la estética de la costa”.
Sobre el arquitecto estrella y su megaedificio sin ton ni son opinan que “aparte de feo, no tiene actividad ninguna”, “está puesto aquí de mala manera”, “a calzador y para llenar el bolsillo de alguno”.
“Detrás del edificio feo hay un agujero negro: la especulación, la codicia, la corrupción”, explica Andrés Rubio, junto a La Rana de la Fortuna, escultura que simboliza el 'kitsch' madrileño, en la esquina de la Castellana con la plaza de Colón. Son los muchos males que han hecho más feo nuestro territorio. Su libro, ‘España fea: El caos urbano, el mayor fracaso de la democracia’, es, precisamente, un triste recorrido por las postales menos turísticas fruto de haber priorizado el dinero frente a la belleza y la estética.