Uno de los grandes objetivos de la Lomloe -aprobada por el Gobierno de Pedro Sánchez en diciembre de 2020- era reducir la altísima tasa de repetidores de los alumnos de secundaria -con 15 años, el 30% ha repetido al menos una vez-. Para ello la norma estableció que pasar de curso en la ESO no dependiera de las asignaturas suspensas (hasta ahora eran más de dos en la ESO) sino de la decisión del claustro de profesores en cada caso particular. Este curso es la primera vez que se aplica.
En la práctica eso se traduce a que, en muchos casos, sea la propia junta de evaluación o incluso la dirección del centro o inspección el que decida si un alumno pasa de curso. “La nota de los estudiantes se puede incluso llegar a votar en la junta de evaluación. Alguna vez ha ocurrido que el profesor de Griego vota la nota de Física y Química y al revés”, asegura Xavier Massó, de la Federación de profesores de secundaria y secretario general del sindicato Professors de Secundària de Cataluña. “Lo importante aquí es que, con independencia de quién ponga la nota en el expediente del alumno, el director o inspección la puede cambiar para que apruebe. La tendencia es aprobar a cada vez más alumnos. Y las consecuencias catastróficas de levantar demasiado la mano nos las vamos a encontrar de aquí a dos años”.
Para Ana (prefiere omitir su apellido), profesora de Lengua y coordinadora de Bienestar de un instituto de secundaria público de la zona norte de Madrid, el problema no es que ahora se repita más o menos sino el perfil del alumnado que repite. “La desmotivación, la desgana y la adicción a las TIC son los motivos más frecuentes”. “Los niños que repiten no son los que antiguamente no llegaban a los contenidos. Se evita la repetición porque se ve que no sirve para recuperar contenidos sino para lastrar al alumno que repite y a los que vienen detrás. En los cursos donde coinciden más repetidores, los alumnos se vuelven más disruptivos. Se los lleva la corriente”, señala esta docente.
El número de repeticiones volvió a subir con fuerza el curso pasado frente al año anterior, cuando todavía estábamos en pandemia y los profesores abrieron la mano por las dificultades que habían tenido los alumnos para seguir las clases. Del curso 2020-2021 al 2021-2022, la tasa pasó en primaria del 1,2% al 2,1%; en la ESO, del 4,2% al 7,6%, y en bachillerato, del 3,4% al 6,9%.
Si comparamos estos datos con el curso 2018-2019, año anterior a la irrupción del covid, en todas las comunidades bajó la tasa de repetición en la ESO en 2021-2022, pero menos de un punto. En nueve comunidades, el porcentaje fue prácticamente igual y en Murcia incluso subió.
Los profesores reconocen que, en la práctica, desde hace años, los claustros de profesores ya venían haciendo la vista gorda para hacer pasar a alumnos con más de dos asignaturas suspensas, aprobándoles algunas sin ‘merecerlo’ académicamente, para que pudieran promocionar. “La diferencia es que ahora se hace más. Hay más directores o inspectores que, frente al suspenso, los profesores se cuadran, y deciden que un alumno pase de curso”, asegura Massó. “Hace ya tiempo que la promoción es casi automática: no está escrito explícitamente en ninguna ley ni en ningún decreto que sea así, pero los criterios para pasar de curso son tan absolutamente restrictivos que para que un alumno repita en la ESO no tiene que saber hacer ni la o con un canuto”, añade.
Comunidades gobernadas por el PP han querido dar esquinazo a la promoción de curso tal y como establece la Lomloe, pero no ha sido fácil al tratarse de una ley estatal que hay que cumplir en todo el territorio. En el desarrollo de la ley a través de reales decretos, Madrid recomienda a los profesores que se restrinja el paso de curso a aquellos con más de dos suspensos. Además, la decisión de que un alumno repita o no debe estar apoyada por dos tercios del claustro en la ESO, y cuatro quintos, en el caso de Bachillerato. En Murcia se recomienda que el alumno repita con más de cuatro asignaturas suspendidas.
Lo cierto es que hay criterios cualitativos que los docentes deben tener en cuenta en un alumno que son difíciles de cuantificar: su actitud, sus ganas, su trabajo. “Al final, lo que hacemos es aprobar a la persona, no la materia”, apunta Massó. “Si le regalas la ESO a un alumno cuya capacidad de lectoescritura es absolutamente nefasta y que no sabe ni las tablas de multiplicar, tendrá el diploma de graduado en la ESO, pero, aunque haga un ciclo formativo de grado medio de los más elementales, se va a estrellar porque no tiene ni conocimientos, ni competencia, ni nada. De ahí que España tenga la gran bolsa de abandono escolar prematura que tiene”, asegura.
Ana señala que sus alumnos repetidores “son niños inteligentes fracasados por un sistema obsoleto, unos padres poco ocupados en sus hijos y enganchados a las TIC (tecnologías de la información y comunicación). Las chicas que repiten (muchas menos) son igualmente listas, pero se dejan llevar por la corriente”.
“Un sistema educativo en el que los alumnos saben que les van a aprobar hagan lo que hagan, les hace decaer su interés por aprender. Si solo se les exige un mínimo, para qué se van a esforzar más”, apunta Massó. “Lo que está fallando son los principios que se proyectan en el sistema educativo y todo lo que se está haciendo son intentos por diluir cualquier resquicio de evaluación académica”, añade.
Ana apunta, sin embargo, que “lo mejor” de la LOMLOE es que sea el claustro el que decidida si un estudiante debe pasar de curso, independientemente de las asignaturas suspensas que tenga. “El claustro conoce al alumno y sus circunstancias. Son personas y no cajas hechas milimétricas. Ningún alumno es igual y, si atendemos a la diversidad, nadie los conoce mejor que sus profesores”.