Fernando San Agustín "El trabajo de espía no es satisfactorio, vives de engañar y ganarte confianzas para traicionarlas"
Se ha hecho pasar por limpiacristales, vendedor de aceite, estudiante revolucionario refugiado en Francia, o dueño de un bar que acogía a etarras
Fernando San Agustín acaba de publicar "La trastienda de los servicios de inteligencia", a caballo entre la ficción y la realidad de la transición y la lucha contra ETA
Incógnitas que pueden quedar sin respuesta pese a la Ley de Secretos Oficiales: del 23F al 11M
Su voz suena amable y sus palabras lo son; pero, aunque se ríe varias veces durante su larga conversación con NIUS, Fernando San Agustín asegura que es un hombre asocial, y que eso es producto de su etapa como agente de los servicios secretos españoles donde trabajó hasta finales de los 70. "Nadie en mi entorno podía saber a qué me dedicaba, no podías tener amigos porque no les podías contar casi nada, así que te quedabas sin peña para ir a echar un mus", nos cuenta este aragonés afincado en Barcelona, mientras termina su bolsa de viaje para viajar a Madrid.
Escritor licenciado en periodismo; empresario asesor de seguridad; militar y antiguo agente del CESID, este viernes ha cumplido 84 años. Fernando va a celebrarlo presentando su segundo libro en la capital. Se titula "la trastienda de los Servicios de Inteligencia", de Roca Editorial, nos confiesa que el evento le "impone". Su pasado en el mismo corazón de los entresijos de la transición, o los servicios prestados sacando información a etarras, entre otros muchos, lo han convertido en alguien que prefiere vivir a la sombra, pero que quiere dejar su historia contada por escrito para homenajear a los agentes que viven una vida de anonimato y haciendo un trabajo que "no es satisfactorio".
MÁS
Fernando se dice satisfecho con la vida que le ha tocado vivir, pero asegura que ser espía no es satisfactorio: "Se basa en engañar. Tienes que falsificar, jugar con la confianza de personas que confían en ti para luego traicionar esa confianza. Puedes acabar satisfecho con los logros conseguidos, pero siempre se queda una parte desagradable", afirma.
Su libro es una suerte de realidad y ficción mezcladas, con situaciones, nombres y fechas cambiadas para no desvelar lo que no puede contar. El narrador responde al nombre de Aneto, que es uno de los muchos alias que él manejó en su etapa de agente secreto. Según el autor, "es un libro que se puede leer de dos maneras, como una novela de espías o como una historia en la que el lector sabe que hay una realidad de fondo, y que tiene una línea para diferenciarla de lo novelístico".
Pregunta.: ¿Se llega a tener aprecio por el enemigo al que se está engañando?
Respuesta: Sí, claro. Nuestro trabajo pasa por meses de espionaje, de roce. Mientras te ganas la confianza de alguien le puedes llegar a apreciar, y luego lo tienes que traicionar, para hacer tu servicio. Muchas veces te gustaría despedirte diciendo la verdad, que le has engañado, que te pegaste a él con un objetivo pero que finalmente le has acabado estimando. Pero no puedes, y además, le harías aún más daño.
P.: Entre las confianzas que tuvo que ganarse, estuvieron las de algunos etarras.
R.: Sí, era el final del franquismo y yo me convertí en el responsable de un bar en Barcelona, que tenía un apartamento arriba. Dábamos acogida a miembros de ETA para que estuvieran allí unos días mientras arreglaban lo tuvieran que arreglar. Les decíamos que les apoyaríamos mientras lucharan por la democracia. De esa forma, nosotros conseguíamos información sobre ellos. Sabíamos lo que hablaban y lo que planeaban, pero muchas veces, la información que consigues no la utilizas en ese momento, es muy importante saber cuándo y cómo hay que utilizarla.
De todas formas, lo que hicimos nosotros en la lucha contra ETA solo fue un grano de arena. Cada uno puso el suyo. El logro de la lucha contra ETA, en primer lugar, es de la Guardia Civil y de la Policía. También de la sociedad, y que se puso en contra. Y por supuesto de las víctimas, que supieron aparcar la necesidad de venganza. Es un mérito colectivo.
