¿Por qué unos alumnos escogen ir a la Universidad y otros a FP? ¿Solo las cuestiones académicas determinan esta elección? ¿O hay detrás un sesgo social, económico, familiar o de género a la hora de optar por unos estudios u otros?
El informe Las transiciones a la educación postobligatoria en Barcelona: vías diferentes, itinerarios desiguales, dirigido por Andreu Termes, investigador postdoctoral en el Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos de Barcelona, trata de responder a estas preguntas tras analizar la trayectoria educativa postobligatoria de 13.000 alumnos nacidos en 2001 durante los cursos 2016-2018 en Barcelona.
Las conclusiones del estudio, publicado en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas, son extrapolables al resto de España. “La lógica subyacente es la misma: hay una división entre las vías académicas de prestigio y las vías profesionales, que no lo tienen, por razones históricas, educativas, económicas, etcétera”, asegura Termes.
El informe identifica cuatro itinerarios escolares: académico, profesional, de ruptura y lento. El primero se refiere a aquellos que cursan bachillerato (67%). La mayoría, jóvenes de baja complejidad, donde el 54% son chicas, autóctonos (92%) y sin necesidades educativas especiales (92%).
El itinerario profesional (17%) lo integra un alumnado de familias de renta básica, con una alta complejidad y que ha repetido algún curso. El 64% son chicos, un 24% tiene necesidades educativas especiales y ocasionalmente son extranjeros (15%).
El de ruptura lo conforma un 11% y sus integrantes acumulan vulnerabilidades sociales y dificultades académicas. El 64% son chicos, el 30% son extranjeros y el 33% tiene necesidades educativas especiales. Por último, el itinerario lento (5,5%) incluye a aquellos que no han cursado la educación obligatoria y tienen un perfil muy parecido al anterior, con un 49% de necesidades educativas especiales.
Pregunta. El informe señala que es determinante la procedencia social a la hora de elegir unos estudios u otros.
Respuesta. Lo que queremos poner de relieve es que esa elección no es una elección obvia, fácil, que se dé a los 16 años sino que es un proceso que se va acumulando a lo largo de toda la escolarización y, sobre todo, sobre esos años fundamentales entre los 12 y los 16 años. En los jóvenes con mayores dificultades sociales y académicas se van acumulando las desventajas en forma de repetición, malas notas, agrupaciones por niveles y también lo que llamamos una orientación diferencial, sobre la cual el profesorado, un poco de forma simple o binaria, orienta al alumnado con mejor perfil académico hacia bachillerato, y al que tiene peor perfil, hacia la FP.
P. No es una elección entonces sin condicionantes.
R. Claro. No es tanto una elección hiperracional y consciente de los jóvenes a los 16 años, una edad donde las cosas no están todavía muy claras, sino un cúmulo de factores que acompañan a un lugar u otro. Y es ese proceso evolutivo, acumulativo, el que explica el peso del origen social en las elecciones en la posobligatoria.
P. ¿Dónde queda, entonces, la meritocracia?
R. Esta es una pregunta fundamental. El sistema escolar tiene como principio legitimador la meritocracia. Es decir, el que se esfuerza más, el que sabe más, el que tiene las cosas más claras, tira adelante. Este es el mito fundacional, que no digo que sea completamente un mito, pero sí tiene una parte de ocultar otros elementos. Las clases medias y altas, sistemáticamente, no solo en España sino en todos los países del mundo, obtienen de forma estructural mayores ventajas del sistema educativo que las clases obreras y populares. No es una casualidad y mucho menos se puede asignar a una característica individual de los alumnos en términos de capacidad o vocación. Por lo tanto, aquí hay otra cosa. ¿Cuál? Que el sistema escolar es un sistema de y para las clases medias y altas. Eso no quiere decir que no haya nada de meritocracia, que la hay, pero ocurre que para llegar al mismo lugar hay algunos chavales que tienen que hacer muchísimo más que otros. Y eso tiene que ver con los códigos lingüísticos de las clases medias y altas, con la proximidad, con la capacidad, con el tiempo, con el acompañamiento que hacen los padres, madres y familias de clases medias y altas, que por falta de tiempo y capacidades, las familias de clase populares y obreras no pueden hacer. Por lo tanto, no es que sea totalmente mentira, pero lo que hace la idea de meritocracia es ocultar otras dinámicas mucho más importantes. Esta evidencia no es solo del caso español sino de todos los sistemas educativos de los que tenemos conocimiento.
