Dinamarca, clave en la historia personal de Felipe y Letizia: la boda que marcó un antes y un después

Desde este lunes hasta el 8 de noviembre, los reyes Felipe y Letizia se encuentran inmersos en una visita de Estado a Dinamarca. La reina Margarita fue la encargada de citar a sus homólogos españoles para reforzar la relación bilateral entre ambas naciones y reencontrarse con una familia real que no pisa Copenhague desde 2015, año en el que fueron invitados al 75º cumpleaños de la monarca. 

Pero (mucho) antes de estos dos viajes oficiales, Dinamarca fue testigo de un hito clave en la vida personal del matrimonio. El 14 de mayo de 2004, justo una semana antes de que Felipe de Borbón y Letizia Ortiz se diesen el 'sí, quiero' en la madrileña Catedral de La Almudena, las monarquías europeas se reunieron en Copenhague para presenciar la boda entre Federico y Mary de Dinamarca, príncipes herederos del trono danés.

Aunque fue en el mes de noviembre anterior cuando se presentó de manera oficial a la periodista como futura princesa de Asturias, este enlace del que están a punto de cumplirse veinte años supuso la 'puesta de largo' de Letizia a nivel internacional. Arropada por la reina Sofía, la infanta Cristina (e Iñaki Urdangarin) y la infanta Elena (y Jaime de Marichalar), la futura novia impactó a medio continente con su papel en la boda, tanto en contenido como en forma.

Rojo Caprile

Tras un concierto de gala que tuvo lugar en el Teatro Real de la capital danesa (y que hizo las funciones de preboda), la ahora reina de España hizo acto de presencia en la Catedral de Nuestra Señora de Copenhague con un vestido rojo diseñado por Lorenzo Caprile que ya es historia de la moda.

El corte drapeado y ceñido del mismo, su llamativo color fuego y sus transparencias en las mangas fueron tan comentados en su momento que no hay día en el que no se le recuerde al modista por esta hazaña en su trayectoria.

Este vestido, sumado a su calzado (unos zapatos a juego de Pura López), el bolso de mano (una pieza histórica de Zarzuela de principios del siglo XX) y los pendientes de brillantes y rubíes y el broche estilo art déco (que pertenecían al joyero de la reina Sofía) la colocaron como una de las principales embajadoras de la moda española, función que sigue ejerciendo, aunque sea de forma indirecta, dos décadas después de aquel debut.

Las muestras de amor de los futuros príncipes de Asturias

Es sabido que un evento como este da pie a que, a pesar del férreo protocolo, los miembros de Casa Real muestren su lado más espontáneo. Y esto es precisamente lo que sucedió en la boda de Federico y Mary de Dinamarca. Tras ese paseíllo hasta las puertas de la basílica en el que hicieron su aparición, los príncipes de Asturias dejaron ver su actitud cómplice tanto en la ceremonia como en los festejos posteriores.

Tras el convite de gala, la familia real danesa invitó a sus 400 invitados a bailar en uno de los salones de música del Palacio de Fredensborg, edificio en el que se están hospedando durante esta visita de Estado. Los novios fueron los encargados de abrir el vals, y tras ellos, como gesto hacia los siguientes 'royals' en casarse, cedieron el protagonismo a Felipe y Letizia, que pudieron ensayar su vals nupcial ante la atenta mirada de los principales miembros de las monarquías belgas, holandesas, suecas, monegascas, griegas y, cómo no, danesas.

A primera hora de la mañana siguiente, la pareja puso rumbo a Madrid con el objetivo de concluir con los preparativos de su boda, que se celebró siete días después y que volvió a repetir muchos de los asistentes a la del hijo y la nuera de Margarita de Dinamarca.

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