“Siempre nos quedará Paris”. De las muchas despedidas que ha tenido la historia, la de ‘Casablanca’ es, quizás, de las que más se recuerdan. La remodelación acometida por Pedro Sánchez en su gobierno ha provocado este lunes una abundante catarata de entradas y salidas en los ministerios -nueve en total anunciaba la agenda- de las que hay dos que dejan especial huella.
Una es la de Carmen Calvo, que abandonaba la vicepresidencia segunda y el ministerio de Presidencia. La otra es la de José Luis Ábalos, que ha puesto fin a su tiempo de ministro de Transportes. Ambos han sido los grandes pilares políticos hasta ahora del gabinete. Los dos rivalizan por el puesto de máxima sorpresa en la lista de defenestrados. Lo lógico es que compartan una cierta frustración por la salida. Sin embargo, y pese a estos paralelismos, llegado el momento se han ido de forma muy distinta.
Ella, con visos de continuidad para su gestión, en una ceremonia cálida, rodeada de destacadas caras del Gobierno y del partido. Él, en un acto más frío, despoblado y del que quedará para el recuerdo no lo que ha dicho sino lo que no. Su ‘no mención’ a Sánchez. Quizás un lapsus, pero…
El caso es que Calvo y Ábalos han venido a ser la cara y la cruz de este tipo de ceremonias, en principio casi mecánicas. En las que el interés suele estar en conocer las caras nuevas, las de los sustitutos, o en la emoción o la gracia que le pongan los protagonistas del cambio de cartera y demás detalles de ese corte.
“Bolaños no llega, continúa”, ha dicho la vicepresidencia a la hora del adiós. Una forma de hacer ver que su salida no rompe de forma abrupta con la gestión que ha venido haciendo este tiempo. Le releva “un amigo”, Félix Bolaños, que ha estado con ella. Calvo no aparecía en casi ninguna quiniela. Pero al igual que dio un paso al frente cuando Sánchez la convocó de nuevo para la política de primera línea para hacerla segunda de su gabinete, ahora da un paso a un lado. Con aparente placidez.
“Es el traspaso más amoroso de toda la historia de la política española”, ha ironizado durante su discurso. Subrayaba el aprecio por su sucesor. Pero vale también para borrar el filo o la punta que se pudiera buscar en sus palabras tras una salida tan inesperada. Con Calvo, y con Bolaños, han estado en el acto las tres vicepresidentas; uno de los nuevos ministros, José Manuel Albares, y seis de los que siguen, incluido alguno de Podemos. Además del expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, la presidenta del Consejo de Estado, María Teresa Fernández de la Vega, la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, y el nuevo jefe de Gabinete del presidente Sánchez, Óscar López. Enfin, no estaba sola.
A Calvo siempre le quedará Paris (se habla de ella como posible presidenta del PSOE), a Ábalos no está nada claro qué le queda. Las asistencias de renombre en su despedida han sido Salvador Illa -que estaba allí también por ser del PSC y porque asume Transporte una exalcaldesa catalana, la de Gavà- y José Blanco, vieja gloria socialista y en su día ministro del ramo. Ni un solo compañero del gabinete del que se va.
En su propio discurso, Ábalos ha dejado pinceladas de una cierta amargura, recordando lo mal que estaba el ministerio cuando llegó “infradotado y con estructuras antiguas” y lo duro que ha sido gestionar en pandemia. “Uno es la cabeza en la que golpear”, ha confesado con cierto victimismo antes de rematar una intervención en el que toda la prensa buscaba alguna referencia a Sánchez. Que no ha llegado a aparecer.
El ministro de Transportes, como Calvo, era de los que tampoco salía en las quinielas de posibles bajas. Y ha sacado al final el pleno al quince. Se va del ministerio y del cargo de Secretario de Organización que ocupaba en el PSOE. Al parecer, le había pedido al presidente un destino más tranquilo antes de ser arrasado por una riada que no vio venir. Se enteró el mismo sábado, con alguna que otra cita ya agendada como titular de Transportes
Entre líneas, las despedidas de Calvo y Ábalos han dejado leer alguna de las cosas que no se dicen explícitamente es los cambios de cartera. La otra gran frase la ha dejado Félix Bolaños, el ya nuevo ministro de Presidencia. “¡La de veces que me he alegrado de no ser ministro!”, ha dicho de primeras arrancando las risas de los muchos asistentes a su llegada y la salida de Calvo. Y justo a continuación ha añadido: “Pero ser ministro ni se debe pedir ni se debe rechazar”. Ya no ha habido tantas risas.
La frase, inocente en principio, se las trae por el momento en que llega. Justo cuando uno de las más sonadas salidas de Moncloa es la de Iván Redondo, jefe de Gabinete de Sánchez, que según algunas versiones pidió el ministerio que finalmente ocupa Bolaños.
Desde su entorno han aclarado luego que era una alusión “genérica”. Aun siendo así, no se recuerda otro caso de un ministro que haya tenido que aclarar sus palabras tras un habitualmente inocente, improvisado y protocolario discurso de llegada al cargo. Un récord.
Y ha habido más. Nueve actos, por más formales que sean, son una mina. Están las palabras de Miquel Iceta, que ha admitido abiertamente sentir “mucho” tener que dejar Política Territorial apenas tres meses después de llegar para pasar a Cultura. No se sabe si porque esperaba un mejor destino, así lo decían los pronósticos, o por perder mano, él que es del PSC, en la gestión del diálogo con Cataluña.
Está la urgencia del nuevo titular de Exteriores, José Manuel Albares, por lanzar un guiño al “gran amigo” Marruecos, país al que su antecesora más le debe la pérdida del cargo.
Otras sorpresas de la jornada han sido el elaborado y extenso discurso con el que Raquel Sánchez ha tomado su cartera de Transportes y Vivienda -con hechuras de ponencia-; o la locuacidad nerviosa que algunos han detectado en las primeras palabras de Isabel Rodríguez como ministra. Las primeras de muchas. Será la portavoz.