El cambio climático tiene efectos en el medio ambiente y los ecosistemas que pueden dar lugar a problemas de salud en las personas. Un aumento de enfermedades “extintas”, un empeoramiento de las alergias, y pandemias por virus y bacterias que emergen por el deshielo de los polos… La lista es larga.
Si la Tierra viniera con una etiqueta de advertencia, esta informaría de los fenómenos bien conocidos que afectan negativamente la salud humana, incluidos el estrés por calor, los eventos extremos, la inseguridad alimentaria y la mala calidad del aire. Pero hay otros que pasan más desapercibidos que también son muy peligrosos.
Los casos de la enfermedad de Lyme están aumentando en muchas partes del mundo, y los científicos creen que el cambio climático es un factor contribuyente. Esta patología se contagia a los humanos a través de la sangre, mediante la picadura de garrapatas.
Se encuentra en todos los continentes excepto en la Antártida, pero es más frecuente en partes de América del Norte, Europa y Asia. La enfermedad causa dolores de cabeza, fiebre, fatiga y erupciones en la piel. Sin tratamiento, puede afectar el corazón, las articulaciones y el sistema nervioso central.
En Estados Unidos se informa ya de alrededor de 30.000 casos cada año, y los investigadores han descubierto recientemente que el riesgo de la enfermedad de Lyme se está expandiendo hacia el norte de Canadá, algo que está sucediendo a medida que las temperaturas globales se calientan. Las zonas con más peligro son las áreas residenciales cubiertas por plantas y árboles y ubicadas junto a bosques.
Y no solo las garrapatas preocupan, también los mosquitos, que son vectores de un sinfín de enfermedades como la malaria, el dengue, el Zika, el virus del Nilo Occidental y el chikungunya, y también están migrando a nuevas zonas por las condiciones climáticas cambiantes.
Las temperaturas más cálidas permiten que los mosquitos se reproduzcan más rápidamente y durante períodos de tiempo más prolongados, y las sequías favorecen los criaderos de mosquitos.
Los científicos están utilizando datos satelitales de la NASA para rastrear la salud de la vegetación, las precipitaciones y las temperaturas y monitorear las condiciones ambientales favorables para los mosquitos, señala la agencia espacial en un comunicado. Esto les permite predecir dónde pueden reproducirse los mosquitos y propagar enfermedades.
Cada año, las malas hierbas, los pastos y los árboles liberan cantidades masivas de diminutas esporas de polen en el aire para permitir que las plantas se reproduzcan. Ese polen entra en nuestros ojos, oídos, nariz y garganta causando los molestos síntomas que todos conocemos.
Las temperaturas más cálidas y el aumento de los niveles de dióxido de carbono hacen que las plantas florezcan antes y produzcan polen durante más tiempo cada año. Esto está provocando más polen en el aire y una temporada de alergias más prolongada.
"El cambio climático está repercutiendo sobre la polinización de las plantas”, informaba Ignacio Dávila, presidente de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic). Los picos de polen duran más y la sintomatología empeora, a lo que hay que sumar la contaminación, que también contribuye. El Sistema Nacional de Salud refleja que desde 2016 la incidencia de la alergia ha aumentado un 42,3 por ciento en España, afectando a 6,6 millones de personas.
Las “superbacterias” son virus y bacterias inmunes a los antibióticos y medicamentos antivirales. Son una pesadilla para microbiólogos y médicos, pero especialmente para las personas que los contraen.
A medida que nuestro planeta se calienta, a los científicos les preocupa que la descongelación de los suelos árticos congelados (permafrost) pueda reintroducir enfermedades de microorganismos antiguos que han estado encerrados en un estado inactivo congelado durante un millón de años o más.
Los organismos del permafrost resistentes a los antibióticos podrían intercambiar material genético con bacterias modernas, creando estas superbacterias.
Un estudio dirigido por Kimberley Miner del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA examinó los materiales biológicos, químicos y radiactivos almacenados en el hielo, la nieve y el permafrost. Los investigadores notaron que la reintroducción de microorganismos antiguos en el entorno del Ártico podría alterar los ecosistemas, matar la vida silvestre y poner en riesgo la salud humana.
Esto es preocupante, si tenemos en cuenta lo que está por venir. Los estudios muestran que alrededor de dos tercios del permafrost cerca de la superficie terrestre del Ártico pueden descongelarse para el año 2100.