Los veteranos de la vida parlamentaria saben que las votaciones las carga el diablo, y más si son telemáticas, algo confirmado esta tarde en los frenéticos momentos en que la reforma laboral ha estado derogada y luego convalidada, aunque haya sido de rebote, por un voto erróneo o anómalo de un diputado del PP.
El caso es que una de las conclusiones extraídas de la votación de infarto vivida hoy en el pleno del Congreso es que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conserva esa "baraka" o suerte bendita que tanto anhelan los líderes políticos, porque ha sacado adelante la reforma laboral, claro que sí, pero gracias a una carambola.
Los rostros del propio Sánchez, de las vicepresidentas Nadia Calviño y Yolanda Díaz cuando la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, ha anunciado que el decreto había sido derogado, eran una mezcla de estupefacción, incredulidad y asombro.
Se equivocaba Batet al sumar erróneamente los votos presenciales y telemáticos, pero hasta que se ha percatado de ello los diputados de la derecha han saltado como saltamontes para aplaudir, felices, con fuerza; hasta alguno se ha hecho un "selfie" victorioso.
Tanta euforia del ala derecha del hemiciclo ha quedado en nada cuando Batet les ha anunciado que los servicios de la Cámara le comunicaban que el decreto había quedado convalidado. Ahora saltaban los del ala izquierda, gritaban y enjugaban su sudor ya frío con aplausos si cabe más fuertes.
Sánchez, Calviño y Díaz han olvidado la pandemia y han estrechado sus manos con alivio para celebrar que habían ganado el partido, mientras la izquierda del enmascarado hemiciclo lo festejaba a lo grande, recuperando el "sí se puede" de Podemos que acompañó al presidente cuando ganó la moción de censura a Mariano Rajoy.
Todavía no sabían que el gol había sido en propia meta.
Momentos después los dos diputados de UPN cuyo voto a favor resultaba imprescindible para convalidar el decreto anunciaban que, frente a las órdenes de su partido, habían votado en contra. Así que no salían las cuentas. El decreto debía haber sido derogado.
Los periodistas que asistían atónitos a la equivocación de Batet y su posterior aclaración hacían sumas de votos a favor y en contra, hasta concluir que alguien tenía que haberse equivocado.
Algo difícil de comprobar a priori puesto que en el panel luminoso con los resultados solo aparecen los votos emitidos presencialmente y no los telemáticos.
Al final, el rumor de que un diputado del PP se había confundido fue tomando cuerpo en el muy revuelto pasillo y patio del Congreso, donde todo eran especulaciones. Y asombro, porque todo el mundo, incluido el Gobierno, daba por hecho que, pese a su enfado, los dos de UPN iban a respetar las instrucciones de su partido.
Algo que no hicieron.
La atropellada investigación de pasillos fue dando sus frutos y al final salió el nombre del supuesto responsable, el diputado del PP Alberto Casero, que votó telemáticamente "sí" en vez de "no", como el resto del grupo popular.
Pero tampoco esto estaba claro, porque desde el PP se informó de que en realidad no había sido un error personal, sino una anomalía informática comunicada a los servicios de la Cámara sin que se subsanara a tiempo, dejando así servida la polémica sobre si la culpa ha sido o no del sistema de votación y no del diputado.
La portavoz del grupo, Cuca Gamarra, pidió que se repitiera la votación, porque el diputado aseguraba que él votó "no" y al pedir el certificado de votación le apareció un "sí" que salvaba la reforma laboral y confirmaba la grandísima buena suerte de Pedro Sánchez.
El patio era ya para entonces un hervidero apasionado donde unos diputados blandían sospechas de pucherazo, indignados porque no se hubiera permitido a Casero volver a votar y otros afirmaban que la culpa tenía que ser suya y solo suya.
Es más, el portavoz de Cs, Edmundo Bal, se encaró con algunos del PP para desmentirles, porque decían que alguna vez se había permitido corregir una votación telemática; recordaba Bal que en una ocasión la diputada naranja Sara Giménez se confundió y no logró repetir el voto.
En el Congreso Fest, para votar telemáticamente es preciso que el diputado se identifique de forma segura, indique su voto en un primer paso, y lo confirme por segunda vez; luego puede pedir su certificado.
El caso es que, informático o no, el error ha permitido a Pedro Sánchez salir del festival parlamentario sonriendo bajo su mascarilla después de declarar que la aprobación del decreto fue una victoria "de toda España".