Directivos del Barça echan balones fuera y se señalan entre ellos por los pagos al hijo de Negreira
Oscar Grau, entonces director ejecutivo, asegura que se enteró de los pagos en 2018 por dos subalternos, pero ellos lo niegan
El CEO del club asegura que en la reunión para romper relaciones con JavierEnriquez estaba también el manager del equipo, José Segura, que dice lo contrario
Grau, Segura y Albert Soler, director de Áreas, se apuntan entre ellos como responsables de la sección de Fútbol que recibía los informes
El caso Negreira ha aportado distintas versiones al juzgado sobre una misma realidad: la de los pagos millonarios al número dos de los árbitros españoles por parte de uno de los clubes más importantes de la competición, justificados por presuntos trabajos de asesoría que no aparecen por ningún lado. El problema es que parte de esas versiones, diametralmente opuestas en algunos casos, provienen de altos directivos del propio equipo, que se señalan entre ellos como conocedores de los pagos a Negreira y su hijo, y que niegan cualquier tipo de responsabilidad en los mismos.
En este punto aparece una de las figuras clave para la investigación, llamado Oscar Grau y que ocupaba el cargo de CEO del club durante la presidencia de Josep María Bartomeu. Según la querella presentada por Fiscalía, la Justicia investiga ahora tanto los pagos al colegiado como los cobrados por la empresa del hijo de este, que por el momento no está investigado en la causa y que sí aportó ante los investigadores distintos informes arbitrales elaborados para el equipo Blaugrana.
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Ante la Fiscalía de Barcelona, Grau mantuvo que no tenía conocimiento de los pagos al hijo de Negreira hasta 2018, fecha en la que decidió desvincular al club del árbitro por lo abultadas que eran sus facturas. Según su versión, contactó entonces con el director del Área deportiva, Albert Soler, y con Josep Segura, manager del club, para “saber en qué consistía ese gasto, informándole Albert Soler que esto se venía haciendo desde 2005 y que se trataba de unos informes y vídeos arbitrales”, refleja la documentación del caso.
Distintas versiones
Sin embargo, los dos aludidos niegan que eso fuera cierto. El primero mantuvo ante la fiscala que encabezó las diligencias informativas que nunca tuvo relación con Negreira aunque sí con su hijo, “quien le facilitaba cada semana un análisis del árbitro asignado por el Colegio de Árbitros para pitar el primer equipo y el Barcelona B” y que era plenamente conocedor de esos servicios Óscar Grau., “quien preguntaba si los servicios se estaban haciendo correctamente”. “El CEO conocía en qué consistían estos trabajos y en 2018 le comentó que dejaban estos servicios pero no recuerda que le dijeran el motivo”, reflejan las actas sobre la declaración del directivo del Barça.
Por su parte, José Segura mantuvo desconocer incluso “la existencia de trabajos sobre los árbitros que iban a pitar al primer o segundo equipo” y explicó que “solamente una vez, no recuerda si fue el presidente Bartomeu u Óscar Grau, le comentaron y le enseñaron unos informes sobre los árbitros que pitaban los partidos”.
La divergencia de versiones no terminan aquí. Ante los investigadores, el CEO del Barça mantuvo que la rescisión de los servicios de Javier Enríquez, hijo del número dos de los árbitros españoles, se pactó en una reunión a la que asistieron además Albert Soler y Josep Segura. Sin embargo, el primero asegura que dejó la sección de fútbol en 2017 y que fue el propio Grau la persona que asumió sus funciones. El segundo mantiene también que nunca estuvo en esa reunión. Sin embargo, hay una tercera versión de este encuentro, aportada esta vez por el hijo del colegiado. Ante la Fiscalía, el hijo de Negreira reconoció que se reunió con los directivos del Barça, pero no para que cesaran sus servicios, si no para pedir que le fueran facturados directamente a su empresa, sin utilizar a Josep Contreras como intermediario. En esa reunión, Javier Enríquez sitúa tanto a Oscar Grau como a “Pep Segura”, quienes “le dinero que el motivo de prescindir de sus servicios era económico, dándole la impresión de que estaban en una reunión por obligación y compromiso, no durando más de seis minutos”.