Yolanda es una de tantas hijas que están preocupadas por la salud de sus padres, que tienen una edad muy avanzada. Hoy hemos sabido que casi 400 ancianos han muerto en las residencias tras infectarse de COVID 19 y otros 1600 siguen padeciendo la enfermedad. En personas mayores, el virus tiene una letalidad muy alta y rápida, pues hay quienes han enfermado gravemente y muerto en menos de 24 horas.
Por eso, Ana Mari Pinillos, de 86 años, y su marido, Javier Azanza, de 90, que ya estaba delicado de salud antes de que comenzara esta crisis sanitaria, no pisan las calles de Estella para nada. Los dos, aunque les cuesta porque echan de menos a sus familiares, han entendido que tiene que ser así: "Sabemos que somos muy mayores y que no podemos salir de casa, por eso aquí estoy con mi marido, bien y con paciencia. Me da tanta pena lo que está pasando que con tal de que se solucione no me importa sacrificarme. Si pudiera hacer algo para ayudar, lo haría”, ha dicho Ana Mari al Diario de Navarra.
Así, Ana Mari recibe, a través de una cesta y una cuerda (una polea improvisada de toda la vida), el pan y los alimentos frescos, de carne o pescado, que necesita cada día. Su hija se lo lleva y, durante ese rato aprovecha para hablar con ella desde la calle, ya que al ser un piso de baja altura, es posible la comunicación. Ana Mari también aprovecha la baja de la cesta para darle a su hija la basura o cualquier otra necesidad que tenga.