El desierto más grande del mundo envía cada año enormes cantidades de polvo sahariano a España. Pero, a pesar de ser un fenómeno normal y natural, hay que echar la vista atrás varias décadas para encontrar un episodio de calima como el que se ha vivido los días 15 y 16 de marzo. Según una nueva investigación, la llegada de arena a nuestro país ha ido en aumento en los últimos cinco milenios considerablemente. Concretamente, se ha incrementado nada menos que en un 400 por ciento. ¿Habrá más calima en el futuro?
Las cantidades de polvo en suspensión han sido “extraordinarias” esta semana, según los expertos, que recomiendan ser precavidos en las actividades al aire libre por los riesgos que estas partículas finas representan para nuestra salud. Todavía el jueves, los niveles elevados de calima empeorarán la calidad del aire en buena parte de España, que irá mejorando poco a poco a lo largo del resto de la semana.
Un equipo internacional liderado por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) ha publicado en Science Advances la primera reconstrucción de los flujos de polvo sahariano de los últimos cinco milenios, advirtiendo que su llegada a la península ibérica se incrementó un 400 %.
“Esto es consecuencia directa de la progresiva e inexorable aridificación del norte de África y del incremento del gradiente climático entre la zona ecuatorial y el Ártico, que ha dominado este periodo temporal”, destaca en un comunicado Javier Martín Chivelet, catedrático del Departamento de Geodinámica, Estratigrafía y Paleontología de la UCM.
Este flujo, señalan los autores, no es uniforme en el tiempo ni en el espacio, y se manifiesta en episodios de calima, con riesgo para la salud humana, y de lluvias de barro. El estudio apunta a que en los últimos cinco milenios se produjeron tres momentos significativos: entre el año 4400 y el 3800 antes del presente, entre el 2900 y 2400, y entre el 1800 y el 1400.
“Estos intervalos no son casuales, sino que coinciden con periodos de cambio climático abrupto en el Atlántico Norte y también en el resto del planeta. El polvo exportado por el Sahara desempeña un papel fundamental en la regulación del clima global y, por tanto, en el cambio climático actual y su desarrollo futuro”, añade Chivelet.
Para llevar a cabo el estudio, se realizó un análisis paleoclimático en una cueva del complejo kárstico de Ojo Guareña, en Burgos. Se hizo allí porque las estalagmitas que crecieron en su interior registraron las alteraciones en la química del agua, así como los cambios ambientales y climáticos del exterior de la cueva.
Juncal Cruz, que realizó su tesis doctoral en la UCM sobre estas estalagmitas, ha analizado las variaciones internas en la señal isotópica –cantidad de átomos radiogénicos- del estroncio. La hipótesis de partida era que esa señal isotópica podía reflejar cambios que pudieran haberse producido en la acumulación de polvo sahariano sobre la cueva a lo largo del tiempo.
El polvo sahariano que se deposita en el norte peninsular procede en gran medida de la erosión de rocas muy antiguas del cratón africano, las cuales tienen una composición isotópica singular, con alta concentración del isótopo estroncio-87, y muy diferente de las rocas de la cueva y de otros aerosoles que llegan a la zona.
“Los resultados fueron sorprendentes y confirmaban nuestra hipótesis. La composición isotópica de la estalagmita no se podía explicar sin el estroncio aportado por el polvo sahariano y transportado por el agua de percolación al interior de la cueva. Esto nos permitió reconocer y cuantificar las variaciones en los aportes de polvo sahariano a la región a lo largo de casi cinco milenios y en la actualidad”, reconocen los investigadores de la UCM.
El polvo sahariano ha sido una mala noticia para nuestra salud estos días. Se calcula que unas 200 personas han tenido que ser atendidas en hospitales y centros sanitarios de Almería por problemas respiratorios causados por las partículas en suspensión, que se cuelan en nuestro organismo y ponen en riesgo a ancianos, niños y personas con patologías cardiacas o respiratorias -enfermos de bronquitis, asmáticos o con EPOC, entre otros-.
Pero estos aerosoles desérticos tienen un papel en el clima planetario que es fundamental: dispersan y absorben la radiación solar, modifican las características de las nubes, e impactan en el ciclo del carbono, y por tanto en el efecto invernadero, mediante la fertilización de ecosistemas marinos y terrestres.
Con el estudio de la UCM, se busca "mejorar nuestro conocimiento de las interacciones entre los aerosoles procedentes del desierto y el clima global y permite alimentar y calibrar los modelos climáticos en los que se basan las proyecciones futuras”, concluye Chivelet.