Las cuencas de los ríos Duero, Tajo, Guadiana, Guadalete, Guadalquivir, la cuenca Mediterránea Andaluza, las del Segura y el Júcar e internas de Cataluña no alcanzan el 50%. Pese a la climatología invernal que estamos atravesando desde enero, con lluvias y, la situación sigue siendo grave en valles como los del Guadalquivir, donde tan solo se alcanza un 32,79% de la capacidad de los embalses, la mitad que en 2017 y catorce puntos porcentuales por debajo a los registros de 2008.
Máxima preocupación, en el Tajo y el Duero
Una situación similar a la que atraviesan desde hace meses los cauces del Tajo y del Duero, que son motivo de preocupación incluso en periódicos extranjeros, como Le Monde. En ambas depresiones, el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente mantiene planes especiales de alerta por la sequía imperante.
El Júcar y el Segura, en estado crítico
Crítica es la situación en el Júcar, pese a que a finales del mes de enero había repuntado poco más de tres décimas, y en el Segura. Los porcentajes son devastadores: los pantanos de la ribera del Júcar están al 26,19% de su capacidad y los del Segura no alcanzan el 16%, justo la mitad de los registros de hace doce meses.
Menos de la mitad del agua habitual
Según Aemet, los 182 litros por metro cuadrado de precipitaciones medias registradas hasta el 23 de enero son un 36% menos que el valor medio de esta época, que suelen rondar los 285 litros. Los últimos registros de Embalses.net, con fecha del pasado lunes 5 de febrero, estiman que contamos con unas reservas de 23.618 hectómetros cúbicos de los 56.075 de nuestra capacidad total.
España, ejemplo de estrés hídrico
En el año 2009, el informe Impacto del Cambio Climático en Europa, elaborado por la Agencia Europea del Medio Ambiente (Aema), ya vaticinó el estrés hídrico que padece España en estos momentos. Consumimos más agua de la que tenemos, como decía su directora ejecutiva, Jacqueline McGlade: “vivimos por encima de nuestras posibilidades”. Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, se conoce como estrés hídrico cuando la demanda de agua es más importante que la cantidad disponible durante un periodo determinado o cuando su uso se ve restringido por su baja calidad. El estrés hídrico provoca un deterioro de los recursos de agua dulce en términos de cantidad (acuíferos sobreexplotados, ríos secos) y de calidad (eutrofización, contaminación de la materia orgánica, intrusión salina).
El 2017, segundo año más seco del siglo
El pasado año estuvo marcado por una severa sequía. El 2017 fue extremadamente cálido, además del más seco de la década y el segundo del siglo. Según Aemet, los chubascos fueron un 27 % por debajo del valor medio. La escasez de lluvias se acentuó justo en los trimestres habitualmente más lluviosos, la primavera y el otoño.
No echemos la culpa solo a la sequía
Greenpeace volvió a dar la voz de alarma el pasado mes de noviembre: la sequía se ha agravado no solo por la escasez de precipitaciones, también por la mala gestión del agua, en la que se aúnan el despilfarro y la falta de una política hídrica. La ONG recuerda que España es el país más árido de Europa y el 75% de su territorio es susceptible de sufrir desertización. En el informe Sequía, algo más que falta de lluvia Sequía, algo más que falta de lluvia se advierte de las pérdidas económicas, el riesgo sanitario, los problemas sociales y los graves impactos medioambientales que tendremos a medio y largo plazo, si la situación climatológica se mantiene y nuestros gestores siguen haciendo la vista gorda.