Las enfermedades alérgicas respiratorias no paran de aumentar. Los expertos advierten que ya son la verdadera “epidemia no infecciosa del siglo XXI” con más de 150 millones de personas que las sufren solo en Europa. El cambio climático, la contaminación y el efecto invernadero provocado por los combustibles fósiles, detrás de estos padecimientos.
Los datos revelan que el 25% de la población de los países industrializados padecen rinitis alérgica y la prevalencia de asma se encuentra entre el 5 y el 10% de la población. El asma bronquial ocupa el primer lugar de las enfermedades crónicas en los niños, según advierte el vicepresidente de Ciencia de la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica, Tomás Chivato.
Este médico y profesor universitario pide a los políticos de todos los países a “actuar rápidamente. Está en riesgo evidente el presente inmediato y el futuro de la salud, e incluso la vida, de los habitantes del único planeta habitable que conocemos”.
Las causas que están provocando este incremento de las enfermedades alérgicas respiratorias tienen una importante relación con los cambios medioambientales. El incremento del número de vehículos diésel y las partículas en suspensión emitidos por estos son una de las causas principales de la contaminación en las grandes ciudades.
Los factores genéticos son únicamente predisponentes y no explican esta auténtica “epidemia no infecciosa del siglo XXI” que ha aumentado tan rápidamente. Los cambios del estilo de vida y la mejora de la calidad de la asistencia sociosanitaria (mejora de la higiene, estatus socioeconómico, migración a zonas urbanas, reducción del número de miembros en las familias, cambios dietéticos, ausencia de infecciones en la infancia, etc), pero fundamentalmente los especialistas achacan a los contaminantes en el aire que respiramos.
Los contaminantes más abundantes que se concentran en el aire de las ciudades son dióxido de nitrógeno, ozono y otras partículas (monóxido de carbono, óxido nítrico, hidrocarburos, formaldehído…). Todos estos potencian la capacidad de producir alergia por parte de los pólenes de la ciudad. Está demostrada la mayor incidencia de alergia respiratoria en las ciudades comparativamente al medio rural, a pesar de que las concentraciones de pólenes son mayores en el campo.
La concentración en la atmósfera de los gases citados está originando un aumento de la temperatura que da lugar al denominado efecto invernadero que es más acentuado en las ciudades. Este fenómeno facilita la permanencia de partículas de pólenes en períodos de tiempo más prolongados. Los inviernos más suaves han facilitado la aparición de alergias a pólenes de cupresáceas, algo muy poco frecuente hace 40 años.