Este sábado 22 de julio, jornada de reflexión, decide su voto un 6,4% de los españoles. Mañana, el mismo día de las elecciones generales más atípicas de la democracia, un 5,9% , según el CIS. Son personas que todavía no tienen claro qué papeleta escoger. Hay otros muchos que se pueden quedar en casa. Es el gran temor de la izquierda, que no haya conseguido animar a su tradicional electorado y acabe en la abstención en una campaña llena de altibajos.
Ese ha sido el objetivo prioritario del PSOE y de Pedro Sánchez, movilizar a la izquierda que no acudió a las urnas el 28M provocando un tremendo batacazo para los socialistas que perdieron las municipales y sobre todo, perdieron la mayor parte de su poder territorial. Un electorado desanimado tras esa derrota frente a la hipermovilización de la derecha, que está en máximos. El PP sabe que tiene a sus votantes enchufados para el 23J y ha enfocado la estrategia de campaña en apelar al voto útil para concentrar a los desencantados con el sanchismo y para robarle votos a Vox. En Génova han marcado los 160 escaños como la cifra ansiada para lanzarse a gobernar en solitario sin depender de Santiago Abascal.
En unas elecciones donde todas las encuestas, salvo el CIS de Tezanos, dan la victoria a Alberto Núñez Feijóo y donde ninguna contempla mayoría absoluta para un solo partido, los bloques serán los que determinen el color del gobierno de la nación. La mayoría señala que PP y Vox llegan a esa mayoría absoluta, pero con un margen estrecho. La participación será la clave para determinar el resultado final y ahí es crucial si la izquierda sale a votar.
Todos los sondeos señalan que la participación, a pesar de estar en pleno mes de julio y con media España de vacaciones, será muy alta. Podría superar el 70%. El ejemplo es el voto por correo, récord histórico. 2.622.000 solicitudes, un 10%. En las recientes elecciones ese porcentaje rondaba entre el 3% y el 4%. Hasta las doce de la noche del jueves habían votado por correo más de dos millones cuatrocientas mil personas.
En general, como indica el politólogo Pablo Simón, la participación aumenta cuando unas elecciones "están muy competidas entre los dos bloques o cuando hay una sensación de cambio de gobierno". Sostiene que teniendo en cuenta que las previsiones de los sondeos se han hecho con una participación que ronda el 70%, todo lo que se aleje de esa cifra puede desviar los resultados que se han pronosticado. "Una desviación a la baja probablemente beneficie a la derecha simplemente porque está más movilizada y una al alza ajustaría más las cosas. Pero ojo, que al alza también significa que la derecha sale a votar", mantiene.
Está extendido el mito de que cuando la derecha gana es porque la izquierda no se moviliza. Hay algunos ejemplos que demuestran lo contrario, tanto en generales como en autonómicas. Nada es matemático, pero si nos fijamos en los datos de participación del Ministerio del Interior de todas las elecciones generales que se han celebrado en España, salvo en las primeras de 1977 y en 1966, la derecha solo ha ganado cuando la participación ha caído por debajo del 70%.
Hablamos de las cifras finales de participación, las que incorporan el voto del exterior que se recuenta en días sucesivos. Suelen ser en torno a tres puntos más bajas que las que conocemos al cierre de los colegios electorales. Así por ejemplo, en 2015 al cierre de los colegios se comunicó unan participación del 73% a las 20:00 horas, aunque la cifra actualizada y final que registró el ministerio del Interior fue del 69%.
La regla de que la baja participación beneficia a la derecha tampoco se cumplió en 2019. Ese año se celebraron dos elecciones, unas en abril y la repetición en noviembre ante el bloqueo para poder gobernar. Las dos las ganó Pedro Sánchez. En las primeras la participación fue del 71,76% y en la segundas hubo una importante caída hasta el 66,23%. En abril el PSOE obtuvo 123 escaños y el PP 66 y en noviembre los socialistas perdieron 3 y los populares subieron hasta los actuales 89.
Otro dato. Excepto ese año 2019, cuando la participación en el primer avance de las 14.00 de la tarde ha superado el 40%, ha ganado la izquierda.
Todas esas premisas pueden saltar por los aires este 23J por las especiales circunstancias que rodean la cita electoral. Para empezar, la fecha puede propiciar que un gran número de votos se deposite a primera hora de la mañana para huir del calor y poder desplazarse después a las playas o lugares de ocio. Eso no significa que se esté movilizando la izquierda. El otro elemento clave es que el voto por correo no se va a contabilizar hasta el final, por lo tanto, los primeros datos de participación pueden llevar a confusión.
El PSOE se ha movido en la recta final de la campaña en el marco de que "si votamos ganamos". Los últimos mensajes de Sánchez es que el PP llega "desfondado" y el PSOE "en remontada". En Ferraz insisten en trasladar que la España progresista se está movilizando y que este domingo puede haber sorpresa. "Hay partido", repiten también en Sumar, imprescindible para que el bloque de la izquierda pueda frenar el avance de la derecha. En Génova mantienen que su victoria es incontestable y la duda es por cuanto ganará Feijóo.
La campaña ha sido una especie de montaña rusa con continuos altibajos. Más televisiva que mitinera, especialmente para Pedro Sánchez que llegó tocado por los resultados del 28M. La propia convocatoria electoral fue una sorpresa. Las tensiones generadas entre el PP y Vox por sus pactos en ayuntamientos y comunidades autónomas relanzaron al PSOE que alimentó la sensación de remontada, pero llegó el cara a cara entre Sánchez y Feijóo y el presidente del Gobierno lo perdió claramente. La euforia se instaló en el PP y el desánimo en la militancia socialista. Ese debate, en el que Moncloa tenía puestas grandes expectativas para dar un golpe de timón, provocó el efecto contrario.
En la segunda semana, el error no forzado de Feijóo al afirmar en una entrevista que los gobiernos del PP siempre habías subido las pensiones según el IPC -no es cierto y tuvo que rectificar- dio un balón de oxígeno a Sánchez que intensificó su ataque contra el líder del PP por sus "mentiras" y su "falta de credibilidad". En los últimos días también ha entrado en el juego la foto de Feijóo hace 30 años con el narco Marcial Dorado. El PP ha basado su estrategia en reclamar el voto útil para acabar con el sanchismo y el PSOE en alertar del "retroceso" en derechos que supondría un gobierno entre PP y Vox. Su modelo, repite Feijóo, es el de la mayoría absoluta de Andalucía.
Este domingo está en juego la gobernabilidad de España, si Feijóo podrá gobernar en solitario, si meterá por primera vez a la ultraderecha en el gobierno de la nación o si la izquierda puede reeditar la coalición progresista. Una de las grandes dudas es el futuro de Pedro Sánchez. Esta semana le preguntaron en una entrevista si se quedaría o se iría si el PP gobierna. No hubo respuesta porque dice estar "convencido" del triunfo socialista. La barrera de los 100 escaños será determinante. Por encima, el PSOE puede vender que ha salvado los muebles. Si cae, nadie duda de que comenzará el proceso de sucesión.