P. ¿La supuesta igualdad de oportunidades en el sistema educativo tampoco es cierta, entonces?
R. El debate que existe es que para que haya una igualdad de oportunidades real tenemos que, de alguna manera, dar más oportunidades a aquellos que menos tienen. Esto tiene un punto paradójico, porque lo que implica es que para ofrecer las mismas oportunidades tenemos que tratar diferentemente al alumnado y dar un refuerzo a los que menos tienen. Irónicamente, la situación que tenemos en España hoy es la contraria: lo que tienen más privilegios todavía son los que tienen un chute extra en el sistema educativo. ¿Por qué? Porque la segregaciones educativa es rampante, porque los colegios concertados tienen una situación estructural de ventaja comparativa… Es decir, la igualdad de oportunidades implicaría que los que menos tienen reciban más del sistema educativo, aunque no en detrimento de los que más tienen. Sin embargo, la situación actual es absolutamente la contraria: los que más tienen todavía más les regala el sistema educativo.
P. Desde hace años hay un clara voluntad de los gobierno por dignificar la FP, pero todavía esta ocupa, según el informe, una vía subsidiaria en relación a la vía de bachillerato y más delante de la Universidad.
R. A día de hoy, a nuestro pesar, sí existe esta diferencia, que se dá en España pero también en la mayoría de países europeos, de la OCDE, de los que participan en PISA. Tampoco es una diferencia nueva porque tiene que ver con esa división tan antigua, tan histórica, entre lo que se considera conocimiento puramente académico intelectual (el digno para las clases intelectualmente válidas y formales que “casualmente” son las más aventajadas económicamente) versus ese conocimiento que está desprestigiado, que es el manual, que es esa lógica de lo ocasional, profesional, obrero y que tiene más connotaciones negativas. Yo creo que la FP juega un papel clave y podría jugarlo todavía en el futuro, pero tenemos que reconocer esa situación de cierta subsidiaridad del bachillerato y las vías académicas. Y eso hay que reconocerlo para afrontarlo y cambiarlo.
P. No sé si algo está cambiando por el hecho de que el número de alumnos que optan por estudiar FP no ha parado de crecer en los últimos años.
R. Sí, pero a pesar de este aumento en términos puramente cuantitativos de matrícula desde 2008, el perfil social en todas las comunidades autónomas se ha mantenido muy sólido. Y eso nos tiene que hacer reflexionar de por qué el sistema escolar continúa pensando que la vía del privilegio, que la vía del valor es bachillerato versus la FP.
P. Y ¿por qué cree que pasa?
R. Es multifactorial: hay factores escolares y extraescolares. El más obvio es el escolar, en la ESO, donde hay esa acumulación de repeticiones, malas notas, orientaciones de los buenos a bachillerato y los malos a la FP. La llamada ley Wert tenía en sus orígenes la idea de dividir más fuertemente la ESO en esas dos vía pero no se llevó cabo. El segundo gran factor es porque ese estatus diferencial es percibido por las familias. Hice una sesentena de entrevistas a chicos y chicas de FP y todos me comentaban que la elección de FP es complicada. Ellos saben que el prestigio no es el mismo y que la opción preferida es bachillerato. Por lo tanto, ese factor también pesa. El factor que más pesa en la elección de FP es el de descarte: porque no puedes acceder a Bachillerato, porque te dicen que bachillerato nos para ti, que no vales. Preferir bachillerato a FP no es una locura elitista. El Bachillerato te facilita el acceso a la Universidad mucho más que los grados medios y superiores y es razonable que las familias, en ese contexto, opten por Bachillerato. Uno de los elementos que los distintos gobiernos de todos los colores realizan de forma periódica son campañas publicitarias para “dignificar” la FP. Y esto obedece a la conciencia de que las familias y el alumnado perciben claramente ese diferencial en el estatus de ambas vías.
P. Y supongo que también porque España necesita profesionales cualificados de FP.
R. Sin duda. Lo que es una anomalía española es que el sistema español es como un reloj de arena, tiene muchos titulados universitarios (la parte de arriba es muy ancha), muy pocos de FP (la parte del medio es muy estrecha) y un abandono escolar temprano prematuro muy elevado. En la mayoría de países europeos tienen más una figura de rombo, donde la parte media de FP es mucho mayor. Eso nos marca un espacio de mejora potencial. Y el hecho de que aumente la matrícula en FP es una buena noticia.
P. ¿Condiciona el hecho de haber ido a un centro público o privado a la hora de elegir estudios posteriores?
R. Sí, de hecho fue una de las sorpresas, pensábamos que era menos relevante. En el caso español, los centros privados tienden a ser más de perfil socioeconómico alto en comparación con los públicos. Y esto explica esta diferencia.
P. El otro día un investigador de la Complutense señalaba que las carreras de dobles grados funcionan también como un mecanismo de segregación. ¿Está de acuerdo en esto?
