La actualidad a veces tiene sus caprichos. El de ahora es el de girar en torno a dos hechos que no se han producido. Los dos se dan por inminentes, pero ambos están sin confirmar. Uno es el de los indultos a los presos del procés. El otro es la remodelación de Gobierno con la que Pedro Sánchez pretendería cerrar el curso y resetear la legislatura.
El runrún de la crisis crece por momentos. Sería no ya un cambio de piezas sueltas, como los que se ha visto obligado a hacer en los tres años que lleva en Moncloa (para suplir a Huerta, Montón, Illa o Iglesias), sino una crisis de cierto calado. Para pasar página: la pandemia, la tensión con Marruecos, los propios indultos o el desgaste en general, acelerado desde las elecciones del 4M en Madrid. Y para mirar al futuro: con inmunidad de rebaño, la economía reactivada, los millones de Europa y de nuevo en marcha el diálogo en Cataluña, ente otros factores que apuntalan la idea de empezar de cero. Con tiempo para preparar el próximo encuentro electoral, y desde suelo firme.
“La legislatura empieza ahora”, dijo Yolanda Díaz. Y ese es el escenario para el que se prepara el gabinete de Sánchez, con cambio de caras incluido. Moncloa no lo ha desmentido. Se ha limitado a decir –como los ministros preguntados sobre el asunto- que el presidente está a “otras cosas”, y a recordar que lo de formar y mover al equipo es prerrogativa suya en exclusiva y que lo anunciará “en el tiempo y forma que determine”. Cualquier otra respuesta hubiera sido novedad.
El factor sorpresa es un valor añadido en los movimientos de este tipo que lo que pretenden es, precisamente y entre otras cosas, dar un giro de guion y retomar la iniciativa. “Vamos a dejar de hablar unos días de los indultos para hablar de una crisis de Gobierno. Cambiamos de conversación”, apunta Nacho Corredor, analista político. Sus palabras hablan no solo de lo que se da por descontado, tomar la iniciativa y gestionar el timing, sugieren además un elemento añadido que puede estar manejando el Gobierno al poner en circulación que la crisis está al caer. Distraer la atención de un caso incómodo.
Antón Losada, politólogo, no duda de que habrá remodelación –“la va a haber seguro”- pero no ve tan claro si será “antes del verano o después”. Su criterio es que se trata de una crisis oportuna porque “a este Gobierno le ha pasado lo peor que le puede pasar en una democracia actual: perder el control de la agenda. Que es lo que marca la diferencia entre estar en el gobierno o en la oposición, el principal recurso competitivo”.
Losada, que es además profesor y tertuliano, cree que el Ejecutivo de Sánchez “lleva un tiempo en el que ha perdido el control, por dos motivos esenciales: no haber sabido interpretar los resultados de Madrid y haber gestionado mal la nueva fase de la pandemia. “Lo que es una buena noticia se convirtió en un problema”, dice con respecto al último choque de Sanidad con las comunidades por las últimas recomendaciones sanitarias y, en general, al vaivén del Gobierno, reteniendo y cediendo el control de la gestión. “Los demás también juegan”, advierte en referencia a los presidentes autonómicos, “y la agenda de la pandemia se la ha marcado el Gobierno de Ayuso. Ha perdido la iniciativa”.
Continuando con su análisis, Losada añade que el anuncio de los indultos le ha permitido a Sánchez retomar cierto control del escenario –“ha obligado a la derecha a ir a la contra”- y, a su juicio, eso requiere ahora asentarse con una remodelación.
Las crisis de Gobierno son un recurso clásico de todos los presidentes que han querido marcar un antes y un después en el curso de su tiempo de mandato. Una especie de botón nuclear, un borrón y cuenta nueva.
Felipe González, que apenas tocó una vez el gabinete en sus dos primeras legislaturas, en las dos siguientes hizo 5 y 4 cambios, respectivamente. La cantidad refleja el aumento de las complicaciones a las que se fue enfrentando. Algunos de esos cambios fueron de tanto calado como cuando en la cuarta legislatura, en enero de 1991, provocó la crisis para prescindir de Alfonso Guerra como vicepresidente. Esa vez solo movió una ficha, pero fue de las que hacen época.
