Francisco Javier Sánchez Blanco tiene 21 años, estudia Historia en la Universidad de Málaga, pero nació en Ceuta. Por ello, tuvo que mudarse en el año 2020 para poder cursar esta formación. Lo que él nunca imaginó era estar en su situación actual: Tiene que vivir en otra localidad andaluza porque no puede permitirse un alquiler en la capital de la Costa del Sol. Las horas en transporte público para asistir a clase y la merma de su experiencia universitaria son solo dos de los problemas que le supone esta situación. Los estudiantes tampoco son inmunes a la subida del precio de la vivienda que ahoga a muchos ciudadanos. Este domingo España se levanta en defensa del derecho a vivir en un hogar digno con múltiples manifestaciones en diferentes puntos del país.
Pregunta: ¿Por qué se mudó de la ciudad en la que estudia?
Respuesta: Llegué a Málaga en el año 2020. Entonces, alquilé un estudio por 500 euros en el barrio de El Perchel. Estaba muy contento porque en 15 minutos llegaba a la universidad en transporte público. El problema es que cada año me subían 25 euros. Por tanto, este curso ya me tocaba pagar 575. Me negué, era insostenible. Además, para optar a vivir en este piso tuve que pagar 1.000 euros a mayores: una mensualidad extra como fianza y los gastos de gestión de la inmobiliaria por ejercer de intermediaria. Sé que este cobro es ilegal, pero no hay alternativa. La única solución que encontré fue mudarme a Benalmádena, en concreto a Arroyo de la Miel, donde vive un familiar que no me cobra una renta.
P: ¿Intentó negociar con su casero para llegar a un acuerdo?
R: Sí, me dijo que era consciente de la problemática de la vivienda, pero que él tenía que subir los precios porque así se lo recomendaban en su inmobiliaria para ajustarse al mercado malagueño de la vivienda.
P: ¿Antes de cambiar de ciudad valoró otras posibilidades habitacionales en Málaga?
R: Sí, pero la situación no mejoraba. Los precios eran imposibles, fuera del centro histórico rondaban los 650 euros. Si un estudiante no tiene piso en el mes de julio, es muy difícil que lo encuentre más tarde. Probablemente, tenga que recurrir a una residencia privada o a otra opción mucho más cara. Por ello, me fui a Benalmádena. La situación cada vez es peor porque las inmobiliarias rechazan a los estudiantes. La Universidad de Málaga debería de tener un plan habitacional más amplio.
P: ¿Cuál es la alternativa más barata en Málaga para un estudiante?
R: La residencia universitaria Alberto Jiménez Fraud es pública y cuesta alrededor de 150 euros mensuales, pero la mayoría de las personas no optamos a esta opción, destinada a la población que tiene ingresos muy bajos. Sin embargo, no podemos permitirnos un alquiler en esta ciudad.
P: ¿Tiene compañeros en su misma situación?
R: Sí, unas compañeras pagaban 600 euros por una habitación en el barrio de Teatinos, la zona universitaria, y una amiga se fue a vivir a casa de una pareja que no conocía porque el mercado está saturado. Cada vez veo a más personas que se van del aula antes de que termine la clase porque su autobús a otra ciudad sale una hora antes del final de la jornada académica. Los estudiantes que residen en Marbella, Estepona o Antequera no tienen transporte con tránsito habitual. Una chica que vivía en Vélez llegaba a la universidad a las 7.00 y esperaba una hora y media, sentada en un rinconcito, a que empezasen las clases. Es una locura.
P: ¿Los profesores perciben esta problemática?
R: Claro, a ellos también les afecta. Muchos comparten piso y otros acaban renunciando a su plaza. Hay docentes con un contrato de investigación temporal que viven en autocaravana. La estacionan en un aparcamiento cercano a la universidad.
P: ¿Qué supone para usted vivir en otra ciudad?
R: Tengo trastorno por déficit de atención con hiperactividad y todos los cambios que esta mudanza ha supuesto en mi vida me acarrean un gran esfuerzo porque me cuesta más organizarme, a consecuencia de mi diagnóstico. Además, todas mis consultas médicas son en Málaga.
P: ¿Qué rutinas ha tenido que modificar?
R: Cuando voy a la universidad me paso dos horas al día en transporte público, como mínimo, si no hay tráfico. Primero me subo al tren y después al autobús. Este segundo viaje podría hacerlo en metro, pero es el doble de caro y necesito ahorrar. Muchas veces me encuentro muy cansado. Además, tengo que comer en la cafetería, con su correspondiente coste, porque termino las clases a las 15.00 y no quiero estar cocinando a las 16.30. Tampoco puedo ir al gimnasio de la universidad como antes porque dependo de los horarios del transporte.
P: ¿Su vida social se ha visto resentida?
R: Sí, no puedo salir de fiesta con mis compañeros porque no tengo medios de transporte disponibles para volver a casa de madrugada. Esta situación me ha llevado a formar parte del Frente de Estudiantes para poder socializar más. El precio de la vivienda me ha expulsado de Málaga, ahora tengo peor vida universitaria.
P: ¿Cómo ha vivido este proceso su familia?
R: Mi madre sintió frustración porque le encantaba la zona en la que vivía y me tuve que marchar por la subida de los precios. Mientras buscábamos alternativas le preocupaba que pudiese tener problemas habitacionales a causa de mi diagnóstico, en caso de tener que compartir piso.
P: ¿Cómo evolucionará esta situación?
R: En Málaga se están construyendo tres universidades privadas, sus futuros estudiantes se podrán permitir pagar más dinero para alquilar una habitación. Por tanto, los alumnos de la pública continuarán perjudicados y notarán la desigualdad. La ciudad está viviendo un proceso de elitización, que en gran parte se debe al turismo. Todos deberíamos formarnos en igualdad de condiciones.
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