Análisis: Sánchez se lanza a su misión ¿imposible?: arreglar Cataluña y la desigualdad
Sánchez ha querido dejar claro que España no se romperá con él de presidente
Se compromete a derogar la reforma laboral y acabar con la desigualdad social
Sánchez apuesta por superar la judicialización de la política en el tema catalán
Pedro Sánchez tiene en su mano lograr por primera vez su investidura después de dos sonoros fracasos, algo inédito en la democracia, y para ello no ha dudado en su discurso de apostar por cuadrar el círculo y lograr lo que hoy parece una misión imposible: acabar con el conflicto catalán apostando por la política y dejando a un lado su judicialización. Ya lo intentó Zapatero con un Estatuto que el Constitucional frenó. Y de aquellos polvos llegan estos lodos hoy.
Promete Sánchez por un lado contener a un independentismo que ya le ha demostrado en sus propias carnes su falta de lealtad (no aprobó sus presupuestos lo que llevó a la convocatoria de elecciones) a base de diálogo. Y no teme para ello adoptar gran parte de sus postulados, incluida una mesa bilateral. Sánchez promete que España no se va a romper ni va a rasgar la Constitución. La tarea parece compleja. Sánchez ha defendido el patriotismo del PSOE ante las críticas furibundas de la oposición. Y lo ha basado en la justicia social y la libertad.
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Su discurso recuerda a la saga misión imposible protagonizada por Tom Cruise. Ha demostrado Sánchez tener tantas caretas como la estrella de Hollywood. Y no teme, lo ha demostrado con su manual de resistencia de cabecera, dar piruetas para lograr sus objetivos, que son enormes. Lo son porque estamos ante un gobierno débil en extremo y dependiente de los independentistas que va a tener en el Consejo de Ministros a Podemos, su gran rival político, del que también aspira a tener lealtad. Veremos si lo logra cuando vengan los enfrentamientos y el rédito electoral de las medidas de la justicia social.
Ha pasado Sánchez de anunciar la ilegalidad de los referéndums de independencia a apostar por una consulta de la que no se saben aún las condiciones, ha pasado de defender la ley y hablar de delito de rebelión a apostar por la sedición y ahora a hablar de política obviando la justicia. Un riesgo porque uno de los pilares del Estado de derecho es la ley y la política no puede pasar por encima de ella. Sánchez lo sabe. Y es consciente de las líneas rojas que no deberá pasar. Al hablar de la deriva judicial que tanto daño ha causado ha logrado el aplauso de Rufián, pero veremos cómo se encaja esta postura con las decisiones judiciales, que las habrá. Y no todas gustarán tanto a los independentistas.
El reto es mayúsculo porque la resolución del conflicto catalán, que considera Sánchez que es una herencia del Gobierno de Rajoy, dentro de la Constitución parece hoy una quimera si los postulados de los independentistas, que quieren autodeterminación e independencia, no se rebajan. Cerca de dos horas de discurso con el que todo el hemiciclo estaría de acuerdo. Acabar con la precariedad, con la desigualdad, con el excesivo precio de la luz, de los alquileres... Una arcadia feliz que se sufragaría con impuestos a los más ricos y sin tocar a la clase media. La oposición le ha calificado ya de fake news y de meme.
En su discurso Sánchez ha dejado también algunas perlas. Una de ellas es la derogación de la reforma laboral Veremos cómo lo defiende Calviño, que siempre dijo que no se llegaría a ese extremo. Y por otro lado, con un déficit y deuda preocupantes, Sánchez apuesta por más gasto social sin tocar los impuestos de la clase media. Otra misión que parece imposible si solo es sostenida con el coto al fraude fiscal, un mantra repetido desde hace décadas que nunca acaba de producirse. Sánchez es consciente de la creciente desigualdad en la sociedad española. Y a ello ha dedicado gran parte de un discurso bastante soporífero y que ha repetido medidas que ya escuchamos en otras investiduras frustradas.
Se echa en falta un verdadero plan educativo Porque la revolución tecnológica, ambiental, económica exigen medidas de consenso que este Gobierno tiene difícil lograr si no es capaz de extender el diálogo a la oposición, necesaria para llevar a cabo muchas de estas reformas. Poco concretas han sido las soluciones para poder encauzar el drama del futuro de las pensiones, más allá de un Pacto de Toledo a la deriva. No han faltado los guiños a la izquierda con el tema del franquismo, la Iglesia y la eutanasia, pero eso es pecata minuta, marketing frente a los grandes problemas y retos a los que se enfrenta un país lastrado por la precariedad y el paro.
El candidato a presidente ha culpado a la derecha de no lograr a acuerdos ni mover un dedo para evitar lo que tanto temían, el pacto con los independentistas. Y en ello no le falta razón. Casado espera que Sánchez fracase para heredar el Gobierno. Un riesgo que ya se llevó a Rivera por delante. Veremos si Sánchez logra ser el Tom Cruise de Misión Imposible y si careta a careta logra ir esquivando minas y llevando a cabo un programa de Gobierno en medio de enemigos dentro y fuera del Consejo de Ministros. Dice JxCat que el programa de Sánchez es una carta a los Reyes Magos. Dice ERC que esta nueva versión de Pedro Sánchez les suena mejor y que el discurso parece escrito por Podemos. La clave es si ERC se comportará como Herodes o rebajarán sus postulados para poder llegar a un entente cordiale. Por el momento parece que ERC regalará la investidura a Sánchez como regalo de Reyes.