El papel de los servicios de inteligencia era conseguir que fueran perdiendo apoyos a nivel internacional. Implicar a otras unidades extranjeras y a otros gobiernos para que no les dieran cobertura. Nuestro objetivo era que sintieran miedo a ser pillados o que se sintieran aislados, porque eso es lo que puede aplacar la violencia, no el intentar convencerles hablando. En ETA había psicópatas que habrían matado a cualquier en nombre de lo que fuera, pero después se fue reduciendo ese número de psicópatas.
Me he hecho pasar por vendedor de aceite, limpiador de cristales o empresario, la clave es adoptar de verdad esa personalidad
P.: En esa ocasión se hizo pasar por propietario de un bar. ¿Qué otras personalidades ha simulado?
R.: Muchísimas. Me he hecho pasar por vendedor de aceite, limpiador de cristales, empresario hostelero, o pasar por un estudiante exiliado a Francia al fichado por revolucionario. La clave es siempre adoptar esa personalidad realmente y convertirte en esa persona. Así consigues una coartada sólida, que es lo más importante para un agente. Si simulas ser un empresario, tienes que trabajar realmente para sacar ese negocio adelante, es la mejor manera de hacerlo creíble, de que aunque te retengan o te detengan, se encuentren con una vida real y no puedan probar nada contra ti.
E igual que he desempeñado muchos papeles he tenido muchos nombres en clave, pero ya no los recuerdo. Bueno, uno era Aneto, el narrador del libro.
P.: ¿Y eso que supone para la vida familiar?
R.: Muchísimo. Tienes que tener una mujer que sepa que no le vas a poder explicar nada y lo entienda, porque intuye lo que está pasando. Lo cierto es que esa profesión arrebata muchos matrimonios, es difícil de gestionar.
P.: ¿Cómo es la relación con la Policía y la Guardia Civil?
R.: En general, son los grandes enemigos del espía. Porque, aunque trabajemos con el mismo objetivo, ellos lo hacen desde la legalidad. Nosotros trabajamos casi siempre en la alegalidad o la ilegalidad, pero ellos cumplen la ley y esto les honra.
Afortunadamente tenemos una Policía y una Guardia civil "cojonudas". Al final, nos pillaban muchas veces y nos acababan identificando. Eso es una suerte para este país.
Hay un momento en el que piensas: 'por dios que no me paren', porque viajas con dni falso, matrícula falsa, nombre falso... todo falso y sabes que son tan buenos que te pueden acabar pillando.
P.: ¿Y con los políticos, como es la relación?
R.: A los políticos no les gustan nuestros informes cuando contradicen sus convencimientos. Los informes que da inteligencia no son siempre favorables a la labor del gobierno y eso no les gusta nada. Yo creo que los políticos se levantan por la mañana convencidos de que tienen razón en todo, y por eso cuando les llevan la contraria, hacen poco caso.
Una vez, un político del antiguo régimen me dijo que nunca hiciera un informe de más de cinco líneas porque los políticos no leen más si no es para leer elogios hacia su persona. El que me lo dijo fue Fraga Iribarne, y creo que tenía razón.
Habría procesado al jefe del CNI y a Aznar por homicidio involuntario de los siete agentes asesinados en Irak
P.: Durante nuestra conversación ha hablado varias veces de Irak y los siete agentes españoles asesinados. ¿Qué pasó allí?
R.: Que se cometió un gravísimo error. Yo no los conocía, pero me enfadé mucho. Yo habría procesado al jefe del CNI (Jorge Dezcallar) y al del Gobierno (José María Aznar) por homicidio involuntario. Porque aquellas personas fueron allí a trabajar en unas condiciones que no eran las adecuadas. Un trabajo así no se parece a lo que vemos en las películas de James Bond. Tienes que pasar mucho tiempo trabajando el terreno y ganándote confianzas. Ccuando tienes que fiarte de un intérprete que has conocido hace quince días, mal asunto.
A mí me parece que es un insulto a la inteligencia y a la moralidad del país. Ya sé que hablo como un agente de otro tiempo, pero la edad me lo permite.
P.: La edad también le permite haber sido testigo de momentos, clave, como la llegada de Juan Carlos I a la jefatura del Estado.
