El 24 y 25 de febrero de 2015 se celebró el último debate del estado de nación en el Congreso de los Diputados. Desde entonces no ha habido ninguno. Las sucesivas elecciones generales, la moción de censura y la pandemia han desterrado el debate político más importante. Han pasado siete años, los más turbulentos de la política española, en los que el panorama ha dado un vuelco en España. El cambio ha sido radical.
Aquel debate fue el último del bipartidismo, lo protagonizaron Mariano Rajoy como presidente del Gobierno y Pedro Sánchez como líder de la oposición y ni Podemos ni Ciudadanos, y mucho menos Vox, tenían representación parlamentaria. Fue la última mayoría absoluta, 186 escaños tenía el Partido Popular. ERC solo tenía tres diputados. El nacionalismo catalán moderado estaba representado por CiU, la tercera fuerza del Parlamento.
Es la foto de aquel día. Subieron a la tribuna políticos que ya han desaparecido de la primera escena como Josep Antoni Duran i Lleida, portavoz de Convergència i Unió, o Rosa Díez, la líder de UPyD. Algunos como Pablo Iglesias o Albert Rivera todavía no habían llegado. ¿De qué hablaron los políticos? Básicamente de economía y de corrupción. Rajoy prometió tres millones de empleos y centró su discurso en una incipiente recuperación tras la crisis y Sánchez golpeó con los casos Gürtel y Bárcenas que acechaban al PP.
El presidente del Gobierno acudió al debate cargado de cifras y datos para anunciar que España había "salido de la pesadilla" y que la recuperación económica era una realidad tras años de sacrificios. Presumió de generar empleo después de haber recibido un país "al borde de la quiebra", de evitar el rescate europeo y de mantener el Estado del Bienestar. En aquel momento había más de cuatro millones y medio de parados. Pasó de puntillas por la corrupción que afectaba a su partido y por el proceso soberanista en Cataluña. Toda la oposición le censuró por hacer un discurso triunfalista, dedicado al autobombo y alejado de la realidad.
El plato fuerte, como en todos los debates de política general, fue el cuerpo a cuerpo entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición. Era la primera cita para Sánchez que cargó contra Rajoy por el aumento de la desigualdad en España, atacó su reforma laboral, le acusó de mentir sobre el rescate y le reprochó gobernar a golpe de decreto ley y la subida de los precios de los medicamentos, del gas, del agua y de la electricidad. "Salga a la calle, señor Rajoy", le dijo.
Pero donde puso el acento fue en los casos de corrupción que asediaban a los populares. "Usted se relaciona con los españoles a través de un plasma y con un delincuente por SMS", aseguró en referencia a los mensajes que el presidente del Gobierno envió al extesorero Luis Bárcenas. Le recordó los pagos en B para reformar la sede de Génova, los sobresueldos y le restó toda credibilidad para luchar contra la corrupción: "Su nombre y el de Bárcenas van a ir siempre unidos". Él se proclamó como "un político limpio".
El cruce de acusaciones fue muy duro. Rajoy directamente ninguneó a Sánchez. Le espetó que no tenía nivel y que no daba la talla para ser presidente del Gobierno. Le recomendó que no volviese al Congreso: "Y no vuelva usted aquí a hacer ni a decir nada. Ha sido patético".
Tras aquel duelo parlamentario subió a la tribuna Duran i Lleida como portavoz de CiU, el tercer partido del Congreso con 16 escaños. Meses después la coalición nacionalista saltó por los aires por las diferencias ante el proceso soberanista. Aquel divorcio político dejó las manos libres a Artur Mas para afianzar su apuesta independentista. Duran ya advirtió a Rajoy aquel 24 de febrero de que existía un "problema político" en Cataluña que se iba a "enquistar" si no había una respuesta política y no solo judicial. Le reprochó su "insensibilidad ante una necesidad de diálogo".
También debutó un jovencísimo Alberto Garzón en representación de Izquierda Unida que echó en cara a Rajoy la corrupción y su política económica que perjudicaba a los trabajadores y subía la cuenta de beneficios de las grandes empresas. "Vamos a pedir recuperar todo lo que usted nos está robando", le dijo el actual ministro de Consumo que finalizó su intervención con un "vamos a echarle, señor Rajoy. Salud y República".
Rosa Díez fue otra de las protagonistas de aquel debate. Le quedaba tan solo un año por delante al frente de UPyD, el partido que fundó ya tenía problemas internos. Ella también embistió con el caso Bárcenas y la financiación ilegal del PP y responsabilizó a Rajoy de haber mentido y maltratado a los españoles.
Fue el último debate del estado de la nación. El 20 de diciembre de ese año se celebraron elecciones generales y el tablero político en España se alteró. Las ganó el PP de Rajoy con 123 escaños, el PSOE de Sánchez obtuvo el peor resultado de su historia con 90 escaños e irrumpieron en el Congreso dos partidos emergentes que han sido claves desde entonces. Podemos, que se había presentado por primera vez a unas generales con Pablo Iglesias como líder obtuvo 69 escaños, Ciudadanos, presidido por Albert Rivera, consiguió 40 diputados. Ninguno de los dos, erigidos como líderes de la nueva política, están ya en activo.
Se acabó el bipartidismo y curiosamente se acabaron los debates que inauguró Felipe González en 1983, el presidente que más ha protagonizado.