Las consecuencias del cambio climático están ya muy presentes en nuestra vida cotidiana. Un nuevo ejemplo lo encontramos en el jamón ibérico.
A consecuencia de la sequía, cada vez hay menos bellotas en las dehesas, lo que ha reducido el número de jamones, al tiempo que ha encarecido su precio. Una situación que parece difícil revertir.
“Ha disminuido el volumen y la cantidad de bellota y eso al final tiene una consecuencia en la alimentación del cerdo”, confirma Óscar Ruso, responsable de la tienda especializada Julián Martín.
Este año los profesionales del sector lo han notado especialmente. En el campo se ha recogido un 25% menos de bellota y se han padecido temperaturas mucho más cálidas.
No es un problema de futuro, “es un problema que ya está aquí”, resalta Ruso, recordando que el jamón que degustamos lleva mucho tiempo de elaboración. Casi seis años de cuidados y trabajo para conseguir ese sabor y esa excelencia. Eso sí, el resultado es un lujo, que ahora está en peligro.