Alfredo Pérez Rubalcaba, adiós al hombre de Estado que los presidentes querían a su lado

  • Desde Felipe González, la figura de Rubalcaba no paró de crecer

  • Fue un político tan temido como admirado por sus rivales

  • Volvió a ser profesor de Química en la Universidad Complutense de Madrid

Alfredo Pérez Rubalcaba nunca se irá del todo. Se lo dijo a su familia socialista, el día que daba un paso a un lado en la política en la que lo fue casi todo. Todos los presidentes querían tenerlo a su lado, porque Rubalcaba era un lince político como pocos, temido y admirado por sus adversarios.

Alfredo Pérez Rubalcaba fue ministro con Felipe González. Le recordamos como titular de Interior en esos años de lucha contra la banda terrorista ETA, tal vez sus momentos más duros como político. Nada hay peor, reconocía, como esa llamada nocturna anunciando lo peor. La muerte de un inocente a manos de un terrorista. "El pasado ya no va a volver nunca", dijo en su día ante el fin de ETA en el que él, como muchos otros, da igual las siglas, jugó un papel clave en su derrota. Pocos portavoces han sido más perspicaces que él, con Zapatero llegó a ser vicepresidente del Gobierno.

Querido, respetado será recordado para siempre. Dice adiós "una gran figura del parlamentarismo del siglo XXI". Su emocionada despedida del Congreso de los Diputados evidenció el profundo respeto de la política en la que lo fue casi todo. Cuando nadie quería, en medio del caos del PSOE asumió el papel de candidato a presidente sabiendo en su fuero interno que la derrota era seguro. Se inmoló, perdió y se fue. Antes había ganado un congreso histórico por apenas 22 votos. El malo, el peor resultado en las últimas elecciones europeas supuso su adiós definitivo a la política.

Su regreso a la cátedra sin puertas giratorias

Alfredo Pérez Rubalcaba no se aferró al sillón. Lo dejó todo pero aguantaría en el cargo hasta después de la abdicación del Don Juan Carlos, un gesto que siempre agradeció el monarca. Pérez Rubalcaba pasó sus últimos días volviendo a su otra pasión más allá de la política: al magisterio. Volvió a ser profesor de Química Orgánica en la Universidad Complutense de Madrid. No escuchó más cantos de sirena, porque Sánchez también quiso contar con él.

Hasta que un ictus atacó a uno de los cerebros más brillantes de la política española. Paradojas de la vida. La campaña electoral empieza de luto. Si su recuerdo hace posible que cesen los insultos y se apuesta por el país y la altura de miras, a Rubalcaba le habrá bastado. La familia socialista lo recordará para siempre. Sus rivales, y sus alumnos, también.