El terreno de juego en el que se van a mover Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo para las próximas elecciones generales del 23 de julio está definido. Las estrategias de los dos líderes políticos las marcaron ellos mismos poco después de que el presidente del Gobierno adelantase los comicios cuatro meses tras el descalabro del PSOE el 28M donde perdió las municipales y buena parte de su poder territorial. Lo que se avecina es una campaña dura, de cuerpo a cuerpo y muy personalizada en los dos candidatos.
Un combate a vida o muerte porque los dos se juegan su futuro político. El contraste es frontal entre dos modelos de país y dos estilos muy diferentes. Fondo y forma. Las cartas las han enseñado esta semana. Sánchez se ha puesto su traje electoral más guerrillero para dar la batalla de la izquierda y Feijóo el más presidencial para ganar el centro.
El líder socialista, que parte como perdedor, ha decidido ir al choque directo radicalizando su discurso contra el PP y Vox -a los que llama "derecha extrema y extrema derecha"- para movilizar al máximo a los socialistas y pescar votos en el espacio que está a su izquierda, el que intenta reunificar Yolanda Díaz con Sumar. El objetivo último es concentrar todo ese voto en el PSOE. Feijóo, que sale como indudable ganador, ha optado estos días por un tono más institucional, de hombre "previsible" y moderado que intenta alejarse del partido de Santiago Abascal. Aunque ese elefante lo tiene en la habitación porque Vox es imprescindible en algunas comunidades autónomas donde pretenden gobernar los populares.
En una España muy polarizada, la campaña se va a tensionar al máximo. Aunque no comienza oficialmente hasta el día 7 de julio el calendario está en marcha y los partidos están enfrascados en la elaboración de sus listas. Hay una fecha clave que están mirando todos los partidos, especialmente el PSOE, porque puede determinar el resultado final. El día 9 de junio se deben comunicar a las juntas electorales las coaliciones que se presentan el 23J. Yolanda Díaz tiene menos de una semana por delante para negociar y alcanzar un pacto expréss con una quincena de formaciones, entre ellas Podemos. El futuro de la izquierda también pasa por si hay unidad o división.
Sánchez fijó su rumbo este pasado miércoles en el Congreso en el mensaje que dirigió a los que han sido sus diputados y senadores en esta legislatura. El presidente utilizó un tono mucho más intenso que otras veces, menos datos y más emoción, para plantear el 23J como una fecha decisiva, trascendental para la próxima década en España. Escoró su discurso y se centró en identificar al PP y Vox como un tándem que copia los métodos del trumpismo.
Vaticinó una campaña de insultos, descalificaciones y mentiras, donde "se inventarán barbaridades", le acusarán de "pucherazo" y hablarán hasta de detenerle. Tiró de uno de los recursos que más utiliza Podemos y Pablo Iglesias para cargar contra los poderosos y los medios de comunicación. A su juicio, unos medios que están alineados mayoritariamente con la derecha y radicalmente en contra del Gobierno. "Van a generar una campaña de desprestigio en prime time y a insultar. Están envalentonados, tienen más medios, más recursos y menos pudor para traficar con la mentira", proclamó.
El eje central del mensaje es la contraposición de dos proyectos para España. O un Gobierno de progreso para avanzar o uno de PP y Vox para retroceder. O nosotros o ellos, a modo de disyuntiva casi dramática. Sánchez subraya que solo el PSOE puede parar la "corriente reaccionaria" que se extiende por Europa. Para eso reclamó "un respaldo fuerte y rotundo". El cambio de estrategia de Sánchez obedece además a la constatación de que la reciente campaña centrada únicamente en la gestión no ha calado entre los españoles. Ahora se recordará lo conseguido, pero sobre todo se alertará de lo que viene si gana la derecha.
