A lo largo de nuestras vidas hay personas que marcan un antes y un después, personas con las que nos cruzamos y nos hacen cambiar para mejor, nos dan un propósito o nos acompañan en parte del camino y en muchas de esas ocasiones, esa figura es un docente. Si bien es cierto que su trabajo es enseñar a los alumnos, muchas veces también se convierten en una figura clave para ellos. 

Un trabajo que no es nada sencillo, pero que resulta muy gratificante siempre y cuando se respeten sus derechos, tanto dentro del aula como fuera de ella. Porque aunque nos pueda parecer algo evidente y siempre se haga hincapié en los derechos de los alumnos, los docentes también los tienen, y así como tienen obligaciones que siempre se espera que cumplan y respeten, lo mismo se debería esperar de sus derechos. 

Así como los docentes tienen el deber de realizar su labor de la forma más objetiva posible, de respetar a todos los miembros de la Comunidad Escolar, de ajustarse a la programación aprobada, de orientar a los alumnos, fomentar una convivencia respetuosa mientras controlan otros elementos, como las faltas de sus alumnos, los docentes también tienen derechos que tienen que ser respetados por todos. 

Como empleados públicos, sus derechos están recogidos, a nivel estatal, en la Ley del Estatuto Básico del Empleado Público (EBEP), en el Real Decreto Legislativo 5/2015, de 30 de octubre, pero además, el artículo 14 del EBEP, establece que también tienen otros derechos a nivel individual (los deberes están regulados en el artículo 52). 

Entre los muchos derechos que tienen, entre los que encontramos algunos más generales, como su derecho a las vacaciones, descansos, permisos y licencias, su derecho a la jubilación o a la libre asociación profesional, el derecho al respeto de su intimidad, orientación sexual, propia imagen y dignidad en el trabajo, también a la no discriminación, a recibir protección eficaz en materia de seguridad y salud en el trabajo, a la libertad de expresión. 

Los docentes tienen además derecho a que se respete su integridad física y moral y su dignidad, no siendo objeto de tratos vejatorios o degradantes, a recibir un trato justo y respetuoso por parte de sus superiores, pero también de sus colegas y alumnos, también a que se respete su libertad de conciencia, sus convicciones religiosas, morales o ideológicas. 

A la formación y actualización permanente de sus conocimientos y capacidades, a trabajar en equipo, colaborando con los demás para así conseguir mejorar todos, intercambiando metodologías y evitando el aislamiento pedagógico, contribuyendo a mejorar la comunidad educativa. Como parte de su profesión también tienen derecho a participar en la elección o ser elegidos para los órganos de gobierno escolar. Tienen derecho a la libertad de cátedra y a la igualdad de oportunidades. 

A cambio, se espera de ellos que impartan una educación de calidad, que respeten los derechos de los estudiantes, los valores democráticos o que trabajen en equipo para lograr los objetivos educativos de la institución.