La Guardia Civil investiga si el odio entre hermanos tras una herencia provocó el crimen de Manzanares
El hermano de la víctima confesó, diez días después de las primeras detenciones, que guardaba una pistola entregada por el presunto autor del crimen
Los hijos y la pareja del fallecido habían alertado del extraño comportamiento del familiar los días posteriores a la desaparición
Ante los agentes, el ahora investigado no ha aportado apenas explicación sobre el motivo por el que escondió el arma
El conocido como crimen de Manzanares, o lo que es lo mismo, la desaparición y muerte del empresario Juan Miguel Isla, ha dado un nuevo giro para los investigadores. Primero fue la certeza de que el principal sospechoso, un intermediario llamado Antonio Caba, había sido investigado años atrás en relación con la desaparición de otro empresario. Después la confirmación de que el vehículo de la víctima había sido trasladado hasta Albacete, a varias horas del pueblo de Ciudad Real donde presuntamente se cometió el crimen. Y tras las detenciones, un nuevo elemento se ha sumado a las pesquisas, cuando el hermano de la víctima se presentó el pasado 27 de marzo ante los agentes de la Guardia Civil y confesó que escondía en una nave industrial de su propiedad una pistola que le había entregado el principal detenido. Un arma sin registrar que le fue entregada el día después de la muerte de su hermano.
Según ha podido confirmar NIUS, no era la primera vez que el nombre de Francisco José Isla, hermano del fallecido, aparecía en la investigación. De hecho, aunque su imputación todavía no era formal, la familia del empresario fallecido, cuyo cuerpo fue encontrado el pasado 17 de marzo en un pozo de una explotación agrícola local, señaló en varias ocasiones a los investigadores la enemistad que Juan Miguel Isla mantenía con su hermano desde hacía años. Un encontronazo que se incrementó en 2011 con el fallecimiento de su padre y el reparto de la herencia familiar. Desde entonces, los dos hermanos apenas se saludaban por la calle, en una situación que según el sumario del caso, venía de lejos.
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Según los familiares del fallecido, el trato entre ambos comenzó a ser complicado ya en los años 80, cuando Francisco José se hizo cargo de las empresas familiares, como gerente tanto de la bodega familiar como de las explotaciones agrícolas dependientes de dos fincas: La Madara de Villarta de San Juan y la finca La Torre de Manzanares. Sin embargo, no todo fueron buenos números en esas inversiones, por lo que el padre de ambos colocó también a Juan Miguel a controlar los negocios familiares. Saltaron entonces chispas entre ambos. “Francisco José no lo aceptaba, por lo que finalmente fue el hermano mayor quien continuó con la gestión”, declaró la pareja del fallecido a la Guardia Civil.
En 2011 y tras la muerte del padre, llegó el momento del reparto de la herencia, que había quedado en usufructo para su madre. Aquí aparecen dos versiones. Por un lado, el hermano ahora investigado explicó a la Guardia Civil que los otros dos herederos, (entre los que estaba la víctima) convencieron a su madre para realizar en vida un reparto de los bienes y las propiedades familiares “en contra de la opinión” de Francisco. “Con la supervisión de un albacea, hicieron tres lotes, que repartieron. El manifestante no estuvo de acuerdo con el reparto ni con las formas en que hizo el mismo, lo que desembocó en que dejase de hablarse con Juan Miguel y María Paz, aunque con el paso de los años ha retomado cierta relación con su hermana, aunque muy escasa”, explicó Francisco a los agentes en verano de 2022.
En el pueblo, mantenía incluso que le habían echado de esa vivienda, que consideraba su casa, porque en el reparto fue a parar a manos de una hermana. Por otro lado, los familiares del fallecido destacan esa enemistad pero mantienen que se debía a que tras trabajar al frente de las empresas familiares, Francisco se negaba a que el reparto de la masa hereditaria fuera equitativa entre sus hermanos, “lo que propició que dejase incluso de visitar a su madre, y terminó de finiquitar la relación entre los dos hermanos”, explicó a los agentes la actual pareja de la víctima, que recordaba “mucho intercambio de gritos pero jamás llegaron a las manos [...] Juan Miguel llegó a decirle a la manifestante que su hermano le miraba con odio."
