Cuando Rubalcaba era Alfredo
El adiós de Juan Pedro Valentín, director de Informativos Telecinco
"Sus ruedas de prensa como portavoz del Gobierno eran un evento"
"A Rubalcaba, la sonrisa le acompañaba siempre"
Madridista. Todas las conversaciones con Alfredo tenían siempre contenido para airear nuestra rivalidad. Empezaban o terminaban con una referencia a mi Atleti o su Madrid. Era un ritual para acercarnos a la actualidad nacional del momento, casi siempre convulsa. Después de tantos años de charlas, tengo que decir que mi cabeza está llena de ideas suyas. Por ejemplo, “el PSOE es el partido que más se parece a España. Es catalán en Cataluña, vasco en Euskadi, gallego en Galicia, andaluz en Andalucía.” Estás últimas elecciones volví a recordar esa idea. La realidad solía darle la razón.
Le recuerdo intentando convencerme de que no le diera tanta importancia al papel de Carod Rovira en los años del Gobierno de Zapatero con ERC. Por aquellos días, Carod no paraba de hacer favores a la oposición con viajes inadecuados, declaraciones altisonantes y posturas políticas incómodas para los socialistas. Alfredo era el encargado de pastorear a los convergentes y su misión estaba en el Congreso, en eterna negociación con Puigcercos. Ahí estaba la clave política del momento. Y estaba siempre donde estaba él. Y aunque yo tuviera razón, y él lo supiera, su papel siempre era el de acercarme a su postura: "Fíate de mi, Carod está amortizado”, me decía en los días de tormenta tras aquella entrevista del líder catalán con ETA.
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A principios de los 90 entraba en las instalaciones de Telemadrid. Me preguntó de todo mientras echaba un ojo a los platós. Era muy curioso. Había acudido para una entrevista sobre educación. Era su tema. Le apasionaba. Pude descubrirlo ese día y otros muchos. Lo sentía tan propio que se enojaba muchísimo cuando el PP promovía sus cambios legislativos. Lo consideraba “su tema”.
Sus ruedas de prensa como portavoz del Gobierno eran un evento. Eran una máquina de dar “totales”, esas frase cortas que funcionan tan bien en la tele. De hecho, recuerdo que en una ocasión dio uno. Sobre la marcha se dio cuenta de que no habría quedado redondo. Hizo una pausa y lo repitió más corto y más contundente. Hizo otra pausa. Los periodistas se rieron. Ya tenían el corte.
La sonrisa le acompañaba siempre. En una esas ruedas de prensa se coló en la sala una mosca. La típica mosca pesada que amenazaba con arruinar el momento. Él supo utilizar la mosca durante el tiempo que duró la charla para soltar todo lo que quería: “Si la mosca me lo permite, les diré que...” Convirtió a la mosca en protagonista, pero salió en todos los informativos colocando su mensaje. Recuerdo recoger aquel vídeo con una sonrisa.
Semanas después de que el PSOE ganara las elecciones en 2004 quedamos a comer con él y con Pepe Blanco en un restaurante al lado de Ferraz. Había que saber cuales eran las intenciones del nuevo Gobierno. Me quedé sobre todo con una imagen. Los dos fumaban un puro a los postres. En aquel momento pensé: estas son las dos personas más poderosas ahora mismo en España.
Aun después de haberse retirado, él siempre parecía el poder. Lo llevaba encima. Aunque estuviera retirado, como siempre le gustaba recalcar. “Sí ya, retirado”, le decíamos incrédulos los periodistas que seguíamos buscándole para disfrutar de él. Le buscábamos para hablar de Cataluña. No le gustaba nada lo del derecho a decidir. Le ponía de los nervios esa expresión y decía que era letal para los socialistas.
Una de las últimas veces que hablé con él le reconocí algo que nunca haría en público si hay un madridista delante: “Con los años se reconocerá que lo que habéis logrado con la Champions es imposible”. “Sí, a veces solo el tiempo da perspectiva”, me respondió. No sé porqué pero los dos seguimos hablando del fin de ETA.