El voto de la derecha está en máximos históricos. Más de 11 millones de votos. La misma cota que tocó en abril de 2019. Entonces ese caudal de votos se vio penalizado en términos de escaños porque la derecha se presentaba con tres partidos, PP, Vox y Ciudadanos. El sistema electoral español castiga la división del voto porque tiene como distrito electoral la provincia. En las de menor población, muchos votos de terceras fuerzas no se traducen en escaños. De alguna manera, son votos que se pierden.
Ahora la derecha ya solo son dos grandes partidos, PP y Vox, pero la división les sigue castigando, algo que no ocurría cuando solo un partido, el PP, concentraba todo el voto. Si los votos de Vox en aquellas circunscripciones donde no obtuvo representación el 23J hubieran ido al PP, la derecha sumaría ahora mayoría absoluta. El PP, Vox, UPN y Coalición Canaria -coaligados con el PP en el Gobierno canario- alcanzarían los 178 diputados si esos votos de Vox no se hubieran perdido al no convertirse en escaños. La división penaliza cuando, además, la izquierda se moviliza como ocurrió en abril de 2019 y ahora.
No será porque no lo pidió el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. La campaña del PP ha apelado de manera constante al voto útil en las últimas semanas. De hecho, muchos votantes de la derecha que en pasado optaron por Vox, en esta ocasión se han inclinado por el PP. Vox ha perdido 19 diputados y el PP ha mejorado en 47 escaños sus resultados de 2019. Pero no ha sido suficiente para alcanzar la mayoría absoluta.
El partido de Santiago Abascal argumenta que la llamada al voto útil por parte de Feijóo ha castigado al bloque de la derecha porque, dicen, ellos podrían haber obtenido cinco diputados más con los votos ‘sobrantes’ del PP en determinadas circunscripciones.
Veamos la hipótesis opuesta. ¿Qué habría pasado si en las provincias donde Vox no sacó escaño sus votos hubieran sido para el PP? El cambio habría sido radical y ahora Feijóo sería un hombre feliz, ocupado en los fichajes de su gobierno.
Este escenario hay que tomarlo con cautela. Se basa en una hipótesis: que todos los votos de Vox se pasarían al PP allá donde los de Abascal tenían complicado obtener escaño, lo cual es altamente improbable y es muy difícil que un votante lo sepa de entrada. De igual modo, es posible que un número significativo de votantes de Vox se hubieran abstenido en caso de que la opción electoral de la derecha fuera solo el Partido Popular. Pero el ejercicio tiene sentido porque puede servir como un dato relevante de cara a la futura estrategia de los populares. De hecho, el PP maneja un documento interno al que ha tenido acceso NIUS que coincide con las estimaciones propias de este diario digital.
Son siete las circunscripciones pequeñas, de entre 4 y 7 diputados, donde Vox no convirtió sus votos en escaños y donde el PP habría sacado un escaño extra si hubiera recibido esos votos: Pontevedra, La Rioja, Burgos, Albacete, Girona, Lleida y Tarragona. En las provincias no catalanas, el PP habría sumado un escaño más arrebatándoselo al PSOE y en Girona y Lleida los populares habrían sacado escaño quitándoselo a Junts per Catalunya, el partido del ahora decisivo Puigdemont.
Con estos escaños, el PP pasaría de 136 a 143 escaños, el PSOE bajaría de 122 a 117 y Junts de 7 a 5. Los 143 escaños del PP más los 33 de Vox, el escaño de Unión del Pueblo Navarro y previsiblemente el de Coalición Canaria sumarían 178 diputados, dos por encima de la mayoría absoluta necesaria para sacar adelante una investidura y un programa legislativo.
Hay otras cinco circunscripciones donde Vox sí obtuvo escaño, pero si todos sus votos hubieran ido al PP, los de Feijóo sumarían 5 escaños más que lo que han conseguido ambos partidos por separado, pero a esta hipótesis cabría objetarle que no está nada claro que en política la suma de dos y dos sea cuatro y mucho menos cinco. Hay pruebas en la reciente historia electoral española.