Carlos Javier González, profesor: "Escribir a mano es recuperar el contacto con el mundo"
Entrevista con el profesor, filósofo y comunicador: "Estamos dejando de hacer cosas que nos humanizan"
Escribir a mano mejora la atención, la memoria, la comprensión, el aprendizaje, y nos obliga a parar: "Requiere un tiempo, una pausa... y eso es algo que se está olvidando"
"Cuando (los alumnos) tienen que centrarse en la comprensión de un texto, no lo entienden, porque no pueden mantener la atención"
“A mis alumnos, siempre les digo lo que decía Zaratustra, en la obra de Nietzsche: “Cuando os vayáis de aquí, olvidadme”. Pero no será fácil que los alumnos de Carlos Javier González Serrano se olviden de él, a juzgar por la pasión que transmite en esta entrevista y la que nos imaginamos que transmitirá en cada clase. “El papel del maestro es acompañar, enseñar, pero para que ellos puedan llegar a vivir una vida autónoma y plena. Somos como lanzaderas, para ayudarles a echar el vuelo”.
Él empezó a hacerlo hace dos años. “Me surgió la oportunidad en mi colegio de toda la vida”, recuerda, el colegio San Gabriel del barrio madrileño de Carabanchel. Y no se lo pensó. Llevaba muchos años trabajando en el mundo editorial, y estaba cansado. “Quería salir de él”. Así que decidió cambiar autores por adolescentes. Desde entonces, se ha convertido en un referente para sus alumnos, chavales de Secundaria y Bachillerato a los que da clase de Filosofía y Psicología.
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A sus 37 años, González Serrano es profesor, pero también comunicador (colabora en programas de radio y televisión) y escritor (acaba de sacar un libro de filosofía para niños: “El mundo según Lea”, de Penguin Random House). “Los chavales te ven en la radio, en la tele, en la prensa, y te miran con cierta admiración. Te conviertes un poco en una referencia, en alguien que, saliendo de Carabanchel, puede llegar a donde quiera”.
Y el suyo es un papel importante. Porque, además de profesor, es orientador en la etapa de Bachillerato, con estudiantes de 17 y 18 años. Algo que no es fácil a esas edades. “Tienes que lanzarles a su autonomía e independencia, pero sabiendo a la vez que siempre pueden acudir a ti, si tienen algún problema”.
Además de todo esto, sus reflexiones en redes sociales sobre temas filosóficos, psicológicos o educativos cada vez tienen más eco. Y algunas nos recuerdan la importancia de algo tan sencillo, y tan olvidado, como escribir a mano. ¿Recuerdan la última vez que lo hicieron? De ello hablamos en esta entrevista.
Pregunta: ¿Cómo se te ocurrió empezar a llamar la atención sobre este tema, reivindicarlo?
Respuesta: Si miro a mi alrededor ahora mismo, mientras hablo contigo, veo dos ordenadores, el iphone, el ipad, la televisión… Estoy rodeado de aparatos en los que se puede escribir. Pero no deja de ser una escritura totalmente aséptica, con la que no te manchas, que puedes borrar, no hay un rastro humano. Lo que se busca en el acto de escribir a mano, con bolígrafo y papel, es humanizar un acto tan absolutamente cotidiano como el hecho de escribir.
Nos hemos olvidado de algo que antes hacíamos en nuestro día a día. La tecnología se ha convertido casi en una ideología, porque damos por hecho que existe y que la tenemos que utilizar, como un imperativo. Y nos olvidamos de hacer otras cosas de la manera en que las hemos hecho durante toda la vida. Y esto no tiene que ver con un conservadurismo rancio ni con un intento de volver atrás casposo, no se trata de que los adolescentes están perdidos y subyugados por el móvil. No. Yo creo que eso es un paternalismo del que hay que salir. Tiene que ver con que estamos dejando de hacer cosas que nos humanizan.
Estamos tratando de comunicarnos de forma permanente con el otro, a través de todos los dispositivos posibles. Esa permanente conexión con lo efímero nos desconecta del mundo real
El bolígrafo es un objeto que nosotros manipulamos a nuestra voluntad. En un dispositivo electrónico nos tenemos que adaptar a las condiciones en que funciona: encenderlo, desbloquearlo... El bolígrafo no. Si tienes delante un papel, o una pared incluso, con un boli puedes escribir lo que tú quieras. Es recuperar el contacto con el mundo, que estamos perdiendo a través de la virtualización de las relaciones y de los objetos.
