Hacía tiempo que en la calle y en los medios no se hacía tan verdad aquello de “no se habla de otra cosa”. Es difícil encontrar a esta hora un político, por no decir un español a secas, que no haya emitido su juicio sobre los indultos a los presos catalanes condenados por el procés. ¡Y eso sin haberse tomado aún la decisión!
El debate mezcla razones jurídicas, políticas, electorales… o se queda simplemente en lo emocional. Al fin y al cabo es una medida “de gracia” y, por tanto, se supone que expuesta a la arbitrariedad. Y también a que uno se posicione ante ella simplemente por lo que le pida el cuerpo.
El dramatismo de la discusión evidencia que es un tema que escuece. Y mucho. Por buscarle un lado bueno, se agradece que no haya llegado en vísperas de Navidad, por la amenaza que hubiera supuesto para la integridad de muchas familias. El pasado no aclara nada: hay golpistas, banqueros, corruptos, delincuentes comunes que se libraron de cumplir íntegras sus penas gracias a un indulto. Con y sin el visto bueno de la Justicia. Y especular sobre sus consecuencias a futuro no deja de ser eso, especular. ¿Se puede demostrar que con indulto, o sin él, es más improbable un nuevo procés?
Ha pasado apenas una semana desde que el Gobierno anunció que indultará a los presos independentistas –que dejó caer que se lo piensa, más bien- y se ha hablado tanto que parece que los argumentos, a favor y en contra, son inabarcables. Pero no. La defensa de unos y de otros se plantea en torno a una decena de ideas básicas. Esencialmente estas:
.Hay que pasar página. La tesis de la concordia. “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”. Lo dijo Einstein. Este puede ser un caso. Los indultos suponen un cambio de paso. El Estado ya demostró su fuerza cuando el independentismo llegó al límite de desconectar y celebrar un referéndum ilegal. Sus promotores llevan más de tres años en la cárcel. Ahora, un gesto puede (nada está demostrado) desinflamar la tensión. Resta bazas, esto sí es un hecho, al victimismo que alimenta el discurso de los condenados y su entorno. Ellos mismos lo ven con este recelo.
. Solución política a un problema político. El 1-O llegó en una dinámica de inmovilismo en las posiciones y de una relación entre el Gobierno central y el de Cataluña encajonada en lo estrictamente judicial. Y no es ese el terreno, menos aún el penitenciario, del que se espera que salga una solución al llamado conflicto catalán. El diálogo –que dan por bueno tanto los que están a favor como en contra del indulto- puede ser más fácil sin los líderes entre rejas.
. Es legal. El indulto es una medida legal. Y es una prerrogativa exclusiva del Gobierno. Los informes judiciales son preceptivos, pero no vinculantes. En caso de ser negativos impiden un indulto total pero no parcial. Punto. La deliberación y la decisión final se producen en Consejo de Ministros.
. La historia como referencia... para todo. Ha habido miles de indultos, para todo tipo de delitos. Con respaldo y sin respaldo de la Justicia. ¿Ha habido golpistas? Sí. Alfonso Armada es el caso más relevante. El Supremo dictaminó también a favor de la medida de gracia para Antonio Tejero, aunque luego no se le concediera. La decisión final, además, se puede acomodar a las exigencias del tribunal. Bien sea decidir sobre cada caso en concreto, y no en bloque como han llegado las peticiones. O que sean indultos parciales y no totales. ¿Lo del arrepentimiento? Si no lo hay tiene que constar en los informes judiciales, pero no es imprescindible que existe.
. La estabilidad, como valor común. La decisión de Pedro Sánchez de conceder el indulto puede ser interesada. O no. Es un juicio de intenciones. El reproche de que busca asegurarse el poder cediendo casa mal, además, con la idea de que ha indignado al país y, por tanto, juega en contra de sus expectativas electorales. La estabilidad que pueda suponer para el Gobierno el alivio de las condenas a los independentistas, es estabilidad en general para las instituciones. Un mejor clima para la gestión de la España pospandemia y para concentrar fuerzas en la recuperación.
. La gravedad de delito reclama que cumplan con la pena. Lo dijo el propio Sánchez. Acatar la sentencia debe ser cumplirla en todos sus términos. Junqueras y el resto de condenados amenazaron la integridad del Estado. Aplicar la ley no se puede entender que sea actuar con ánimo de venganza ni de revancha.
. No se han arrepentido. Y nada garantiza que lo vuelvan a intentar. Es más, alguno de los beneficiarios de la medida ha hecho ver que esas siguen siendo sus intenciones. Suponer que el indulto elimina el riesgo de un procés 2.0 es mucho suponer. Al revés, hay riesgo de que las cesiones alimenten la voracidad del independentismo.
. Los informes son desfavorables. No son vinculantes, pero es relevante que ninguna de las instancias judiciales se haya posicionado a favor. En el caso del Supremo con palabras tan contundentes como “inaceptable”, o denunciando un intento de “corregir la sentencia”. El Gobierno provoca un choque entre Poderes.
. ¡No! No hay demanda social. No tiene utilidad pública. No lo han pedido los posibles beneficiarios. No lo ven bien ni los suyos…
. Sánchez busca su beneficio. Moncloa aprovecha un tiempo valle electoral para contentar (quizás pagar servicios prestados) a los que han sido sus socios. Quiere garantizarse su complicidad para lo que quede de legislatura.