Tal y como señala Marta López Ger, criminóloga y periodista especializa en crímenes, son muchos los que han tratado el incremento de los homicidios desde una perspectiva científica que relaciona el comportamiento del individuo con la climatología. La ausencia de luz solar tiene un efecto directo en nuestro humor y los meses que comprenden el otoño y el invierno solemos padecer un estado de ánimo más melancólico, además de una cierta desgana. Ocurre lo contrario con el segundo y tercer trimestre del año. El incremento del termómetro va ligado a un aumento de la pasionalidad, la ira, la irratibilidad, la intolerancia y la agresividad.
Quételet y sus Leyes térmicas
Lambert Adolphe Jacques Quételet, un matemático, astrónomo y naturalista belga, llegó a tres conclusiones tras décadas de estudio: el delito es un fenómeno social que puede determinarse estadísticamente; se comente de año a año con absoluta regularidad y precisión, y entre los factores que lo desencadena se encuentran la pobreza, el analfabetismo, la situación geográfica y el clima. De ahí nacen sus Leyes térmicas, plasmadas en su obra Tratado sobre el hombre y el desarrollo de sus facultades, en las que se constata un mayor número de quebrantamientos patrimoniales en invierno debido a la necesidad de tener alimento y abrigo que palie las bajas temperaturas, mientras que los delitos contra las personas aumentan en los meses de verano, sobre todo si los índices sobrepasaban la media habitual.
Más violencia en el segundo y tercer trimestre
Estos argumentos han sido seguidos y rebatidos por muchos otros autores y estudiosos, ya que son muchos los factores que inciden en la comisión de los delitos. Es decir, en España, al contrario de lo que asegura Quételet, se producen más robos en los hogares en los meses de verano, pero no por una cuestión climatológica relacionada con el comportamiento del criminal, sino porque las casas suelen estar vacías en esa época o pasamos menos tiempo en ellas.
Sí se ha constatado un aumento progresivo de los hurtos, las sustracciones de vehículos, los atracos con violencia y los asesinatos consumados entre el segundo y el tercer trimestre del año pasado en nuestro país, según datos del Ministerio del Interior. Los meses de octubre, noviembre y diciembre concentraron más infracciones penales: hurtos (705.249), robos con violencia (60.677) y 289 homicidios.
Más asesinatos en verano
Según el Primer Informe Nacional Sobre el Homicidio en España, Primer Informe Nacional Sobre el Homicidio en España,publicado en diciembre de 2018, que abarca el análisis pormenorizado de más de 600 asesinatos entre 2010 y 2012, el mayor ratio de homicidios se registró en Ceuta (2,8) y en Almería (1,57) mientras que la más baja correspondía a Salamanca (0,19).
Llama la atención que el 28,84% se produjeran entre julio y septiembre, un 25,95% en el periodo primaveral (abril a junio), un 23,73% en los meses de invierno (enero a marzo) y la tasa más baja se produjera en otoño (21,84%). Asimismo, el promedio mensual fue de 18 homicidios "con picos en abril y septiembre y valles en noviembre y diciembre, por lo que se puede hablar de una cierta estacionalidad", asegura este análisis.
Ola de calor de 2003
El doctor Antoni Bulbena, director del departamento de Psiquiatría y Medicina Legal de la Universidad Autónoma de Barcelona, publicó en la revista Medicina Clínica un estudio sobre los efectos de la ola de calor de 2003 en los servicios de psiquiatría de los hospitales de Barcelona, en el que constató un aumento de la agresividad de las personas que fueron tratadas durante aquellos 15 días de calor sofocante. "Hubo dos cosas que sí llamaron la atención: mayor consumo de alcohol y drogas y un incremento de la agresividad", señala el especialista del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Hospital del Mar.
Gracias a estas conclusiones, Bulbena se adentró más en el estudio de esa factible relación entre el incremento del termómetro y conductas más belicosas y, teniendo en cuenta que "la conducta humana no es tan simple", pudo constatar que "la intensificación del calor precipita algunos factores que hacen que nos comportemos de una manera más violenta". El doctor llama la atención sobre las consecuencias que esta conexión puede tener en un escenario donde el cambio climático es un hecho demostrado y "este crecimiento de las conductas agresivas pueden convertirse en un problema de salud pública a tener muy en cuenta", añade.
Guerras climáticas
En este sentido, son varios los estudios que vaticinan que los grandes conflictos bélicos que tendrá que afrontar la humanidad en el futuro se deberán precisamente a las consecuencias del cambio climático y a la necesidad de buscar bienes tan imprescindibles para la supervivencia como el agua. En el ensayo Guerras climáticas: Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI, Harald WelzerGuerras climáticas: Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI, asegura que las conflagraciones provocadas por el clima serán la forma directa o indirecta de la resolución de los conflictos de este siglo.
"La violencia tiene un futuro promisorio: la humanidad asistirá no solamente a migraciones masivas, sino a soluciones violentas a los problemas de los refugiados, a verdaderas guerras por el acceso a los recursos", advierte.
Guerra de Darfur, en busca del oro azul
Las sequías y a las olas de calor no activan el brote del enfrentamiento, pero sí son uno de los factores que hacen que aumente el riesgo del estallido de un conflicto, sobre todo en sociedades étnicamente divididas, como señala un estudio de Carl Schleussner publicado en Proceedings of the Narional Academy of Sciences en 2016.
Precisamente el oro azul está detrás de guerras como las de Darfur o Ruanda, regiones marcadas por grandes periodos de agostamiento o la escasez de recursos y cuyos habitantes se ven obligados a desplazarse en masa para sobrevivir.