La directora del CEIP Virgen del Carmen de Alcaudete, en Jaén, había oído poco hip hop cuando el año pasado conoció a Óscar, un rapero sevillano conocido popularmente como Ofe-e. Sin embargo, Mercedes Galián pronto se dio cuenta de que su música podía ayudar y mucho en las clases de su colegio.
"Lo conocí en un encuentro de la Consejería de Educación donde Óscar expuso su trabajo en otros centros", dice Mercedes. Su proyecto de acercarse a los jóvenes a través del rap le convenció y allí mismo le pidió si no le importaría irse a la otra esquina de Andalucía para impartir sus clases de hip hop.
"Estamos en una zona desfavorecida y hay un alto porcentaje de alumnos de minoría étnica", cuenta Mercedes, "pero no tienen por qué estar condenados por nacer en un sitio así". Siempre buscando la forma de llegar a los alumnos, el rap parece haberle dado la llave. "Esta música conecta muy bien con ellos y les ayuda a canalizar un montón de sensaciones y conductas disruptivas", explica la directora.
En lo que va de curso, ya han avanzado bastante y ahora que van controlando los compases empiezan a componer sus primeras rimas. El objetivo es escribir su propia canción, un tema que grabarán durante el mes de abril en el estudio que Óscar tiene en Sevilla y que más tarde interpretaran en varios actos en Jaén.
Sin embargo, hasta llegar aquí ha habido un difícil camino que han recorrido juntos alumnos y profesor. "Al principio a muchos les cuesta, les da vergüenza", dice Óscar, "tienen mucho miedo al ridículo y la autoestima muy baja porque no les han inculcado que son capaces". Por eso empieza con ejercicios más básicos.
Todo empieza con una pregunta. "Les pido que me cuenten qué les hace felices y qué les hace sentir tristes". Luego Óscar les propone que hagan un dibujo sobre sus propias respuestas. Al final les pide que pongan por escrito lo que han dibujado y el viaje termina convirtiéndolo todo en verso. "Les doy una estructura con un cuadro de rapeo para que lo entiendan fácilmente y eso que han expresado lo ponen en ahí".
Luego poco a poco les va enseñando a llevar el tempo del ritmo, les mete la caja entre sus palabras y así, casi sin darse cuenta, empiezan a cantar sus sentimientos... y ahí está el rap. "Intento enfocarlo a nivel educativo, tratando temas de superación, de cambios, de valorar la familia, la escuela...", dice Óscar, "porque aquí hay mucho absentismo escolar".
Con Óscar viaja cada semana hasta Jaén su compañero Alberto, un reconocido grafitero apodado Tinto, que también usa el arte urbano para acercarse a los más pequeños. "Lo que hago es sacar unos botes y les enseño cómo se traza, cómo se hacen líneas, degradar, fundir colores", dice Alberto, "y los que son más mayores ya aprenden estructuras de cómo hacer letras con volumen o usar claroscuros".
Todo con un único fin, ayudarles a encontrar fórmulas para expresarse. "Los niños tienen cosas dentro que tienen que sacar", dice Alberto, y ellos son el vehículo para hacerlo. El rap y el grafiti se han ganado un hueco como compañeros de clase en este colegio donde aprenden que no todas las lecciones se escriben en pizarras.
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