“Ellos piensan que Francisco y yo sabemos dónde está”
Con esto sobre la mesa, la Guardia Civil tenía claro que la relación entre Juan Miguel Isla y su hermano no era buena. Pero había dos elementos más. El primero era el comportamiento extraño de Francisco los días posteriores a la desaparición de su hermano, más preocupado por las consecuencias financieras que por la falta de su familiar directo. Francisco mantenía en público que su hermano se había marchado de forma voluntaria tras cobrar el dinero en efectivo de una finca y que estaría disfrutando de esos fondos hasta gastarlos, “incluso riéndose de que se hicieran búsquedas para encontrarle”.
Por otro, los investigadores sabían que Francisco tenía muy buena relación desde hacía años con Antonio Caba, el intermediario de fincas considerado autor material del crimen. De hecho, el sumario del caso tenía ya una prueba concreta: una reunión entre ambos que en un primer momento no fue detectada (nunca quedaron por teléfono) pero que dejó rastro en las conversaciones de terceros. ¿Para qué quedaba entonces el hermano de la víctima con el principal sospechoso? Esa reunión se produjo justo después de que los agentes de la Guardia Civil tomase declaración al principal investigado. “Significar que, los interlocutores han evitado tratar telefónicamente las últimas actuaciones policiales -tomas de manifestación-, a pesar de exteriorizar acciones, como la llamada expuesta, que evidencian su conocimiento”, reflejan entonces los informes policiales.
“Ellos piensan que Francisco y yo sabemos dónde está”, llega a afirmar por teléfono el principal investigado en otra conversación obrante en el sumario, en relación a las pesquisas de la Guardia Civil. Ante los agentes, el hermano de la víctima reconoció su relación con Antonio Caba, que éste le mantenía informado sobre los negocios de su hermano y que se conocían “de siempre”. ”También ya referido ya que Antonio CABA le ha venido informando de todo lo concerniente a la venta de la finca Monte Milla de su hermano Juan Miguel a los hermanos Fidel y Domingo. Que lo hacía por deferencia al manifestante”.
La aparición de la pistola
El pasado 17 de marzo, tras más de un año de investigación, la Guardia Civil encontró el cuerpo sin vida de Juan Miguel Isla oculto en un pozo de una finca agrícola. Detuvo por su muerte tanto a Antonio Caba como a un presunto colaborador. Una persona que trabajaba junto al intermediario de fincas y que fue quien trasladó el coche de la víctima hasta Albacete. Sin embargo, la sorpresa llegó diez días después, cuando el hermano de Juan Miguel llamó directamente a los investigadores y les confesó que escondía una pistola en una nave industrial de su propiedad. El arma estaba en su poder, con munición y debajo de un lavabo. Estaba limpia, sin rastro alguno de su propietario real en los registros policiales, y habría sido entregada por el intermediario el día después de la muerte de su hermano.
Ante los agentes, Francisco declaró que el acusado por la muerte de su hermano le citó el 22 de junio, día de su fallecimiento, para verse a la mañana siguiente en el bar que ambos solían frecuentar y allí le entregó el arma, una pistola Astra de 9 milímetros. Ante los agentes, Francisco no fue capaz de aportar un solo argumento convincente sobre el motivo por el que accedió presuntamente a guardar ese arma. Tampoco ha explicado porqué esperó más de un año para entregarla a los agentes. Además, queda por conocer también la versión del otro protagonista de ese encuentro, Antonio Caba: primero sobre la entrega del arma de fuego, y segundo sobre el posible papel de Francisco en el crimen de su hermano.