Tormentas eléctricas repentinas que rompen la calma: cómo se predice el fenómeno típico del verano
Para que se geste una tormenta eléctrica es fundamental que se den las condiciones para la convección
Las tormentas del verano suelen ser convectivas, e influye mucho la orografía del terreno
Son más frecuentes en el entorno de zonas montañosas como los Pirineos
Además del calor sofocante, hay un fenómeno que nos viene acompañando todo el verano y lo seguirá haciendo lo que queda de estación: las tormentas eléctricas. Rayos, trueno y relámpagos que van tomando forma por la mañana y brotan por la tarde fugazmente, para después dar paso de nuevo a la calma estival. Pero ¿cómo se predice este evento tan repentino?
Predecir las tormentas eléctricas es complejo porque las características que permiten su formación lo son. El portal de detección de tormentas Météorage (Toutsurlesorages.com) ha publicado una entrada en su blog que lo explica muy bien: “Además de la inestabilidad atmosférica”, dice, “es necesario tener en cuenta las condiciones de humedad que están influenciadas por la naturaleza del suelo, el tipo de vegetación o la configuración del relieve”.
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Los avances en los modelos numéricos que predicen el tiempo permiten anticiparse un día a la formación de una tormenta eléctrica, aunque estas predicciones nunca serán 100% fiables. Lo principal para esta anticipación es preguntarse si se dan las condiciones propicias para la convección.
La Agencia Estatal de Meteorología define el concepto de convección como la “transferencia de calor dentro del aire por su movimiento”, es decir, “el transporte vertical de calor y humedad”.
Por tanto habrá más probabilidad de tormenta eléctrica cuando hace calor en la superficie. Eso explica que en verano sea cuando más se producen. Pero además es necesaria cierta inestabilidad, por ejemplo causada por un frente frío, así como humedad en las capas inferiores.
Sin embargo el pronóstico siempre será algo inexacto cuando se hace con más de una hora de antelación. Es lo que se conoce por ‘Nowcasting’ y, aunque puede llegar tarde para algunos, lo cierto es que es mucho más infalible porque se realiza cuando quedan minutos.
Para esta predicción se utilizan los LLS (en inglés, el sistema de localización de rayos). “Más allá del plazo de una hora, se combina con el pronóstico meteorológico porque la observación del fenómeno ya no permite estimar su desplazamiento de manera tan eficiente”, cuentan los expertos Stéphane Pedeboy y Paul Barnéoud de Météorage.
El movimiento de la tormenta
Para empezar, hay varios tipos de tormenta eléctrica. Destacaremos dos: las frontales y las convectivas.
Empecemos por las frontales. Cuando un frente se adentra en la Península, el aire cálido y húmedo trepa por encima de aire frío, y ahí se desencadena la tormenta a lo largo del frente. El aporte de humedad ayuda a formar la nube de tormenta y el calor es lo que hace que suba al ser menos denso. Pueden afectar a varios cientos de kilómetros y suelen ser más fáciles de anticipar porque su avance es más visible en los mapas y más previsible. Suele ser de sur a norte.
Las convectivas, en cambio, son más aisladas. La orografía determina cuándo y dónde se producen y suelen estar presentes en zonas de relieve. Son las que estamos teniendo en verano. “Su anticipación es más delicada que en el caso de las tormentas frontales, pero a menudo se refieren a áreas específicas como los Alpes o los Pirineos”, enuncia Météorage.
“Contrariamente a la creencia popular, pocas tormentas eléctricas son repentinas e impredecibles. Uno de nuestros estudios recientes de accidentalidad lo demuestra y reporta alrededor del 5% de los casos en una gran parte de Europa”, continúa.
Predecir cómo de intensa será la tormenta
En general, si escuchamos que hay aviso por tormenta debemos asociar de inmediato que hay un riesgo y por tanto evitar salir. Hoy en día es posible identificar un aumento repentino en el número de rayos, lo cual da una pista de que la tormenta eléctrica se está intensificando. Esto es importante porque hay veces que pueden llegar a desatar un episodio con granizo o fuertes ráfagas de viento.