Si los tiempos cambian, la educación también. La Generación Z viene pegando fuerte y, con ellos, nuevas profesiones, formas de estudiar y de relacionarse socialmente. Hace años, el sistema educativo no podía ni imaginar un mundo en el que la Inteligencia Artificial escribiera comentarios de texto, tradujese múltiples idiomas a viva voz y en el que las personas se comunicaran a nivel planetario a través de redes sociales interconectadas. Por ello, muchos centros se han preocupado todavía más de la salud mental de unos alumnos cada vez más expuestos al escaparate digital y, por tanto, al estrés y la ansiedad de la crítica gratuita.
Así, a la programación anual, compuesta por las asignaturas de conocimientos básicos como las matemáticas, la lengua nativa, la geografía o el inglés, se han ido añadiendo otras que, por raras que parezcan, pueden ser de gran utilidad. Así lo pensó al menos Ernst Fritz-Schubert, un exdirector de escuela alemán que, ya en el año 2007, vislumbró la necesidad de que sus alumnos se instruyeran en Felicidad. "Yo sabía que los alumnos no percibían el colegio como un lugar para ser feliz. Pero la misión de la escuela debe ser despertar y mantener el deseo de aprender, y no solo cumplir objetivos académicos. Tengo la sensación de que la escuela más bien oprime la curiosidad", dijo en la prensa de interés nacional, con el fin de dar un paso más allá del modelo Montessori.
Por eso creó una asignatura llamada tal cual, en la que se incluyen aspectos fundamentales como la búsqueda del sentido de la vida, sentimiento de seguridad, relaciones sociales, autodeterminación, autoaceptación, gestión del entorno y desarrollo personal. En una palabra: autoestima. Y, para quienes se pregunten cómo es una clase o la forma de evaluar, es sencillo: en la hora de Felicidad se llevan a cabo ejercicios prácticos como susurrarle a un compañero algo agradable, para que experimenten los efectos positivos que tienen los elogios en los demás, versus las humillaciones; o se desarrollan conceptos aristotélicos, como el análisis de las propias virtudes, según la edad.
Otra asignatura curiosa que encontramos en los modelos de aula internacionales es la Shinrin yoku, traducida literalmente como 'Baños de Bosque' de Japón. Se trata de una clase oficial en la que los alumnos deben salir a la naturaleza para disfrutar y sentir los rayos del sol en el rostro, tocar plantas y árboles o escuchar el cantar de los pájaros, como antídoto a una sociedad inherentemente tecnológica y adicta al trabajo como la japonesa.
En Reino Unido encontramos también una asignatura relacionada con la salida al campo, 'Supervivencia en el bosque', aunque más enfocada hacia los conocimientos básicos en orientación y resolución de conflictos que se pudieran dar en un día en la naturaleza, como entender y manejar una brújula o distinguir las setas comestibles de las venenosas. Y, en el lado opuesto, Suecia imparte en los colegios una clase llamada 'Atención al cliente' - que también es ya un contenido de los grados superiores - para fomentar la comunicación comercial en estado creciente.
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