El final del espectro visible
Para empezar por el principio, la nieve es incolora y transparente y su tonalidad blanca es producto de la absorción de los rayos del sol que se cuelan entre los pequeños cristales hexagonales que forman los copos de nieve. Ese aire es el responsable del color blanco porque dispersa la luz (la suma de todos los colores), la absorbe y luego la lanza en todas las direcciones, provocando la dispersión de todas las tonalidades.
Sin embargo, la composición del hielo apenas deja espacio para los rayos solares penetren entre las burbujas atrapadas en su interior. El hielo azul se produce cuando la nieve caída sobre un glaciar se fusiona y se comprime, lo que impide el paso de la luminiscencia entre sus moléculas de aire. Los fotones rojos penetran menos y son absorbidos antes, mientras que los azules, más resistentes, se hacen más visibles.
Este tipo de hielo suele formarse en el fondo de la zona de acumulación del glaciar (el circo), que bajo la enorme presión de las capas más altas y al efecto de la gravedad, hace que emane valle abajo formando una enorme lengua de tonos turquesas.
Cuevas y grutas de color índigo
Una de las mayores atracciones naturales de las que todavía puedes disfrutar este invierno (Semana Santa está a la vuelta de la esquina y es una excusa perfecta) es visitar cuevas y grutas de hielo azul, un espectáculo ideal para los amantes del frío. Los tonos turquesas de la caverna de hielo de Vatnajökull, en Islandia, son todo un espectáculo que todavía se puede admirar este mes de marzo. Sin abandonar el país helado y al sudeste se encuentra el Parque Nacional Skaftafell, donde se ubica el glaciar Svinafellsjokull, que entre sus muchas maravillas cuenta con unas galerías de muros de hielo azul casi transparentes.
A poco más de dos horas en avión desde España se encuentra el Glaciar Rhone, en los Alpes suizos, una cavidad artificial de unos 100 metros creada por el hombre y de fácil acceso para los visitantes. Pero si lo que te apetece es darte un atracón de carámbanos gigantescos, tu destino obligado será la Patagonia argentina. En concreto, el Parque Nacional de los Glaciares, una extensión de 7.240 kilómetros donde se ubican algunas de las lenguas de hielo más hermosas del planeta. Una advertencia, estas excursiones se deben hacer en compañía de un guía experto y con el equipamiento obligatorio para estos casos: ropa de abrigo, cascos y crampones.
Pistas de aterrizaje gélidas en la Antártida
En algunas zonas de la Antártida, el hielo azul se encuentra compactado, cristalizado y al descubierto formando una superficie de una enorme dureza, que permite a los aviones su uso como pista de aterrizaje. En noviembre de 2015 se llevó a cabo el primer descenso de un Boeing 747 comercial con pasajeros en una pista azulada en el Glaciar Unión, donde hay ubicado un aeródromo privado, Union Glacier Blue-Ice Runway SCGC.
El sobrecogedor rugido del hielo
Los que han sido testigos del nacimiento de un iceberg declaran que su sonido es estremecedor en medio del silencio casi sepulcral que rodea los glaciares y los barrancos gélidos. El ruido que genera una masa de hielo de esa envergadura cayendo al mar tiene un papel clave, tal y como desvelaron en 2015 un equipo de investigadores británicos y polacos. Este grupo de expertos colocó micrófonos submarinos en varios glaciares y descubrieron tres formas de desprendimiento con sus sonidos característicos correspondientes.
Asimismo, el estadounidense Peter Neff se hizo viral gracias a un vídeo en el que se le ve arrojando un trozo de hielo en un túnel azulado de 90 metros de profundidad realizado en la Antártida. El soniquete metálico del principio parece normal, pero a los seis segundos se produce un eco muy curioso e inquietante. Tiene una explicación, y es que el sonido, en este caso, viaja a través de un sólido (paredes de hielo), no del aire, y lo primero que perciben nuestros oídos son las frecuencias más altas.