R.: En aquel momentos todos teníamos la voluntad de que llegara la democracia, y Juan Carlos I era el símbolo del cambio. Representó una esperanza de país. Y eso que yo no soy especialmente monárquico. Lo soy en tanto que el sistema funciona, pero si deja de funcionar, puedo dejar de serlo.
P.: ¿Juan Carlos I cumplió su papel?
R.: Políticamente cumplió, pero en lo personal no. Era muy Borbón, y los borbones, borbonean, deben tener un gen especial para ciertas conductas detestables y eso supone una falta de ejemplo que es su responsabilidad.
Pero le deberían haber llamado la atención, decirle que había cosas que no debía hacer. Yo lo planteé y cuando me dijeron que no se le podía 'decir no' yo contesté que era una tontería, porque igual que no se le permitiría ir en calzoncillos y camiseta a una recepción de diplomáticos, tampoco se le deberían haber permitido muchas cosas.
Felipe VI es muy Grecia, como su madre. No se parece a su padre, que es muy borbón, y los borbones... borbonean
P.: ¿Es una leyenda que los servicios secretos le taparon las faltas?
R.: Yo creo que no es una leyenda, en absoluto. Él se equivocó muchas veces, y se equivocó el Estado cuando puso al servicio a su servicio y lo dedicó taparle sus faltas. Hoy está en Abu Dabi por culpa suya, pero también porque se le ayudó a tapar muchas cosas.
P.: Usted también conoce a Felipe VI. Fue su profesor de conducción evasiva. ¿Se parece a su padre?
R.: No. Felipe VI se parece a su madre, es mucho más Grecia que Borbón. Como alumno fue genial. Es un hombre equilibrado, espabilado, muy culto, con ganas de aprender y mesurado. Su padre era muy vital, muy explosivo, él es muy Grecia.
Vino a mi empresa particular a recibir esas clases, con su primo. Lo recuerdo como alguien muy alegre, atento y disciplinado. No dejó de estudiar en la semana que estuvo con nosotros y al terminar, todo fue normal. Pagaron la factura y listo. Lo cierto es que mis distintas facetas vitales me han dado la oportunidad de conocer a personas a las que de otra forma no habría tenido acceso.
P.: Y de esas personas, ¿Quién le ha impactado más?
R.: Me han impresionado muchas personas y de todas he aprendido. Yo tenía la costumbre de irme a caminar por las montañas para hablar con pastores del pirineo, que no hablan mucho, pero dicen grandes verdades. Como político me impresionó la cabeza de Fraga Iribarne; me impresionaron algunos generales de la guerra de Franco que me dieron otra visión de ella; también anarquistas de Tolousse; o una mujer extraordinariamente guapa que era miembro de Els Joglars, Gloria Rognoni, que me hizo entender el sentimiento catalanista.
Pero de todas las personas de mi vida, los que más me han marcado han sido los soldados que he tenido a mis órdenes, que son quienes realmente me enseñaron muchas verdades de la vida. Hubo una promoción que me regaló una serie de libros de oposición a Franco. Cuando los leí, les llamé y les dije: "Sois unos hijos de puta, me habéis cambiado la vida".
Recuerdo a otro chaval que me decía que él era carne de la cárcel de Carabanchel, como su padre, su madre y sus hermanos. Que en el Ejército se portaba bien, pero que era carne de extrarradio y que cuando volviera, acabaría entrando en prisión, delinquiendo. Y fue verdad. Intentamos ayudarle, pero no fue posible.
P.: ¿Usted sigue yendo a San Mateo del Gállego, allí saben a qué se dedica?
R.: Sigo yendo porque tengo una casa, pero nadie sabe que fui agente, o al menos no lo sabían hasta ahora. Soy un ser asocial. Mi trabajo me obligaba a serlo, porque no podía tener amigos, porque no les podía contar casi nada de tu vida. Y después, eso ya no cambia, voy a tomar el café solo, leo el periódico, doy un paseo y vuelvo a escribir, porque ya no puedo dedicarme al golf o al huerto, que era lo que quería hacer al jubilarme.
Hace poco, mis nietas y mis hijos me vieron hablando con unas personas extrañas y se quedaron asombradas. Cuando me preguntaron, les expliqué que ahora me hago el simpático, porque quiero que venga gente a mi entierro.