¿La jornada escolar es demasiado corta?: “Lo ideal son 7 horas en Primaria y 8 en Secundaria”
Tras la pandemia, donde se generalizó la jornada continua en los centros públicos, muchos han continuado con esta modalidad que supone salir a las 14 horas
"En España vamos en la dirección contraria de la tendencia global con la implementación de la jornada continua en los centros públicos"
“Lo ideal es que las jornadas fueran de 7 a 7 horas y media en primaria; y en secundaria, de 7 y media a 8 horas"
¿Pasan demasiadas horas los niños en la escuela? ¿Deberían salir antes? ¿Hacer otras actividades en los centros escolares? Los últimos estudios apuntan a una misma dirección: los alumnos tendrían que estar más tiempo del que están ahora mismo en los colegios. Por una simple razón: los estudiantes con menos recursos están más seguros en ellos que en sus propias casas, donde hay más posibilidades de que se expongan a situaciones de cierto riesgo social.
“Todos los centros públicos deberían hacer una oferta de jornada partida, no solo en primaria, también en secundaria, adecuada a los ritmos de aprendizaje de los niños y ofreciendo la posibilidad de comedor gratuito para quien lo necesitase”, señala Lucas Gortazar, coordinador de Educación en EsadeEcPol y consultor de Educación en el Banco Mundial. “Lo ideal es que las jornadas fueran de 7 a 7 horas y media en primaria; y en secundaria, de 7 y media a 8 horas. Una buena fórmula sería prolongar la jornada, de nuevo, de 9 a 16 horas, con un parón de hora y media al medio día para los de primaria e incluso de dos horas para los de infantil, ya que muchos de ellos duermen la siesta. Adecuar la escuela a las necesidades de los alumnos debería ser una prioridad nacional. Un mecanismo de lucha contra la exclusión social y de activación del empleo de las familias, especialmente, de las madres”.
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Lo cierto es que la pandemia puso todo patas arriba. También los horarios escolares. Con la premisa de dar menos opciones al virus para propagarse, la jornada escolar se acortó a cinco horas, de 9 a 14 horas, casi sin descansos, en vez de las siete que, en general, siempre había existido, de 9 a 16 horas. Pasados los peores meses de la covid, muchos centros han optado por seguir con la jornada continua. La mayoría públicos, donde los alumnos de menor renta asisten mayoritariamente, así como de entornos rurales.
“No se trata tanto de aumentar el tiempo lectivo, donde España está en la media de la OCDE, como de reorganizar el tiempo en la escuela”, señala Gortazar. “Hay que hacer menos, pero mejor: los docentes tendrían más tiempo para trabajar de otra manera, coordinarse o formarse; y los niños, más tiempo de descanso y la oportunidad de comer en la escuela”.
El debate de cuál es la manera óptima de organizar el tiempo dentro de los muros escolares viene de lejos. “Pero en España siempre se ha ignorado por cuestiones básicamente sindicales, adaptando las jornadas no a las necesidades de los niños sino a los horarios de los docentes”, asegura Gortazar. “Lo más importante es que los niños necesitan horarios más digeribles. Eso no significa que tengan que pasar nueve horas en el colegio, simplemente que cumplir con el currículum y las horas lectivas requiere de descansos”.
Otros países
Hace 15 años en Asia, Estados Unidos y América Latina comenzaron a plantearse que el tiempo en la escuela debía de aumentar. Las motivaciones eran diversas. Los asiáticos siempre lo han visto como una oportunidad para competir como economía del conocimiento.
En Estados Unidos la idea caló en el contexto de dar más apoyo a los vulnerables, con una o dos horas más, orientadas a objetivos de rendición de cuentas por parte de los centros. Esto suponía más tiempo de instrucción directa, de personalización y de tutorías individuales. El propio Barack Obama planteó en un discurso, poco después de llegar al Gobierno, en 2009, que los calendarios escolares que había entonces eran propios de sociedades agrarias, con parones de verano excesivos, y que habría que pensar en calendarios diferentes. En actualidad Corea del Sur, archipotencia de la educación, lidera el ránking de países con más días lectivos: 215 días al año mientras que Estados Unidos tiene entre 170-180, igual que España.
En países de América Latina, como México, Colombia, Uruguay, Argentina o Chile, existen las escuelas de tiempo completo, con programas dirigidos a alumnado vulnerable, para que los niños pasen en la escuela 7-8 horas como una barrera de protección social, no solo educativa. “Estos modelos han sido muy eficaces, con un impacto académico, social y emocional en el alumnado vulnerable y en sus familias muy positivo”, apunta Gortázar.
En la última década, también en Austria, Alemania y Dinamarca ha habido un esfuerzo para ampliar jornadas. “Pero en España vamos en la dirección contraria de la tendencia global, con la implementación de la jornada continua en los centros públicos” asegura Gortázar. “Ha sido siempre una moneda de cambio en la negociación sindical. Como no se invierte en educación, al final los sindicatos han apostado históricamente todo a la reducción en la jornada y ahora es muy difícil darle la vuelta”, añade.
Las consecuencias del confinamiento
El confinamiento de marzo de 2020 supuso un antes y un después. Un tirón de orejas a estas tendencias desescolarizadoras o de reducción de tiempo en la escuela. “Nos dimos cuenta de que cuando quitas la escuela, los niños no solo dejan de aprender, sino que pierden aprendizaje los de menor renta. El coste académico, emocional y social es brutal para los niños”, señala Gortazar. “Cuando hicimos el informe Jornada escolar continua: cómo la pandemia está acelerando un modelo social y educativo regresivo nos sorprendió que, tras esa llamada de atención tan fuerte de la pandemia, los centros públicos de comunidades donde no estaba implementada la jornada continua, estuvieran optando por ella”.