En vacaciones hay vida en España más allá de la playa. Un país montañoso como el nuestro atesora impresionantes paisajes naturales provocados por esa condición. Una de estas bellas consecuencias de la escarpada geografía son las cascadas que interrumpen los ríos y provocan atronadoras bandas sonoras.
Y, aunque en España somos más de saltos de agua que de espectaculares cataratas, lo cierto es que existen desde caídas de más de 200 metros hasta cuidadosos mantos de agua que hipnotizan con su perfección. Estas son las nueves cascadas más bonitas de nuestro país, recopiladas por 'Traveler'.
El primer lugar corresponde, cómo no, a la más alta. En territorio fronterizo se encuentra esta cascada de más de 220 metros de caída que se precipita desde el Monte Santiago, en Burgos, y cruza la frontera en pleno vuelo para caer en Álava.
Además de esta curiosa demarcación, el Salto del Nervión no es perenne, para observarlo hay que visitarlo en los meses de lluvia y el camino hasta los diversos miradores —tanto en Álava como en Burgos— está colonizado por hayedos que hacen de esta cascada el perfecto colofón de una preciosa excursión.
En el Parque Natural de los Calares del Río Mundo y de la Sima, en la Sierra de Albacete, nace el río Mundo, que transcurre travieso erosionando la roca hasta crear un mágico paisaje kárstico. Aquí se encuentra la Cueva de los Chorros de la que surge un manantial que se precipita en un salto de unos 80 metros de altura.
Además, aquí se produce un impresionante fenómeno natural llamado reventón, que consiste en la salida de golpe de un importante torrente de agua que hace aún más atractivo si cabe este entorno.
Un buen número de casonas medievales enclavadas en un cañón natural que contemplan impertérritas como se despeña el agua serpenteando entre las rocas.
Eso es el Salto de Orbaneja del Castillo, en Burgos, donde el río que nace en la cercana Cueva del Agua se pasea por el pueblo antes de verterse al Ebro. Imprescindible pasear por esta villa, considerada Conjunto Histórico mientras nos dejamos acunar por el sonido inconfundible de la cascada.
En la serranía de Cuenca se encuentra el nacimiento del río Cuervo, considerado Monumento Natural. No es de extrañar viendo el laberinto de manantiales unidos por finos hilos de agua que se crea nada más nacer el río y como se van filtrando hasta unirse para caer desde una multitud de puntos repletos de verde musgo.
La mejor forma de llegar es desde Vega del Codorno, siguiendo el sendero que acompaña al río y que permite contemplar el paisaje en todo su esplendor gracias a un buen número de miradores.
En el valle del Jerte se encuentra el río Caozo, que a su paso por este bucólico lugar resbala entre las piedras de granito a una altura superior a los 30 metros mientras fresnos y robles pueblan el entorno. Varios miradores y rocas salientes permiten casi tocar el agua que cae, dejándose turbar por el ruido ensordecedor.
Aunque al río se le pasa rápido y unos metros más abajo reposa y discurre tranquilo entre lo que en primavera serán impresionantes campos de cerezos.
La cascada de Gujuli cuenta con un mirador desde el que dejarse embrujar por una hipnotizante caída vertical que sobrepasa los 100 metros y que, por encontrarse dentro del Parque Natural de Gorbeia, se rodea de un espectacular paisaje compuesto por robledales y escarpados barrancos.
Por aquí pasea el río Oiardo que, tras este atronador salto, llega al valle de Ayala y allí se une primero con el río Altube y posteriormente con el Nervión.
La llamada fervenza del río Toxa es la cascada más alta de Galicia y una de las más altas de España con sus 60 metros de tobogán casi vertical en el que pequeñas plataformas en forma de curiosas piedras van variando la rectitud de la caída.
Para visitarla lo mejor es acudir a la aldea de Merza desde la que surgen dos caminos, uno para visitar la poza y otro para acudir al mirador que permite contemplar este paisaje sembrado de frescos, alcornoques y mucho musgo.
Admitamos que el nombre no es muy original pero le queda perfecto a esta cascada situada en el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente y que el hierro y otros minerales agazapados en el agua han ido coloreando las paredes de la roca.
Aquí se mezclan paredes ferrosas, con abundante vegetación y el negro volcánico siempre presente en Canarias. Lo curioso es que esta cascada no es natural, es una grieta en una pared que se levantó para contener el agua que caía desde la Caldera.
Junto al antiguo Monasterio de Piedra de la orden Cisterciense, en Nuévalos, se encuentra el río Piedra, lleno de impresionantes cascadas que amenizan un sendero de aproximadamente tres horas que discurre entre saltos de agua, grutas, profundos bosques y pequeños lagos.
En lo que a cascadas se refiere, dos son las imprescindibles. Por un lado, la imponente Cola de caballo con sus más de 90 metros de caída y, por otro lado, la Caprichosa, con un manto de agua tan perfecto que parece el sutil velo de una candorosa novia.