3.671 personas se quitaron la vida en España en 2019. El Instituto Nacional de Estadística (INE) ofrece esos datos --2.771 hombres y 900 mujeres--, "siendo el suicidio ya la primera causa de muerte no natural en España. Aún no hay datos definitivos del 2020, aunque sí se sabe que entre los meses de enero y mayo (coincidiendo con el confinamiento) el suicidio se mantuvo como la primera causa de muerte no natural, con 1.343 fallecimientos, un 8,8 % menos que en el mismo periodo del año anterior.
Pese a que esos primeros datos no lo indican, los expertos temen que el cómputo de muertes por esta causa crezca. “La pandemia ha aumentado los factores de riesgo asociados con el suicidio, que van desde crisis económicas, incertidumbre, problemas de acceso a la atención médica…”, explica a EFE el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, Celso Arango, que subraya no obstante que en estos momentos no hay evidencia de un incremento global en el número de suicidios desde la pandemia.
Con ser esto relevante y grave, la cifra que se ha disparado sobremanera durante la pandemia de coronavirus, una tendencia especialmente alarmante entre los jóvenes de 15 a 29 años con un aumento del 250 por ciento de los intentos de suicidio en este período y rango de edad", ha advertido Carmen Barceló, psicóloga clínica del Hospital Quirónsalud Málaga.
Sí hay evidencia de que en este segmento de la población han aumentado las hospitalizaciones por ideaciones suicidas y expertos del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid apuntan que crecieron en un 250 % las consultas sobre suicidio en el colectivo adolescente a causa de la pandemia. El suicidio es la principal causa de muerte no natural entre jóvenes de 15 a 29 años. “El adolescente magnifica las cosas, es incapaz de proyectarse ante el futuro: piensa que o todo va a ir muy bien o todo va a ir muy mal. Los sentimientos de desesperanza de que las cosas nunca van a volver a ser como antes, el estar encerrado y no poder estar con el novio o la novia o los amigos y el futuro incierto han tenido que ver con los cuadros de ideación suicida”, indica Celso Arango.
Los especialistas relacionan el boom de los datos con el estallido del coronavirus y sus consecuencias, sobre todo entre adolescentes, "debido a que han visto muy limitadas herramientas de socialización fundamentales para su desarrollo". En España se produce una media de diez suicidios diarios; uno cada dos horas y media. El Observatorio del Suicidio en España apunta que las muertes por suicidio duplican ya las de los accidentes de tráfico, multiplican por 13 los homicidios y por 67 la violencia de género.
Juan José Carballo Belloso, psiquiatra del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, añade que en este tiempo los adolescentes han visto limitada su capacidad de tomar decisiones, han estado en casa cerrados con muchos límites a la interacción con otras personas, lo que se añade a situaciones previas que podían tener ya estos niños en sus hogares y a las presiones económicas y sociales que han podido vivir los padres.
“La señal de alerta más grande en los adolescentes es cuando ven la muerte como la única salida posible. Hay que atenderlo porque no es una llamada de atención”, añade este doctor.
La pandemia ha aumentado los factores de riesgo asociados al suicidio, especialmente en los adolescentes, y ha dejado al descubierto las graves carencias de la atención a la salud mental en España, que destina a esta cuestión un 5 % del presupuesto sanitario global frente al 7 % de media europea.
Ante cifras tan alarmantes, la prevención es la mejor baza. La OMS conmemora el Día Internacional para la Prevención del Suicidio el 10 de septiembre, bajo el lema 'Crear esperanza a través de la acción' y apuntando que "el 30 por ciento de los suicidios se podrían evitar". En este sentido, en la mayoría de los casos, según Barceló, se pueden identificar señales de alarma, que nos sirven como indicadores que debemos conocer para poder prevenir e intervenir.
"Es erróneo determinar que la mayoría de las personas que se suicidan quiere morir. La mayor parte de las personas con conductas suicidas lo que desean es liberarse definitivamente de su situación de crisis, hablan de la desesperación asociada a ese momento vital de crisis. Lo que no quieren es vivir de la manera en que lo están haciendo; si la situación de vida cambia, probablemente su deseo de muerte también lo haga. Por ello, es fundamental detectar esas crisis para buscarles solución".
De hecho, la psicóloga de la Unidad de Terapia, Rehabilitación y Psicología de Quirónsalud Málaga, "se estima que el 75 por ciento de las personas que han consumado el suicidio hicieron alguna advertencia previa. Estas advertencias deben entenderse como peticiones de ayuda y se recomienda explorar, preguntar e indagar sobre el significado de esas expresiones".
Otro falso mito que lleva a resultados fatales es creer que hablar del suicidio incita a hacerlo, han señalado desde Quironsalud en un comunicado. La experta recomienda, por el contrario, ofrecer razonamientos positivos y favorables a la vida, facilitar una visión alternativa de la situación, ofrecer apoyo y posibles soluciones a las dificultades que describe, escuchar con ecuanimidad, así como dar la atención y el espacio que la persona necesita para expresarse.
Entre las señales ante las que se debe prestar especial atención, la psicóloga Carmen Barceló advierte algunas verbales, como "comentarios negativos sobre uno mismo o su propia vida, así como verbalizaciones relacionadas con el acto suicida o la muerte, tales como la vida es un asco, estaríais mejor sin mí, quiero desaparecer, no merece la pena seguir viviendo...".
