Se va Iglesias, vuelve el bipartidismo
Con la salida de Iglesias la derecha pierde un movilizador y Sánchez dormirá más tranquilo
Es curioso que los líderes de la nueva política, que venían a redimirnos de los pecados de la antigua, hayan abandonado antes de que les salieran canas
Iglesias siempre domina la escena política. El día del triunfo incontestable de Ayuso, le roba el protagonismo y anuncia que lo deja todo. Reconozco que para mí era incomprensible su salida del Gobierno rumbo a una batalla perdida en Madrid. O tal vez pensaba que era capaz de ganarla o simplemente decidió ir allí como Carlos I a Yuste. Era más lo segundo.
Iglesias se va, como dirían las abuelas “en la flor de la vida”, pero muy desgastado. Su figura es la peor valorada de la política española. Él ha contribuido en parte con sus formas en ocasiones agresivas en la crítica, aunque también ha sido quien más acoso ha sufrido. Nació aplaudiendo los escraches como “jarabe democrático”, pero se le volvió en contra y se lo hicieron en casa. Utilizó las televisiones como trampolín, pero terminó señalándolas a ellas y a sus periodistas. Cuestionó la plenitud de la democracia española desde la vicepresidencia del Gobierno mientras tenía que soportar críticas por no hacer nada ante el encarcelamiento de Hasel. Abrazó el derecho de autodeterminación, pero su partido se fue diluyendo en las comunidades históricas.
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Iglesias se ha ido convirtiendo en el diablo de la política española y su entrada en el Gobierno ha supuesto la mayor movilización para la derecha en mucho tiempo. Es nombrar al “coletas” y ponerse en fila de a uno miles de electores dispuestos a votar a quien haga falta para sacarlo de la escena. Además, ahora en su lado prefieren al partido de Errejón y antes que a él.
Así que lo deja. Abandona convencido de que las cosas estarán mejor en su ausencia. Sin él, la derecha pierde un movilizador. Sin él, Sanchez dormirá tranquilo. Pero sin él, su partido se va a diluir. Va camino de fuerza residual.
Es curioso que los líderes de la nueva política, que venían a redimirnos de los pecados de la antigua, hayan abandonado antes de que les salieran canas. Ciudadanos se está volatilizando y Podemos se difumina. Rivera e Iglesias son el pasado prematuro. Y en una España donde se vota más a personas que a partidos se quedan en disputa un desgastado Sánchez y un cuestionado Casado.
Los asesores de Sánchez tienen que anotar en su agenda que la figura del presidente ha sido un lastre en esta campaña. No puede pactar con ERC y Bildu y pensar que eso no le va a pasar factura en algunos territorios. Y uno de ellos es Madrid. Habrá que ver si le ocurre lo mismo en Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha o Comunidad Valenciana. Como diría Rajoy, “no es una cuestión menor”. El comodín de la corrupción ya no está en la partida y se abren paso otras variables. Por ejemplo, la libertad. Anoten esa palabra made in Miguel Ángel Rodríguez para Ayuso, que ayer recogió Casado como quien agarra el testigo en el último relevo. ¿Qué es la libertad? Lo contrario de lo que hace Sánchez. Pero Casado no transmite como Ayuso, ni como Almeida. El PP está viendo cómo triunfan sus lideres regionales (Ayuso, Moreno o Feijoo), pero no despega el solista.
PSOE Y PP sobreviven. Podemos y Ciudadanos rozaron el sorpasso pero no han aguantado. El bipartidismo goza de buena salud. Y los independentistas también. Es España.