P: Recuperar el contacto con el mundo real, el tangible, el palpable…
R: Eso es, volver a palpar el mundo, no olvidarnos de que podemos tocarlo. Estamos tratando de comunicarnos de forma permanente con el otro, a través de todos los dispositivos posibles, y sin embargo se está deshumanizando todo. Esa permanente conexión con lo efímero nos desconecta del mundo real.
P: Cuando hablas de los beneficios de escribir a mano, hablas de mejorar la memoria, por ejemplo...
R: Claro. Lo primero que le dicen a un opositor, o lo que decimos los profesores cuando queremos explicar algo y que los chavales utilicen la memoria de manera efectiva y funcional, es que hay que saber tirar del hilo. Es decir, tirar de un concepto para que de ese concepto salgan muchos otros. Yo les digo: tenéis que escribir palabras clave, de las que podáis tirar, para poder recuperar el contenido que vuestra memoria ha recopilado de forma conceptual.
P: Y no sólo eso, escribir a mano ayuda a centrar la atención…
R: Esto tiene que ver con el mundo hiper-acelerado en que vivimos, y con lo que en psicología se llama ‘demora en la gratificación’. Cada vez hay más tasa de abandono en Bachillerato, porque esperar dos años para titularse les parece un tiempo desorbitado. Los chavales se agobian, se cansan y lo dejan.
Si estamos todo el rato dando gratificaciones constantes e instantáneas, ellos están acostumbrados a eso. Hay que hacer de todo para que estén entretenidos permanentemente. Y escribir a mano hace que se detengan en eso que está pasando, en lo que está ocurriendo. Yo lo compruebo todos los días.
Por ejemplo, ahora en cuarto de la ESO, tengo a unos haciendo exposiciones sobre los epicúreos, y al resto, les digo que vayan anotando a mano, mientras, lo que les llama la atención. Y al final de clase hacen una reflexión. Y se crea un clima de trabajo, de mirarse, de interpelarse entre ellos…Recuperamos la atención, el estar pendiente de lo que ha escrito el otro. Y esto tiene que ver también con reconocerse en la propia escritura.
P: ¿Un niño de 15 años sabe escribir a mano, hoy en día?
R: Sí, pero cada vez peor, con una caligrafía cada vez más deplorable. ¡Pero porque no escribimos! Y no sólo ellos, a los adultos también nos pasa...
P: Pero ¿los alumnos escriben a mano sólo en tus clases o en todas, en algún momento?
R: El problema es que este tema depende del equipo directivo de cada centro. Muchas veces se decide que no más del 50% del tiempo se hará con dispositivos electrónicos, otras veces es un 70%-30%... Aunque, después, cada profesor puede elegir dar la clase más o menos como quiera.
Sí se enseña a escribir a mano, la cuestión es cuánto se escribe y si es escritura significativa. Porque no es lo mismo copiar, o un dictado, que una reflexión sobre la libertad, por ejemplo. Lo fundamental es que el mecanismo cognitivo de pensar se haga efectivo a través de la mano: activar la motricidad gracias a un pensar consciente y autónomo.
Estamos creando generaciones con analfabetismo funcional. Por mucho que sepan leer, pensar y escribir, no van a querer hacer ninguna de las tres cosas
P: Explicas también que mejora el aprendizaje y la comprensión lectora…
R: El problema es que cada vez se entiende menos lo que se lee, da igual que sea un texto de Kant que una factura o un artículo. Muchas veces, los alumnos no saben qué dice el texto porque su cabeza está mediatizada porque todo tiene que ser rápido: aquí y ahora. No puedo detenerme mucho, por miedo a que la vida se me escape... Esto tiene un nombre: síndrome FOMO (siglas en inglés de 'fear of missing out': temor a perderse algo). Y tiene mucho que ver con lo que hacen de dejar el móvil en la mesilla boca arriba, por las noches, para poder ver si se enciende la pantalla, por si les entra algo…
Cuando tienen que centrarse en la comprensión de un texto, no lo entienden, porque no pueden mantener la atención. Y si no lo comprenden, no se pueden desarrollar de manera funcional en el mundo. Estamos creando generaciones con analfabetismo funcional. Es decir, que, por mucho que sepan leer, y que sepan pensar, y que sepan escribir, no van a querer hacer ninguna de las tres cosas. Porque ya todo se lo dan hecho. Se levantan y ya tienen una serie de notificaciones, recordatorios agendados… Está todo automatizado.