Por otro lado, también aconseja estar pendientes de señales no verbales, como cambios repentinos de conducta: aumento de irritabilidad, aumento de consumo de alcohol, mucha calma o tranquilidad repentina o regalar objetos muy personales o cerrar ciertos asuntos sin motivo.
Entre los factores que suelen estar detrás de conductas suicidas, se puede destacar la presencia de una enfermedad mental, como depresión, bipolaridad, alcoholismo o abuso de sustancias, esquizofrenia o problemas en la conducta alimentaria; una enfermedad crónica, como cáncer, SIDA, diabetes o esclerosis múltiple; o ciertos factores psicológicos, como angustia, desesperanza, impulsividad y agresividad.
De igual modo, entre los datos del Observatorio del Suicidio en España también se puede señalar que el riesgo de suicidio aumenta con la edad, sobre todo en varones, siendo las mayores tasas en varones con más de 79 años.
Con todo lo expuesto, también se hace obvia la necesidad de normalizar y desestigmatizar los trastornos mentales. Dar visibilidad a este tipo de situaciones ayuda a que personas que puedan estar viviendo algo similar o aquellas de su entorno puedan detectar y mitigar sus sentimientos de dolor, vergüenza o culpa y soliciten atención profesional. Frente a ello, pueden contactar con su centro de salud más cercano, con algún profesional de salud mental o incluso con alguna persona de confianza a la que pueda expresar el malestar que siente.
"Hoy en día, hay teléfonos con atención 24 horas que dan soporte emocional en momentos de crisis y ponen en marcha el llamado plan de seguridad que corresponda en cada caso, que puede beneficiar a la persona en cuestión. Igualmente --continúa explicando Carmen Barceló-- existen asociaciones especializadas en prevención e intervención con los que se puede contactar en el momento que lo deseen, tanto la persona en crisis como sus familiares y amigos, para que reciban información de cuál puede ser su actuación".
En España más de la mitad de las personas con trastorno mental que necesitan tratamiento no lo reciben y un porcentaje significativo no recibe el adecuado. No es un dato que extrañe si se tiene en cuenta que la proporción de psicólogos clínicos es de 6 por cada 100.000 habitantes actuales, frente a los 18 de media en la Unión Europea. Hay en España 9,6 psiquiatras por cada 100 000 habitantes, muy por detrás de países como Polonia, Finlandia y Bélgica con 24; 23 y 20 respectivamente.
“La respuesta es no -lamenta el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría-, pero no es que no lo esté por la pandemia, es que tampoco lo estaba antes. Lo que pasa es que la pandemia ha desnudado las carencias previas. La ratio de psiquiatras en este país es un 40 % inferior a la de la media europea, eso lo sabíamos antes, pero cuando las cosas van bien todo se nota menos. El gasto sanitario en salud mental es de un cinco por ciento del total frente al 7 % de media de la UE. España es un país en el que no se prioriza la salud mental”. Añade además que en España hay adolescentes que esperan un año entero para poder ingresar en un hospital de día y que hay comunidades autónomas en las que ni siquiera hay centros de día de salud mental especializados para adolescentes. “Es vergonzoso. Ahora la gente se ha dado cuenta de que tenemos un sistema sanitario que es muy débil”, añade Celso Arango.
En la misma línea, el psicólogo clínico Javier Jiménez, del Colegio de Psicología de Madrid, señala que el sistema cada vez está más privatizado y que durante el confinamiento se cerraron recursos y se dejó en casa a muchas personas que deberían estar ingresadas. Además, recuerda, no hay en España ningún número público dependiente del Ministerio de Sanidad o de las comunidades autónomas para la atención psicológica y la prevención del suicidio. El servicio, recuerda Javier Jiménez, está en manos de voluntarios y de entidades privadas y las ONG.
La situación se agravó con el COVID porque, tal y como apunta el doctor del Gregorio Marañón, inicialmente se suspendieron las consultas presenciales y cayó en picado la detección de los problemas por parte de los médicos de Atención Primaria.
El presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría mantiene la esperanza de que esta pandemia sea un revulsivo para mejorar el sistema sanitario y en concreto la atención a la salud mental. España no está entre los 38 países que, según la Organización Mundial de la Salud, cuentan con planes nacionales de prevención del suicidio. “Y tiene que estarlo. Del suicidio se pueden dar muchos datos, pero el más importante de todos es que se puede prevenir y que las políticas ambiciosas ayudan. En Dinamarca tenían una de las tasas de suicidio de las mayores de Europa y ha pasado a ser de las menores”, ejemplifica.
Otra de las patas importantes es una correcta formación de todos los profesionales sanitarios, incluidos los enfermeros y la Atención Primaria, que les permita detectar el riesgo de conductas suicidas en los pacientes. “En las facultades no hay ni una sola asignatura específica en la que se enseñe a detectar las conductas suicidas. Están saliendo miles de psicólogos de las universidades sin esa formación”, remarca el psicólogo Javier Jiménez.
Para él, lo importante de los planes específicos es analizar cuál es la dotación económica y humana que los acompaña, porque sin buenas ratios de profesionales por pacientes no será posible, advierte, revertir las muertes por suicidio. “Desde 2012, cuando se presentó la primera iniciativa legislativa sobre el tema, se han suicidado 35.000 personas y aquí no ha pasado nada”, lamenta.
Ante la certeza de que la pandemia ha empeorado la salud mental del conjunto de los ciudadanos, el foco político se va centrando más que en otro momento hacia esta problemática silenciosa.