En el PSOE llaman al voto útil de toda la izquierda. La portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, se refirió esta semana al "socialismo transversal", a los que "no sienten los colores como nosotros, pero valoran lo que hemos hecho". Tanto Ferraz como Moncloa, en su análisis de los resultados electorales del 28M, destacan que han perdido más poder institucional que votos. Se quedan con un dato, el PSOE ha logrando mantener un 28% de apoyo en las municipales, más de 6 millones doscientos mil votos. En las generales de 2019 fue el mismo porcentaje con 6.792.199 votos. Tan solo 500 mil de diferencia.
Con esa lectura no dan el 23J por perdido, aunque saben que la única posibilidad de resistir es aglutinar el voto y que los abstencionistas del PSOE no se queden en casa. Creen que todavía tienen margen para crecer y no aceptan el marco que quiere imponer el PP de que la ola del 28M aupará a Feijóo a Moncloa en menos de dos meses.
El líder del PP es la otra cara de la moneda. Está pletórico por los resultados tras conseguir siete millones de votos en municipales y acumular el máximo poder territorial de su historia. La misma noche electoral, desde el balcón de Génova, Feijóo proclamó eufórico que España iniciaba un "cambio de ciclo". Normalmente, salvo alguna excepción, quien gana las municipales triunfa meses después en las generales.
El plan trazado por el presidente popular se ha visualizado esta semana. Feijóo se ha presentado como un político "previsible" para contrastar con los giros de guion y los golpes de efecto de Sánchez al que tacha de soberbio y egocéntrico. Denuncia que se ha "podemizado" y puede arrastrar a su partido al desastre. "Sánchez ha mutado al PSOE en un partido sanchista y ahora lo ha mutado en un partido podemizado. No sabemos donde está el PSOE", dijo en 'El Programa de AR" de Mediaset donde dejó algunas claves de su discurso.
Reivindicó una campaña centrada en las propuestas, la gestión y la recuperación económica, pero sobre todo, se presentó como el presidente de todos. "Voy a llamar a la reconciliación nacional, a la reconstrucción económica, institucional y social", enfatizó. Una de sus líneas maestras durante toda la campaña, lo de "derogar el sanchismo", seguirá muy presente. Para Feijóo significa no favorecer la ocupación, no subir la presión fiscal, rebajar la tarifa del IRPF, no gravar los patrimonios, que la sedición vuelva a ser delito, recuperar las penas por corrupción y derogar la "ley de Memoria Democrática de Bildu".
Sánchez y todos sus ministros presionan al líder popular para que aclare si derogar el sanchismo es también acabar con la subida del smi, la reforma laboral, la subida de las pensiones, el ingreso mínimo vital, las becas para los más desfavorecidos o la derogación de la ley de eutanasia o la de vivienda.
El PP tiene muy movilizados a todos sus votantes, pero necesita un extra para tener una mayoría amplia que le permita alejarse de Vox. Lo mensajes "moderados" de Feijóo se dirigen al espacio del centro político y a antiguos votantes socialistas desencantados con Sánchez especialmente por su política de pactos con Bildu y los partidos independentistas.
Ahora mismo el único nubarrón en el camino del PP es Vox y los pactos en las comunidades autónomas para materializar los gobiernos. Las negociaciones coincidirán con la campaña y Sánchez lo aprovechará para retratar a los dos partidos. Feijóo intenta distanciarse de Abascal y le desafía para que deje gobernar a los barones populares, pero ese camino no a a ser fácil. Vox ya avisa: "O negocian o que siga gobernando el PSOE".
Son las armas de cada uno para ir a la batalla electoral definitiva. Sánchez tiene que sacar a su partido del estado de shock y depresión en el que se encuentra tras haber perdido estrepitosamente y volver a enchufarlo en una campaña que mantiene otra incógnita: cómo será recibido en algunos territorios donde se le culpa abiertamente de la derrota por haber diseñado la campaña del 28M en clave nacional y con un absoluto protagonismo. Ahí está el run run que cuestiona su liderazgo y empieza a hablar de su sucesión. Mientras, Feijóo lo tiene todo a favor y recorrerá España a lomos de la victoria.