Las aguas que bañan las costas españolas están inusualmente calientes este año en la primera mitad del verano. Lo recalcan incluso desde la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que teme que en los próximos días partes del Mediterráneo registren temperaturas en torno a los 30 ºC, algo extraordinario. Este calor sería esperable, si acaso, en agosto o septiembre. ¿Significa esto que habrá una mayor probabilidad de "gotas frías" en el Levante?
“Un mar cálido no tiene por qué traer más gotas frías”, ha respondido tajante José Ángel Núñez Mora, de la Delegación Territorial de Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en la Comunidad Valenciana. Aunque hay algunos matices.
Hemos visto históricamente que años con mar cálido se traducen indistintamente en otoños secos o húmedos.
“Sin ir más lejos, el año pasado el Mediterráneo marcó temperaturas de récord y gran parte del otoño transcurrió sin lluvias apreciables, aunque el 11 de noviembre hubo un episodio bastante destacado en el norte de Valencia y Castellón, de corta duración”, señala el experto de la Aemet.
Dicho de otro modo: que el mar esté en valores extremos de temperatura en este verano no implica necesariamente que se vayan a producir lluvias torrenciales este otoño.
“Las lluvias torrenciales otoñales son fenómenos atmosféricos que se nutren de la energía acumulada en el mar y, como hemos visto históricamente, no es preciso un mar excesivamente cálido para que se produzcan los grandes episodios de lluvias torrenciales”, dice.
De hecho, “estos normalmente se producen a partir de mitad de septiembre y sobre todo en octubre y al principio de noviembre, cuando el mar ya está enfriándose y, por el contrario, no se suelen producir en agosto, que es cuando el mar está más cálido”, ha explicado.
Siempre decimos que el mar cálido es condición necesaria para que se produzcan las lluvias torrenciales, “por eso se producen en otoño y no en invierno o en primavera (en invierno y primavera suele primar la persistencia sobre la torrencialidad), pero no es condición suficiente que el mar esté cálido”, señala Núñez Mora.
“Se necesita una configuración atmosférica adecuada y, si se produce, la importancia de la temperatura del mar será relativa a la masa de aire que lo sobrevuela”, es decir, a la diferencia de temperatura entre el aire y el mar, “pero si no se produce la situación atmosférica adecuada, el mar por sí mismo no es capaz de generar lluvias torrenciales”, puntualiza.
Las configuraciones adecuadas se producen en otoño y no en verano, porque en verano se produce una expansión del anticiclón subtropical hacia el norte, y tanto las borrascas como el chorro polar circulan muy lejos de nuestro territorio.
“Cuando llega septiembre, la circulación general se empieza a ondular y es en esas circulaciones cuando hay borrascas que quedan aisladas en nuestra zona cuando se pueden producir las gotas frías, o danas”, afirma el meteorólogo de la Aemet.
Si estas Danas (depresión aislada en niveles altos) son capaces de conectar la energía del mar con el frío del aire en capas medias, a unos 5 km de altitud, derivan en lluvias torrenciales.
“Pero, como resumen, a día de no podemos afirmar que vayamos a tener un otoño de lluvias torrenciales basándonos sólo en el predictor temperatura del agua del mar. Otros años con mar cálido en verano se han saldado con un otoño seco y la energía acumulada progresivamente se fue disipando conforme avanzaba la estación”, concluye el experto.
Por ahora, eso sí, el centro europeo de predicción ECMWF estima que el trimestre de septiembre, octubre y noviembre 2023, que llamamos el otoño meteorológico, podría ser algo más húmedo de lo habitual en algunas zonas de nuestro país, con una probabilidad todavía muy baja.
Si esas precipitaciones serán torrenciales o no, como apuntaba Núñez Mora, de la Aemet, aún está por ver.