R. Todo esto nos debería hacer es reflexionar sobre los límites de la igualdad de oportunidades del sistema educativo español. No todo es blanco y negro. Hay espacio para que un alumno desfavorecido llegue hasta la cima, pero una sociedad cohesionada necesita que el ascensor social funcione. Y esto es lo que ahora mismo tenemos averiado. Y esto es mucho más preocupante de lo que ocupa en la agenda política hoy en día.
P. ¿No están funcionando las becas y ayudas?
R. Funcionan, pero poco. El tema es que el fracaso escolar es tan bestia que hay muchísima gente que nunca tendrá esa opción a esas becas. Las becas sirven para paliar la inaccesibilidad económica de los niveles altos del sistema educativo. Pero hay una parte previa, esa acumulación de injustificadas desventajas educativas de las clases populares, que las becas no pueden suplir. PISA muestra como el alumnado con igual rendimiento académico repite o no curso en función de su origen socieconómico. Lo que pone de relieve PISA es que el alumnado con las mismas competencias en lengua, matemáticas o ciencias de entornos vulnerables ha repetido más veces curso que el de entornos ricos. Lo que nos dice que el sistema educativo no trata igual a todo el alumnado. Y eso no es culpabilizar al profesorado porque forme parte de una conspiración maquiavélica contra la gente de entornos populares, pero sí es necesario que suba una bandera roja que diga que tenemos problemas serios en el sistema educativo español que no se arreglan solo con becas o campañas de orientación. Tenemos que dar más oportunidades educativas a los grupos más vulnerables.
P. No todas las familias tienen las mismas aspiraciones para sus hijos.
R. Las preferencias se construyen, no vienen dadas. Del mismo modo que las chicas que saben tanto de matemáticas al final no se apuntan a una carrera de matemáticas o de ingeniería. Al final hay una orientación y una construcción de preferencias que se va dando poco a poco y que se va generando socialmente. En términos de clase, eso también funciona. Hay contextos donde es impensable asumir que tu hijo o tu hija no va hacer una carrera universitaria, se da por descontado. Y viceversa, hay contextos donde la necesidad económica te impone que un hijo o una hija, a los 18 años, no pueda estar estudiando, porque no puede la familia como unidad económica participar en unas carreras que son tan caras. Esas cosas que están por ahí y que parece que están tan desconectadas es lo que al final constituye las aspiraciones, que se construyen a partir de lo que es normal en tu entorno, de lo que se espera.
P. Has mencionado el sesgo de género a la hora de elegir, pero las chicas optan en mayor proporción ir a la Universidad.
R. Esta construcción diferencial de aspiraciones y expectativas en el género y clase e, igualmente, origen migratorio o étnico son cruciales. Cuando un profesor le dice a una chica que tiene que hacer ciencias sociales o a un chico, que no va también, FP, la idea no es que le quiera perjudicar, sino que genuinamente piensa que la persona que tiene enfrente está más preparada para hacer una u otra cosa. Y esto tiene que ver con los estereotipos que naturalizamos sobre qué es la inteligencia y qué son las personas. Y el profesorado no se escapa de esto. Al final se da por supuesto que la inteligencia natural de las chicas es la lingüística social, y que la inteligencia natural del chico es la científico técnica.
P. No se les trata igual a chicos y chicas.
R. Cuando un chico y una chica sacan un 10 en matemáticas, él más fácilmente optará por una vía académica de STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas) que una chica. Y eso es independiente de los conocimientos, capacidades y competencias. Tiene más bien que ver con esta orientación diferencial y por el hecho de que las chicas muchas veces terminan interiorizando esa mirada; padecen el síndrome de la impostora, como que no tienen derecho. Las personas que han acumulado privilegios sociales a lo largo de su vida nunca se plantean sus privilegios, ni su lugar en el mundo, ni en la escuela. Mientras que las personas que ya sean de clase baja o sean chicas, a las que se les ha cuestionado su inteligencia o se les ha silenciado, tenderán, aun sacando buenas notas en esos apartados científico-técnicos, a dudar más sus capacidades.
P. Al final es una cuestión de darles seguridad.
R. Cuanto más seguro estás, más riesgos estás dispuesto a tomar. En los sectores con muchos recursos puedes hacer apuestas muy arriesgadas, porque si sale todo mal, tienes una red de seguridad que te va a recoger y ayudar a levantarte y hacer otra alternativa más segura. Pero hay personas que no tienen ni el tiempo, ni los recursos materiales. Tienen una sola bala en la recámara y tienen que asegurar mucho el tiro para que su trayectoria educativa y profesional sea buena. Por lo tanto, van a lo seguro, a lo barato, a lo corto, que muchas veces es la FP.