Nadie sabe cuántas cámaras de videovigilancia hay en España. Ni siquiera puede ofrecer una cifra aproximada la Agencia de Protección de Datos, que hasta hace año y medio tenía que recibir un fichero cuando se realizaba una instalación. La mayor parte de esos miles de cámaras instaladas en calles y edificios se emplean para controlar a los viandantes, pero otras suponen un salto extraordinario en la búsqueda de la seguridad. Son el ferrari de la vigilancia: las que incorporan la tecnología de reconocimiento facial.
Una empresa catalana es líder en el desarrollo de este sistema, y su tecnología es puntera en el reconocimiento rápido de rostros en grandes multitudes. “Ya en 2005 pensé que en el futuro iba a ser necesario identificar a personas que no querían ser identificadas”, dice el cofundador de Herta, Javier Rodríguez Saeta. Este doctor ingeniero en Telecomunicación por la Universidad Politécnica de Cataluña es, años después de tener esa visión, el consejero delegado de una compañía que nació en 2010 y cuyo software se ha instalado en ciudades, aeropuertos, estaciones de tren y metro, prisiones, bancos o centros comerciales de todo el mundo.
Una treintena de sus cámaras vigilan estos días en IFEMA a los miles de asistentes al Congreso del Clima. Están presentes además en museos, en casinos y en tiendas donde sus sistemas de reconocimiento facial se pueden utilizan en labores de marketing. Han participado también en proyectos internacionales relacionados con aplicaciones militares, policiales y forenses.
La Estación Sur de Autobuses de Madrid es una de las últimas muestras de la eficacia de los sistemas de Herta, según su cofundador. “Se ha reducido la criminalidad en un 98% debido al uso de cámaras de seguridad. Antes de su instalación se producían cinco incidentes diarios, asuntos de baja intensidad, como hurtos. Entre enero y julio de 2019 se han registrado nueve. Nueve en seis meses”, insiste Rodríguez. “Y esto se ha logrado tan solo colocando cámaras”.
Se trata, dice , de aumentar la sensación de seguridad y de utilizar todos los medios que existen para identificar “a los malos.” “Los gobiernos deben utilizar las herramientas disponibles en beneficio de todos. No hay que tener miedo a la tecnología, hay que saber utilizarla y para eso están las leyes”.
También se han registrado fallos en esta tecnología como el de Londres, donde hubo que abandonar un proyecto de videovigilancia con cientos de cámaras al constatar enormes errores en la identificación de los supuestos delincuentes, pero el responsable de Herta es categórico: “En reconocimiento facial hay ya mucha tecnología, pero muy poquita que de verdad funcione”. La suya, aseguran, es capaz de realizar hasta 30 millones de comparaciones con las imágenes de las cámaras en un segundo.
Desde que crearon la empresa, ya pueden presumir de haber vigilado desde los Globos de Oro, donde ayudaron a detener a un acosador de famosos, a diferentes eventos deportivos. Uno de los más importantes se celebró en Uruguay en marzo del 2017. Allí instalaron 36 cámaras para para garantizar la seguridad en el encuentro entre dos equipos locales en el Estadio Centenario de Montevideo, un proyecto que acabó recibiendo el premio al mejor proyecto de seguridad privada de América Latina el pasado año.
“Era impensable que los niños entraran al estadio, pero la instalación de las cámaras permitió identificar y vetar a los seguidores radicales que tenían la entrada prohibida. Hoy familias enteras acuden a los partidos de fútbol porque se impide la entrada a los hooligans peligrosos”, recuerda Rodríguez.
Este experto en biometría rechaza la perspectiva de la vigilancia extrema de la población a través de los sistemas de reconocimiento facial. “No digo que no ocurra en determinados regímenes, igual que puede usarse mal también otro tipo de tecnología. Pero no hay que olvidar que sirve para algo tan importante como prevenir atentados de terrorismo islamista”. Y defiende además que el reconocimiento facial tiene una función social más allá del control de la seguridad. “Puede ayudar a encontrar a niños que se han perdido en una estación de tren, o a ancianos que se han despistado en un centro comercial”.
El responsable de Herta recuerda, además, que la instalación de las cámaras de biometría ha de realizarse bajo unas circunstancias muy concretas. “No se pueden poner en cualquier sitio y se tiene que avisar de que esos dispositivos están grabando. En algunos casos, como cuando se utilizan en aplicaciones de pago a través del móvil o en control de acceso, ha de contarse con el permiso del usuario. Y luego están las infraestructuras relevantes en las que su uso está permitido directamente por las fuerzas de seguridad”.
Y ante el peligro de la pérdida de privacidad que llevan aparejados estos sistemas asegura que cualquier tecnología puede implicar riesgos, pero recuerda que la ley es una garantía contra los abusos. “En Europa estamos muy bien protegidos, contamos con una legislación muy clara que marca los usos de esta tecnología. No hay nada que temer”.