Llevo el día entero viendo nevar en la tele, que visto desde Marín (Pontevedra), no deja de ser una novedad. No tanto así desde Madrid, donde mis compañeros se baten el cobre duramente por sacar adelante la programación, por hacernos compañía a los que tenemos el privilegio meteorológico de estar en Villavieja del Oro, esa tierra de llegada de Filomeno Freijomil, el personaje de Torrente Ballester (Premio Planeta 1.988).
Los partes meteorológicos pasan de ser actores secundarios al papel protagonista de esta película, a adueñarse más que nunca de las conversaciones de ascensor en tierras de bares cerrados.
La naturaleza, como la vida, hace lo que quiere y marca nuestro destino, dicta otra pandemia blanca que nos tumba, nos confina, también a nuestro pesar.
Dicen que hace 50 años que no nieva así. Yo no me acuerdo, tampoco recordaba que ninguna vez hubieran asaltado el Capitolio. Ver para creer, para informar.
Vivimos en tiempos que acentúan incertidumbres y fragilidades, aunque hoy he visto la fortaleza de los débiles: a muchos compañeros haciendo esfuerzos sobre humanos para llegar a sus puestos de trabajo, para sacar adelante ese proyecto de vida de más de 30 años, Mediaset España. Una bandera de orgullo. Cada quien empujando con lo suyo. Y otros manteniendo el fuerte sin desfallecer en el desvelo de una noche de vigilia de nieves incesantes.
Mientras escribo, Filomena arrecia sin tregua. La memoria de la nieve, la que no tengo porque la peor de las memorias es la meteorológica. España tirita, Madrid se paraliza, lo digo desde cerca del mar donde nunca nieva y Filomeno, el de Torrente, holgazaneaba.
Soy un buscador de recuerdos, mientras Piqueras, Luque, Emma Garcia, Marta Reyero, Joaquín Prat (perdón si me dejo a alguien) y un sinfín de compañeros reviven las aventuras de Nanuk el Esquimal. Decía mi abuela paterna. “Esta vida quiere otra”, esa me hará falta para agradecerles lo bastante su esfuerzo y su energía de este día. Gracias, hermanos.
La nieve sigue cayendo con la punción de alfileres que se clavan en la piel mientras caen la noche y el desasosiego. Mientras, pensamos en cómo mantener la compañía que impone la enseña televisiva y hacer que cada quien pueda volver a su hogar.
Si la sabiduría popular se cumple, este será un año de bienes. Entretanto, solo me queda expresar que es un orgullo compartir andadura profesional con quienes en esta ocasión, como otras que hemos atravesado juntos, mantienen a esta familia irrompible que es Mediaset. Gracias siempre. A todos. No hay Filomena que nos tumbe. Muy a su pesar.