Hace hoy justo un año que muchos vecinos de Todoque, en La Palma, se apresuraban a recoger todo lo que podían de sus casas. Tenían solo unos minutos para llenar furgonetas y camiones con lo más necesario o valioso. Fueron momentos de mucha angustia porque tenían casi la certeza de que era la última vez que veían los que habían sido sus hogares en pie. Pocos podían imaginar que aquella precipitada huída se convertiría en una tragedia tan larga y dura a causa del volcán. Muchos vieron como las coladas devoraban sus hogares, un drama del que aún no se han recuperado.
"A mí me llamaron para que me despidiera de mi casa". Su casa estaba en el primer núcleo habitado que arrasó el volcán. Junto a otros muchos vecinos, Efigenia fue desalojada por precaución, pero la colada cambió de trayectoria. "Tenía una casa espectacular y se fue", recuerda. Antes vivió como tantos otros la angustia de salvar lo imprescindible, las carreras para llevarse lo máximo, con la lava pisándoles los talones.
Una tarea en la que no estuvo sola. "Fue poner un mensaje en WhatsApp, de necesitar ayuda, y hubo mucha gente ayudando, más de la que yo me esperaba", agrega Efigenia. De esos días, de sobresaltos y carreras, Paolo exhibe en su restaurante varios recuerdos: "Un libro de reservas. Cinco mesas que estaban comiendo y que tuvieron que salir corriendo". Y enterradas entre rocas volcánicas, las llaves de las dos casas que perdió. La Palma comenzaba a asumir que el volcán iba a hacer mucho daño.