Más de un siglo después de la Primera Guerra Mundial, un estudio constata que el clima pudo influir en la mortalidad registrada. Un episodio de lluvias torrenciales y frío extremo pudo haber jugado en contra de los soldados y haber multiplicado los fallecimientos. Además, según esta investigación, las condiciones meteorológicas también se entremezclaron con la histórica Gripe Española que se cobró la vida de al menos 50 millones de personas.
Han pasado ya más de cien años desde aquel 11 de noviembre de 1918 que marcó el final de la llamada ‘Gran Guerra’ antes de que ocurriera una segunda batalla mundial. Analizar las condiciones climatológicas de un pasado relativamente lejano no ha sido fácil.
Los investigadores han rebuscado durante años en el hielo de un glaciar en los Alpes europeos como parte de la metodología del estudio, que se publica en la revista ‘GeoHealth’ de la web AGU (Advancing Earth and Space Science). Por curioso que suene, esta es la primera vez que uno equipo de científicos se pregunta si la meteorología engrosó la cifra de muertos o, lo que es más llamativo, si tuvo algo que ver con la rápida expansión del virus de la Gripe Española.
Su reconstrucción de los hechos es la siguiente: “La lluvia y el frío incesantes causados por una afluencia de aire oceánico (procedente del Atlántico Norte) se cernieron sobre los principales campos de batalla del frente occidental, pero también afectaron los patrones migratorios de ánades reales, el principal animal huésped de las cepas del virus de la gripe H1N1”, enuncia el estudio.
Estos patos (los ánades reales, también llamados azulones), se habrían quedado entonces en Europa occidental los otoños de 1917 y 1918 en vez de migrar a Rusia como harían normalmente. Así, el ave habría tenido contacto más cercano con las tropas que sufrieron los primeros efectos de la gripe H1N1.
"Se ha demostrado que los patos silvestres son muy sensibles a las anomalías climáticas en sus patrones de migración", dice Alexander More, científico de la Universidad de Harvard y autor principal del nuevo estudio. “No estoy diciendo que esta fue 'la' causa de la pandemia, pero ciertamente fue un potenciador, un factor agravante adicional a una situación ya explosiva”.
“Una de las cosas que hemos aprendido en la pandemia de COVID es que algunos virus parecen permanecer viables durante períodos más largos en aire húmedo que en aire seco. Así que tiene sentido que si el aire en Europa era inusualmente húmedo durante los años de la Primera Guerra Mundial, la transmisión del virus podría haberse acelerado”, añade en el portal AGU Philip Landrigan, director del Programa de Salud Pública Global en Boston College.
Su teoría encuentra apoyo en numerosos relatos históricos y poemas, como uno de Mary Borden que hablaba de “la tumba líquida de nuestros ejércitos” refiriéndose el terreno fangoso que dificultaba la vida a las tropas.
Por supuesto, se han revisado los registros históricos de muertes durante los años de guerra. “Descubrieron que la mortalidad en Europa alcanzó su punto máximo tres veces durante la guerra, y estos picos ocurrieron durante o poco después de períodos de temperaturas frías y fuertes lluvias causadas por afluencias extremadamente inusuales de aire del océano en los inviernos de 1915, 1916 y 1918”, apostilla la publicación.