Las balas y la lista de la compra de Rufián, la defensa de la cruz de Abascal, el lazo azul de Feijóo, el tenso minuto de silencio en homenaje a Miguel Ángel Blanco. El extraño primer debate del estado de la nación del presidente Pedro Sánchez, con un líder del PP como convidado de piedra, ha sustituido el clásico cara a cara con el jefe de la oposición por otras pistas y revelaciones sobre el también extraño momento político, con el aire contaminado de la inflación colándose por los respiraderos del Congreso de los Diputados.
Como que el alma que la vicepresidenta segunda y flamante líder "in pectore" de un invento llamado Sumar, Yolanda Díaz, echaba en falta en el Gobierno de coalición es roja, que la guardaba el presidente y que este asfixiante martes de julio la ha expandido por el hemiciclo en forma de medidas muy, muy populares, de las de la izquierda de toda la vida.
Más impuestos a la banca y las grandes empresas y transporte en los trenes de cercanías gratis, entre otras. La reacción de la bolsa no se ha hecho esperar: 5.300 millones perdidos por la banca en bolsa. ¿Quién lo pagará? Los ciudadanos parece aunque el presidente vaya a por todas. Que va. Y atacando a los cenáculos con puros que él cree que le acosan y explican las encuestas pese a no dejar a nadie atrás. Rufián le pidió algo que sonó a controlar a los medios, que también contaminan.
Pedro Sánchez usó carteles estadísticos incluidos de los que se usan en los debates electorales fue cosechando aplausos, cada vez más entusiastas, en las filas socialistas y también en las del imprescindible socio de Unidas Podemos. Le han jaleado, sí.
Con una significativa excepción. La de la propia Yolanda Díaz, que ha evitado aplaudir como el resto del Gabinete y solo lo ha hecho, como a cámara lenta, casi de compromiso, en los últimos compases del discurso de Sánchez, cuando le ha dado caña al PP (y a su pasado) por corrupto y poco comprometido con las clases medias, a las que Sánchez quiere ayudar yendo "a por todas" y dejándose "la piel".
La ministra de Trabajo ha aclarado después que a veces le parece "hasta incómodo" aplaudir todo el tiempo al orador y que ve más importante "escuchar". Precisamente, el lema de su sumatorio político.
Al ministro de Consumo, Alberto Garzón, también le ha debido resultar complicado aplaudir mucho al presidente, porque ha tardado en hacerlo, embebido como estaba en tomar y repasar notas en unos papeles de los que no se ha desprendido, mientras Sánchez hablaba. A veces parecía que lo que sucedía a su alrededor no iba con él.
¿Y Feijóo? ¿Cómo ha ido su estreno en el hemiciclo del Congreso? Dentro de lo previsto, ha recibido la ovación de su grupo nada más pisar por vez primera el semicírculo parlamentario, al que ha accedido acompañada de la portavoz del grupo popular, Cuca Gamarra, y ha ocupado el escaño que lo fue de Pablo Casado, cuyo espectro hoy parecía olvidado en el tiempo y el espacio del mundo parlamentario.
El senador Feijóo se ha sentado en el puesto del jefe de la oposición, ha guardado compostura de silencioso jefe de la oposición, ha aguantado con cara de póquer cuando Sánchez ha recurrido al comodín de la corrupción del PP y de su semblante apenas han surgido sonrisas, salvo por algún comentario con el también senador Javier Maroto, ubicado a su lado mientras Gamarra estaba en la tribuna.
Ha aplaudido a la portavoz de su grupo como el resto de la formación, que ha palmeado tantas veces a su jefa que Gamarra ha evitado hacer pausas con cada ovación para no perder el hilo, más bien una tela cuya urdimbre ha comenzado a tejer con un minuto de silencio requerido en homenaje a Miguel Ángel Blanco.
A la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, no le ha gustado nada que convocara el homenaje sin que antes se hubiera pactado por los portavoces, como es costumbre, y así se lo ha hecho saber al acabar su discurso. De hecho, ella ha permanecido sentada.
Cuca Gamarra ha sacado a colación a ETA, ha considerado "anómalo" todo lo que hace el Gobierno, ha acusado a Sánchez de no cumplir "jamás" con sus previsiones y le ha reprochado que él, el presidente, "sale muy caro a los españoles". Ha acabado poniendo nombre y apellidos a la única alternativa a tanta catástrofe: Alberto Núñez Feijóo.
Cuando ha vuelto a su asiento, el presidente de su partido se ha apartado para dejarle sitio, se ha abrochado la chaqueta y le ha ofrecido la mano diestra, abierta y levantada, para chocarla con la suya, como el entrenador que recibe a un gran jugador en su retorno al banquillo.
Sánchez ha rebatido el sombrío panorama presentado por la portavoz del PP con cifras y más cifras y más carteles con gráficos en los que era imposible leer nada.
"Aquí, en rojo, España", ha llegado a decir señalando con el dedo para reafirmar que la inflación nacional no es la más alta de Europa, como sostiene el PP. Después ha aseverado que España no tiene la inflación más alta sino "la oposición que más miente de toda Europa".
Pedro Sánchez solo se ha dirigido a Alberto Núñez Feijóo de refilón, puntualmente, y en los momentos más duros de su réplica ha atacado al PP de manera genérica, como al echar en cara a los populares que siguieran utilizando políticamente el terrorismo, algo que, ha recordado, ya les reprochó Alfredo Pérez Rubalcaba en 2005.
No han sido largas su dos respuestas a Gamarra, la primera incluso más corta que el propio discurso de la portavoz del principal partido de la oposición, cuyo entrenador y senador por Galicia no hablará hasta mañana, y lo hará fuera del hemiciclo. En El Escorial.
Tal vez la ausencia de ese cara a cara que caracteriza todos los debates del estado de la nación ha hecho que en la tribuna hubiera pocos invitados y autoridades. Eso sí, por la mañana no ha faltado el padre Ángel. Con su bufanda. Roja.