La escritura a mano te saca de esa experiencia de lo automatizado, de que todo te lo den hecho, aquí y ahora. Requiere un tiempo, una pausa, mirar si lo estás escribiendo bien… Y eso es algo que se está olvidando.
P: Algunas de esas cosas también se pueden hacer si escribes a ordenador…
R: Pero el ordenador te atomiza, te hace estar sentado frente a una pantalla. Las letras son golpes, no están asociadas a un trazo, es puro automatismo... No, no tiene nada que ver.
P: Tú recomiendas a los chavales y a los adultos, a todos, escribir a mano todos los días en algún momento: parar y escribir un ratito.
R: Sí, esto tiene que ver con el lado terapéutico de escribir, que nos hace conscientes de nosotros mismos y de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. Y se puede hacer de mil maneras, desde un pequeño diario hasta hacer listas de lo que tienes que hacer. O se pueden copiar citas de lo que vayas leyendo, por ejemplo. Yo tengo diarios llenos con citas.
Un docente sin pasión garantiza una enseñanza totalmente muerta. La emoción tiene que estar presente en el aula
P: ¿Los chavales leen?
R: Sí leen, pero buscan experiencias de lectura rápidas, casi inocuas, nada con un poso intelectual sesudo, porque requiere fijar la atención.
P: ¿Pero leen por el puro placer de leer?
R: Muchos sí, otra cosa es lo que lean. A mí me interesa que lean, porque sólo con el hecho de comenzar un libro, llevar 100 páginas y saber que te quedan otras 100, ya estás deteniendo esas dinámicas que plantean que todo tiene que ser aquí y ahora. De hecho, yo regalo libros a mis alumnos…
P: ¿Y los leen?
R: Sí, sí, ¡claro que los leen! También porque no es lo mismo que una figura significativa, como un profesor, le entregue un libro o le recomiende una lectura en un entorno no estructurado (un pasillo, el recreo, un cambio de clase…). Se lo toman como algo que no estás haciendo en tu rol de profesor, sino que simplemente quieres lo mejor para ellos.
P: Lo tienen más en cuenta que si lo recomiendas en clase, ¿no?
R: Totalmente. La labor del profesor es inspirar a los chavales a alcanzar la autonomía y el pensamiento propio. Por ejemplo, el otro día, después de una exposición buenísima de una alumna, le dije que era maravillosa. Y se emocionó, fíjate... Hay que jugar mucho con eso, con esa pasión que un docente debe transmitir a los alumnos. Un docente sin pasión garantiza una enseñanza totalmente muerta. Sin pasión es muy difícil transmitir conocimiento. La emoción tiene que estar presente en el aula.
Está muy bien enseñar a los adolescentes a que escriban, pero también tienen que saber que estás ahí. Escribir no es una actividad aséptica
P: ¿Tienes alguna experiencia de alumnos que hayan comenzado a hacer lo que propones: un diario, cartas, un cuaderno de citas...?
R: Más que en clase, me ha ocurrido en la orientación. Cuando viene alguno con un incipiente trastorno emocional o de la conducta, lo primero que le pregunto es: ¿Tú has escrito algo sobre ti? ¿Te has hecho esta pregunta: "quién soy yo"? ¿Has probado a escribir sobre ti, aunque luego lo tires? La respuesta suele ser no. Pero luego lo hacen. Y resulta que había aspectos suyos que no conocían, o encuentran cosas de su pasado, o empiezan a encontrar expectativas de futuro, sus ilusiones… Y me dan las gracias.
Esto tiene mucho que ver con el autoconocimiento, y el dictado socrático de “conócete a ti mismo” (nosce te ipsum). Cuando uno se sienta delante de un folio con un bolígrafo, está el abismo de lo que está por escribir. La escritura a mano es una metáfora de la propia vida.
Cada mañana, hay que escribir -o reescribir- lo que aparentemente parece que va a pasar. Cuando te pones a escribir delante de un papel, salen cosas que tú no esperabas, te encuentras ante un "yo" que se extraña de sí mismo, y entonces es cuando surgen las preguntas: por qué… por qué… por qué… La escritura tiene mucho que ver con un ejercicio casi filosófico de reflexión.
Y otra cosa importante: está muy bien enseñar a los adolescentes a que escriban, pero también tienen que saber que estás ahí. Yo les digo: si escribes y encuentras algo que te raspe o te incomode ahí dentro, estoy aquí. Es importante que tengan el acompañamiento del adulto. Escribir no es una actividad aséptica.