El actual evento de La Niña está llegando a su fin a medida que las temperaturas en el Océano Pacífico oriental ascienden. Según las últimas observaciones, es muy probable que en los próximos se retorne a condiciones neutrales del fenómeno ENOS (Niño-Oscilación del Sur), incluso podría producirse un calentamiento con valores récord a finales de 2023.
“Se prevé una transición de La Niña a ENSO-neutral durante la temporada de febrero a abril de 2023”, ha anunciado la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica) en su última actualización. La probabilidad es del 82 %.
“Durante diciembre, las temperaturas de la superficie del mar (TSM) por debajo del promedio se debilitaron sobre el Océano Pacífico ecuatorial. Todos los últimos valores semanales del índice de El Niño estuvieron entre -0,7 °C y -0,8 °C”, publica la NOAA.
Este ha sido el tercer invierno con un evento de La Niña, por lo que se ha hablado de un “triple episodio”, que habría alterado “la configuración de las precipitaciones y los patrones de temperatura, y agravará las sequías e inundaciones en distintas partes del mundo”, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Desde 1950 solo se ha producido un episodio triple de La Niña en tres ocasiones, por lo que se trata de algo bastante excepcional.
La Niña es un fenómeno que produce un enfriamiento a gran escala de las aguas de la superficie oceánica en las partes central y oriental del Pacífico ecuatorial, además de otros cambios en la circulación atmosférica tropical, a saber, los vientos, la presión y las precipitaciones. Por lo general, tiene efectos en el tiempo y el clima contrarios a los de El Niño, que constituye la fase cálida del fenómeno ENOS.
“Si bien La Niña es un fenómeno natural, se está produciendo en un contexto de cambio climático debido a la actividad humana, que aumenta las temperaturas a escala mundial, intensifica los fenómenos meteorológicos hasta niveles extremos y afecta a la distribución de las precipitaciones estacionales”, publicaba hace semanas la OMM.
La posibilidad de ENSO-neutral es del 82 % para el periodo marzo-mayo de 2023, es decir, la primavera meteorológica en el hemisferio norte. Por tanto, se iniciaría una transición a estas condiciones neutrales ya a partir de febrero.
Los modelos dinámicos indican incluso una transición más rápida (enero-marzo) que los modelos estadísticos (febrero-abril). “La incertidumbre sigue siendo alta”, dicen desde la NOAA.
Los pronósticos empiezan incluso a esbozar la posibilidad de que en la segunda mitad del año 2023 las aguas superficiales de esta franja del Pacífico, en su parte oriental-ecuatorial, alcancen temperaturas superiores a la media, pudiendo producirse un evento de El Niño en el otoño. Esto elevaría la temperatura promedio global.
“La probabilidad de El Niño sigue siendo baja hasta mayo-julio de 2023 (44 % de probabilidad), pero se convierte en la categoría dominante a partir de entonces con probabilidades en el rango de 53-57 %”, pronostican desde el Instituto Internacional de Investigación para el Clima y la Sociedad, de la Universidad de Columbia.
El debilitamiento de los vientos alisios del este durante El Niño afecta al patrón de las precipitaciones, que siguen al agua cálida hacia el este, con inundaciones asociadas en Perú y sequía en Indonesia y Australia.
El desplazamiento hacia el este de la fuente de calor atmosférico que recubre el agua más cálida da como resultado grandes cambios en la circulación atmosférica global, lo que a su vez provoca cambios en el clima en regiones muy alejadas del Pacífico tropical.
Además, ya comprobamos en el año 2016, el más cálido registrado hasta ahora en el planeta, que un evento de El Niño puede hacer que la temperatura media global anual sea más elevada. Si bien El Niño empezaría este año, no obstante, sus efectos tardarían meses en sentirse, por lo que podría afectar en mayor medida a la temperatura del año 2024.