España ingobernable con un escenario de bloqueo y una posible repetición electoral en Navidades. Un fantasma que anoche alentaba el propio Alberto Núñez Feijóo desde el balcón de Génova. "Pido que nadie tenga la tentación de bloquear España", advertía mientras confirmaba su intención de intentar la investidura "por todos los medios" aunque los números no le den ni por asomo. Una cierta decepción fue instalándose en la sede del PP a medida que se fueron conociendo los datos del resultado electoral. La gran victoria que auguraban las encuestas quedó aguada a lo largo de un escrutinio apasionante.
El PP de Feijóo gana las elecciones pero es una victoria muy amarga. Con 136 escaños y el 33,04% de los sufragios, la diferencia con el PSOE de Pedro Sánchez el algo más de 300.000 sufragios casi empatados en el porcentaje de voto. Sus posibilidades de gobernar se antojan difíciles porque no suma mayoría absoluta con Vox ni con el apoyo de otros partidos cercanos como UPN y Coalición Canaria, con un diputado cada uno. Así que ni de lejos. Prácticamente imposible cualquier opción para Feijóo de alcanzar La Moncloa como soñaba aunque ante los suyos, inasequible al desaliento, se ha comprometido a intentarlo.
La “derogación del sanchismo” que pedía el líder del PP no ha recibido un amplio respaldo en las urnas. Sánchez resiste. Con 122 escaños y el 31,78% de los votos, mejora en 2 diputados. Clave en ese resultado Cataluña donde el PSC ha arrasado. También ha aguantado mejor de lo esperado en territorios como Extremadura, Navarra, País Vasco, o Cantabria. El drama para Sánchez es que su futuro Gobierno queda en manos de los siete escaños del prófugo Puigdemont. Su cabeza de lista al Congreso, Miriam Nogueras, ya avisa de que no harán presidente a Pedro Sánchez "a cambio de nada".
Vox se mantiene como tercera fuerza del podio político pero se hunde respecto a 2019 con la pérdida de 19 escaños. Sumar sólo se deja 4 escaños respecto al Podemos de 2019 y esquiva una crisis interna. El bloque del 'no a Feijóo' alcanzaría presumiblemente los 179 escaños frente a los 171 de la derecha.
Así que España se asoma de nuevo al bloqueo como ocurrió con Mariano Rajoy en 2015 y 2016. Revertir esa amenaza queda en manos de Puigdemont. Claro que todavía puede haber algún cambio decisivo, un escaño más o menos que baile en una u otra dirección, con el voto exterior. Pero para eso habrá que esperar al sábado que viene.
A pesar de no haber cumplido ni de lejos sus expectativas, Alberto Núñez Feijóo no ha querido renunciar al balcón de Génova. Desde allí le ha dicho a los suyos que piensa intentar su investidura, reivindicando su derecho a formar gobierno. "Le pido al partido que ha perdido las elecciones, al PSOE y al resto de fuerzas políticas que no bloqueen el Gobierno de España una vez más", clamaba ante sus simpatizantes que a última hora se han animado a cortar la calle Génova. "Pido que nadie tenga la tentación de bloquear España. No dejar gobernar al partido más votado sólo tiene como objetivo el bloqueo", martilleaba. Esa ha sido la palabra que más ha repetido, "bloqueo", alentando el fantasma de la repetición electoral.
El líder del PP se ha comprometido a abrir y liderar el diálogo para intentar su investidura a pesar de que los números no le dan ni por asomo. "Hemos ganado las elecciones y nos corresponde formar gobierno como siempre ha ocurrido", insistía flanqueado por su dirección de blanco impoluto. Todos salvo Ayuso. De rojo, el color que siempre elige para las grandes ocasiones, su nombre era el más coreado a gritos en la calle Génova interrumpiendo su discurso. Todas las miradas están puestas en ella y en el califa andaluz, Juanma Moreno, si se abre el melón de la sucesión en el Partido Popular.
"No hay modelo que no pase por Feijóo o por el sí expreso a Bildu", señalaban minutos antes fuentes de la dirección popular. Eso mientras en la calle se coreaba "¡Que te vote Txapote!", un clásico de esta campaña en la derecha.
Se ha hecho realidad la peor de las pesadillas para un Partido Popular en estado de shock. Se mascaba la tragedia a medida que avanzaba el escrutinio y la calle Génova era la mejor expresión del ambiente de funeral que se ha ido apoderando como un negro nubarrón de verano sobre la sede nacional según caía la noche electoral.
