La fuga con doble atropello mortal de Pedro, el ladrón de catalizadores que siempre se salía con la suya

Conducía sin carné en vigor, buscado por la Justicia, con un bebé sin la silla reglamentaria y cuatro catalizadores robados en el maletero
Cuando los agentes le dieron el alto, en lugar de escapar por carreteras secundarias se desplazó directo al centro de Madrid
La Policía le vincula con el conocido clan de Los Saavedra. Antes de su entrega, los agentes visitaron la casa de su madre en Carabanchel
Pedro vivía al margen de la Ley. Su listado de antecedentes policiales es tan largo que sonroja a cualquiera que pague impuestos: robos, hurtos, delitos contra el patrimonio de toda índole… un ejemplo de esos que “entran por una puerta y salen por la otra” cada vez que son detenidos. En el momento de causar el caos en una de las arterias de entrada a Madrid y convertirse en un kamikaze a la fuga, conducía sin el carné en vigor, reclamado por la Justicia, con el coche de su pareja y con el maletero cargado de catalizadores robados. Esa misma mañana, la Policía Nacional sospechaba que Pedro había pegado su último golpe cerca de un polígono industrial de Leganés.
Sin embargo, el motivo de que un coche de la Guardia Civil le dio el alto cuando circulaba por la A-5 a seis kilómetros de la ciudad fue que los agentes vieron en su interior a un menor, un bebé de ocho meses, hijo de Pedro y que circulaba en el asiento de atrás sin medida de seguridad alguna, en los brazos de su madre. En ese momento, el Mercedes de color gris que se convirtió minutos después en un arma mortal hasta costar la vida de dos personas, aceleró la marcha en lugar de parar.
El coche pasó por la M-406, luego llegó a la M-50 y tomó un cambio de sentido hasta alcanzar de nuevo la A-5, pero esta vez en dirección a Madrid. Lejos de intentar escapar por una zona poco poblada, el delincuente se lanzó de lleno a una de las zonas más concurridas de la capital, el Paseo de Extremadura, en el distrito de Latina. Era poco antes de la una del mediodía cuando el coche que escapaba de la Guardia Civil con cuatro ocupantes dentro (Pedro, su mujer, su hijo y un socio de fechorías que marchaba de copiloto) enfiló los primeros metros de la calle. Lejos de frenar, el conductor aceleró cuando el semáforo estaba en rojo y en pleno paso de cebra había un hombre de 81 años al que causó la muerte con el primer impacto. Fue a la altura del número 88 de esa misma calle.
Pero Pedro no paró al sentir el primer impacto. Sus acompañantes tampoco hicieron intención de obligarle a que hiciera el alto y a 650 metros, un segundo impacto contra otro peatón causó la segunda víctima mortal, otro hombre de 72 años. En el mismo golpe casi se lleva por delante a otro matrimonio y a una señora de 90 años que trataba de cruzar la calle. Después de aquello, Pedro salió corriendo del vehículo dejando a su mujer, a su hijo y a la persona que los acompañaba en la escena del crimen. Cuando fueron detenidos, los agentes confirmaron que su pareja tenía también un importante número de antecedentes policiales, sobre todo por el robo de catalizadores de vehículos. La pìeza tiene un importante mercado negro, ya que cuenta con materiales cotizados como el platino, muy demandado en joyería. En el mercado negro, algunos catalizadores alcanzan los 500 euros y se roban con relativa facilidad, cortando el conducto de ventilación del motor con una radial en pocos minutos.

La Policía en casa de su madre
Cuando los agentes abrieron el maletero del coche, localizaron cuatro catalizadores robados y al confirmar la identidad del conductor, dado a la fuga, advirtieron también las sospechas de que Pedro había estado actuando esa misma mañana en el robo de catalizadores en un polígono industrial a las afueras de Madrid. Por un momento, eso dio tranquilidad a los agentes, que valoraron incluso que los atropellos fueran fruto de un ataque terrorista. La consecuencia, al fin y al cabo, era la misma: una de las calles más concurridas de la capital convertida en zona de guerra, con dos muertos, varios heridos y los servicios sanitarios montando carpas de emergencia en mitad del asfalto para dar asistencia médica a los atropellados y convertir la ciencia en milagro.
Mientras, agentes de Policía Nacional y Policía Municipal de Madrid trabajaron de forma coordinada para acordonar la zona y lanzar los primeros datos sobre el kamikaze. Pedro, 32 años. Más de una decena de antecedentes policiales y con lazos con el Clan de los Saavedra, acusado de ser uno de los grupos que lideran el tráfico de drogas en el mayor mercado mayorista de Madrid, la Cañada Real. Tras los atropellos, Pedro escapó a la carrera y los agentes comenzaron la operación jaula, una búsqueda en círculos concéntricos que se amplía cuando más tiempo pasa para intentar localizarle.
De forma paralela, agentes de la Policía Nacional se desplazaron al domicilio de la familia del delincuente para comprobar si se había escondido allí o le estaban dando cobertura. Allí, recomendaron a su madre y a cualquiera que pudiera tener contacto con él que le diera un mensaje: después de lo que había hecho, era mejor que se entregase. A las pocas horas, Pedro apareció acompañado de un abogado en la comisaría del distrito de Latina y se puso en manos de la Policía Nacional.
