Cuando se han cumplido más de diez meses desde que el volcán de Cumbre Vieja entrara en erupción, los equipos siguen detectando elevadas concentraciones de gases peligrosos en algunos puntos de La Palma. La erupción volcánica se dio por finalizada casi terminando el pasado año.
Un fuerte pitido durante la medición confirma que en lugares cercanos al volcán, como Puerto Naos, todavía quedan importantes rastros de dióxido de carbono. Una realidad que aún hoy impide a muchos vecinos regresar a sus hogares. Pero hay más problemas en la isla canaria que impiden a los afectados volver a las casas más cercanas a la zona de la erupción.
Aún rugía el volcán cuando ya se afanaban en rescatar viviendas sepultadas por la ceniza. Arrancaban meses de trabajo que han conseguido despejar casi por completo algunas edificaciones, como la vivienda de Vicente. Él asegura que "la casa se ha convertido en un icono y en un símbolo a la resistencia del volcán".
En la misma zona, está la casa de Heriberto. Su desilusión tras el paso del volcán, con montañas de cenizas cubriendo hasta las ventanas, se ha tornado en esperanza, cuando han conseguido desenterrar la vivienda. "Está espectacular", decía en un vídeo, añadiendo que "las paredes se ven más o menos bien".
Los daños visibles pueden arreglarse, pero hay otros problemas. Y es que los seísmos y la lava que discurría por superficie y también bajo la tierra puede haber dañado lo que no se ve, la cimentación. Hay que descartar esa posibilidad.
Para eso, los investigadores toman muestras en la zona de exclusión, extrayendo un testigo para poder llevarlo al laboratorio. "Un daño podría ser la descomposición del hormigón", señalan.
Además, estudiarán si las casas en el área más cercana a la erupción pueden volver a habitarse y convertirse así en un símbolo de resurrección.