Apenas trescientos simpatizantes a la puerta de Génova. Las señoras de más edad se daban aire con los abanicos de ese ‘verano azul’ que no ha terminado por llegar al Partido Popular. El fiestón que habían preparado congelado con el DJ con los brazos cruzados y la música sin sonar.
La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, llegaba a Génova unos minutos después de lo que hubiera hecho su presidente Feijóo. Entraba por el garaje, y aun así los cachorros de Nuevas Generaciones de Madrid gritaban su nombre. El más coreado de toda la noche. Lo alternaban con algún “¡Feijóo presidente!". Sin mucho entusiasmo eso sí. Ayuso ha sido la única dirigente popular que hace meses advertía de que esta era la única oportunidad para el gallego.
Atrincherados en la séptima planta de Génova, los dirigentes de la dirección nacional del partido iban y venían del despacho de su jefe. Caras largas mientras empezaban a asumir que ninguna cuenta que hicieran les daba.
Las voces consultadas por NIUS a lo largo de la noche lo certificaban. “No vamos a llegar”, lamentaba un destacado dirigente. “Nos han sobrado algunos días de campaña”, admitía un barón territorial con galones. “Más que mal nosotros, salvó los muebles Sánchez”, añadía a modo de funesto titular esa misma fuente. Claro que también los había optimistas y que con el 60% de los votos escrutados y los bloques de izquierda y derecha empatados aseguraban que aún tenían margen para remontar 20 escaños.
Los objetivos que se había marcado Alberto Núñez Feijóo a lo largo de los quince meses que lleva al frente del PP han quedado hechos trizas. El primero, el de una mayoría suficientemente clara que le permitiera incluso gobernar en solitario sonaba a pura fantasía. El segundo escenario: que diera la suma con Vox tampoco se ha cumplido.
Y eso que la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, había vendido una "gran jornada electoral y una buena noche" con una victoria del Partido Popular antes incluso de que empezara el escrutinio. "A los españoles se nos ha consultado quién queremos que sea nuestro próximo presidente y parece que la respuesta clara es Alberto Núñez Feijóo", llegaba a asegurar Gamarra. Es lo tiene vender todo el pescado antes de tiempo. Sobre todo cuando la ola azul nunca terminó por llegar.
Esta vez sí. Si en las elecciones del 28 de mayo cuando el PSOE perdió buena parte de su poder territorial, Pedro Sánchez no asomó por Ferraz, ahora sí se subía a un andamio para eufórico proclamar la derrota del "bloque involucionista". Esto es, de la suma de PP y Vox. "El bloque involucionista de PP y Vox ha fracasado", decía exultante a pesar de haber perdido las elecciones. Ha dejado claro que aspira a reformular su Gobierno de coalición apoyado en el bloque progresista y los independentistas de ERC y Bildu. La incógnita envenenada sigue siendo lo que hará el prófugo Puigdemont. "Somos más los que queremos que España avance y así seguirá", proclamaba en una noche insólita en la que las encuestas fueron desmentidas por las urnas.
Vox ha culpado al PP de su debacle electoral y le ha echado en cara que vendiera "la piel del oso antes de cazarla". La extrema derecha se mantiene como tercera fuerza política, pero con una caída considerable de escaños. Pierde 19 y, sobre todo, pierde su capacidad para decidir quién será el próximo presidente del Gobierno. "Hemos estado toda la campaña del peligro de unas encuestas claramente manipuladas que han llevado a algunos a vender la piel del oso antes de cazarla y han provocado la desmovilización de la alternativa", ha dicho Abascal. ""Hemos visto a los medios afines al PP apelando al voto útil de la manera más burda y perjudicando a la suma de la alternativa, a la demonización de Vox y alentando a los electores de izquierda", añadía con semblante de funeral.
La otra cara de la moneda la de Sumar y Yolanda Díaz. Han perdido la carrera por el tercer puesto pero salvan los muebles. El resultado de Díaz no está muy lejos del de Pablo Iglesias de 2019. Lo más importante: tiene posibilidad de seguir siendo la vicepresidenta de Pedro Sánchez y reeditar el Gobierno de coalición. Siempre que les deje Puigdemont o haya que repetir elecciones.