La temporada de huracanes en el Atlántico va llegando a su fin, y ha sido de todo menos normal. Tras un periodo de unos dos meses sin apenas un solo ciclón tropical, el océano alimentó una serie de tormentas que, una detrás de otra, se fortalecieron a huracán antes de tocar tierra en diferentes regiones y causar decenas de muertos. ¿Cómo se forman estos huracanes y en qué está influyendo el cambio climático?
Hasta mediados de septiembre, solo 5 tormentas tropicales cogieron forma en el Atlántico norte, y solo dos de ellas llegaron a ser huracanes, pero sin tocar tierra hasta después de debilitarse. Una de ellas fue ‘Danielle’, que llegó a España como una tormenta extratropical y causó un importante cambio de tiempo, con lluvias importantes y oleaje muy adverso.
A partir de la segunda quincena de septiembre, los ciclones tropicales se convirtieron en la normalidad en la cuenca del Atlántico. El huracán Ian fue el primer gran destructor, que causó cerca de un centenar de muertos en Florida y Carolina del Norte y dejó sin electricidad a unas 600.000 personas. Poco después se formó el huracán Julia, con decenas de muertos en San Andrés, Colombia y Nicaragua.
Los huracanes necesitan cuatro ingredientes principales para formarse y fortalecerse, según la NASA:
Se requiere un núcleo cálido y bastante humedad para que pueda formarse, así como un entorno hostil de tormentas, así como ese movimiento vertical del viento. Llamamos cizalladura a la velocidad y/o dirección del viento a medida que viaja hacia arriba en la atmósfera, como una torre de vientos que, si es demasiado fuerte, puede “desmontar” el huracán, por lo que cuanto menor sea la cizalladura, mayor probabilidad habrá de que se intensifique el huracán.
Resulta muy complicado para los científicos predecir cómo evolucionará un huracán y qué trayectoria tomará. Para hacerlo, analizar los patrones climáticos que los rodean y si se moverán sobre tierra o permanecerán sobre el océano.
Los modelos muestran aumentos en la tasa de lluvia de un huracán para el año 2100. Esto significa que es probable que los huracanes causen lluvias más intensas cuando toquen tierra, aunque no necesariamente que vayan a ser más numerosos, como ha evidenciado la temporada de 2022.
¿Por qué? Cuanto mayor es la temperatura de la Tierra, mayor evaporación se produce en la superficie del océano, lo cual agrega humedad al aire, y esto conduce a lluvias más intensas. Además, en un huracán, los vientos en espiral atraen aire húmedo hacia el centro, alimentando las imponentes tormentas eléctricas que lo rodean.
También, según Tom Knutson, científico principal del Laboratorio de Dinámica de Fluidos Geofísicos de la NOAA, la mayoría de los modelos de predicción muestran que el cambio climático trae consigo un ligero aumento en la intensidad de los vientos huracanados. Es probable que este cambio esté relacionado con el calentamiento de las temperaturas del océano y una mayor humedad en el aire, los cuales alimentan los huracanes.
Si bien la mayoría de los modelos no muestran cambios o muestran una disminución en la frecuencia de los huracanes en un clima más cálido, una mayor proporción de las tormentas que se forman alcanzarán niveles muy intensos (Categoría 4 o 5). En otras palabras, si bien puede haber menos tormentas, las que se forman tienen más posibilidades de volverse más fuertes y tener un impacto más destructivo en tierra.