La hora de la comida puede ser un momento desesperante para muchos hogares, porque no todos los niños disfrutan de ese momento, para muchos es toda una tortura cuando lo que tienen en el plato no es de su agrado. Habitualmente, esto sucede cuando el menú está protagonizado por verduras y plantas, sobre todo las que son de color verde.
Introducir los alimentos sólidos en la alimentación de los más pequeños de la casa es todo un proceso y cada vez es más frecuente emplear un sistema que se salta la etapa de purés y triturados para hacer que el bebé coma los alimentos sólidos desde el principio, adaptándose así a los sabores y texturas. Este se conoce como Baby Led Weaning, o directamente por sus siglas BLW.
Esta forma de presentarles los alimentos hace que no tengan que acostumbrarse una segunda vez, que desde el principio descubran la textura y sabor de los alimentos, pero eso no impide que en ocasiones suponga un problema porque rechazan determinados alimentos. Estos, como señalábamos, suelen ser verduras, pero ¿hay un motivo para que esto suceda o simplemente hay que aceptar que a los niños no les gustan las verduras?
Este plan, si bien busca que los niños desde pequeños descubran los alimentos y se adapten a ellos haciendo que los sigan disfrutando a lo largo de toda la vida, no siempre funciona como los padres esperan y desean. “Conozco bebés a los que les apetecía comer brócoli con seis meses, con un año, con dos años y luego a partir de los dos años ya no quisieron volver a probarlo”, explicaba la psicóloga sanitaria y coach nutricional Hada García Cock en el pódcast Tengo un plan.
Ella misma aclaraba que este rechazo puede producirse por una cuestión que va más allá de caprichos y manías de los niños, de hecho está relacionado con el color verde que suele predominar en las verduras: “Se dice que el cerebro los asocia con alimentos posiblemente venenosos en la naturaleza”.
Esto ha sido estudiado a lo largo del tiempo y se ha llegado a la conclusión de que, efectivamente, puede ser un instinto de supervivencia que ha quedado arraigado en el subconsciente. Las plantas pueden ser peligrosas si se desconocen y eso hace que los niños pequeños las rechacen de manera inconsciente para evitar una intoxicación. Además, en general el ser humano es reacio a los amargos, porque los asociamos con los venenos, y el calcio presente en las verduras hace que resulten más amargos.
Dependerá de los padres cambiar esta apreciación y superen ese rechazo, siendo ejemplo de que comerlo es seguro. Además de ver a sus padres comerlo, también se puede implicar al niño en el proceso, por ejemplo, dándole un rol activo a la hora de cocinar o dejándole elegir qué verduras quiere comer ese día, lo que se ha demostrado muy efectivo a la hora de aumentar la cantidad de verduras que comen.
Una mayor exposición hará que se acostumbren a su consumo, su cerebro comprobará que comer esas verduras verdes es seguro y no hay riesgo de envenenamiento.