Algo parecido pasó cuando, en plena crisis, Zapatero prescindió de Pedro Solbes en Economía para ponerla en manos de Elena Salgado. Más que un cambio fue un golpe de timón. Zapatero no coincidía con las recetas del ministro saliente. Rajoy, fiel al adjetivo de inmovilista que le acompaña de siempre, fue poco dado a provocar crisis. Las que acometió apenas se limitaron al relevo de un ministro puntual.
Aznar, por el contrario, tuvo hasta nueve gabinetes distintos en sus dos mandatos. Más de una vez fueron remodelaciones amplias que hicieron famoso su “cuaderno azul”. También la coartada “oficial” era la de “recuperar la iniciativa”. Una de las remodelaciones de más calado que abordó, en julio de 2002, la encuadró en una estrategia electoral. Coincidió con la designación de Alberto Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre como candidatos a la alcaldía y la presidencia de la Comunidad de Madrid. Todo cuenta.
Antón Losada recurre al fútbol para explicar el sentido de estos movimientos: “Son como la sustituciones en fútbol. Para corregir el juego y que la afición entienda que haces algo. Es mandar el mensaje que has entendido y que ve que te das cuenta de que las cosas no van”.
En el caso de ahora, a Sánchez, en efecto, no le carburan las encuestas. Hay algo que no va. Y, además, viene de un periodo en el que no se ha podido dedicar a otra cosa que la pandemia, con el deterioro que ello ha supuesto para su equipo.
“La legislatura de facto empieza ahora”, afirma Nacho Corredor coincidiendo con lo que dijo Yolanda Díaz. Pero, eso sí, el analista añade: “Tiene sentido el cambio de miembros del Gobierno si va acompañado de una nueva política de comunicación, con más presencia de ministros, una nueva relación entre los partidos de la coalición y dedicar energía a cumplir un programa por cuyo cumplimiento será juzgado”.
Esto es, el reseteo y el paso a la siguiente pantalla que parece buscar Sánchez con su nuevo calendario: indultos… crisis. La hipótesis que circula es que ambas cosas se precipiten antes de agosto. Una estrategia desaconsejable para Antón Losada: “Yo no lo haría ahora. Daría el indulto, me iría de vacaciones... Y curso nuevo, gobierno nuevo”.
A juicio de este analista se trata de buscar “el momento”. Lo argumenta así: “Las ventanas de oportunidad no están siempre abiertas. Si abres esa ventana antes del verano, durante el verano se perdería ese momento. Cuando volvamos en septiembre ya nos parecen viejos”.
Los indicios de que la crisis está a la vuelta de la esquina han venido acompañados de las primeras listas de afectados: González Laya (Exteriores), Garzón (Consumo), Castells (Universidades), Marlaska (Interior), Celáa (Educación), Robles (Defensa), Rodríguez Uribes (Cultura), Escrivá (Seguridad Social), Calviño (Vicepresidencia Segunda).
La relación es larga. Incluso en algunas se apunta a la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, cuya suerte puede marcar la verdadera envergadura del cambio. Si es el principio de una nueva etapa, con una figura nueva y fuerte que contrapese y complemente el peso de Sánchez, o un simple canje de peones. “Un restyling con celebritys que haga del experimento una simple burbuja”, apunta Losada.
A juicio del politólogo, el Gobierno necesita “ganar pulso” tras la salida de Iglesias. Y contar con “personajes” que complementen al presidente y le permitan aparecer solo para las cosas importantes. ¿A lo Macron? “Sí, a lo Macron”.
Losada ve complicado pronosticar el impacto de una crisis de Gobierno. Más aún de una que no se ha acometido y sin conocer su profundidad. Aun y todo, se atreve a afirmar como un hecho: “Abre una ventana de oportunidad para recuperar la iniciativa. De primeras siempre se consigue, otra cosa es lo que dura”.