El poder está en los datos y en China ensayan con uniformes escolares con posibilidad de rastrear a los alumnos, cámaras de vigilancia o gafas para policía con reconocimiento facial para identificar sospechosos. La frase popular de que el petróleo del siglo XXI son los datos se ha quedado ya vieja. Tomen nota del nuevo mantra: el reconocimiento facial es el plutonio de la Inteligencia Artificial (IA). Y ahí es donde China lleva años poniendo el foco.
El país también quiere ser un gigante de la IA y el mayor empeño lo está poniendo el gobierno del país. En 2017, el 92 % de las investigaciones científicas sobre inteligencia artificial publicadas se financiaron con fondos públicos. La herramienta: el Plan Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico 2006-2020. El número de estudios científicos sobre inteligencia artificial a cuenta del estado se disparó un 400% entre 2007 y 2017. La investigación privada, casi cinco veces menos, un 73%.
El gobierno chino ha dado un paso más y ensaya la elaboración de imágenes faciales exactas a partir del material genético. Un arma de control de criminales y de disidentes muy potente.
Según el diario The New York Times, el Gobierno desarrolla la tecnología a través del Ministerio de Seguridad Pública de China que cuenta, en su plantilla científicos formados en Europa, en la Sociedad Max Planck de Alemania y en el Centro Médico de la Universidad Erasmus de Holanda.
Los científicos europeos creen que, de momento, la ciencia no ha tenido éxito en la tarea. Peter Claes, ingeniero electrónico de la Universidad Católica de Lovaina que dirige un estudio de reconstrucción de imagen facial desde una muestra genética, limita las posibilidades de éxito "creemos que el aspecto de nuestra cara viene determinado por miles de genes, pero también por lo que comemos o nuestras condiciones de vida. Así que es improblable que seamos capaces de predecir con precisión el aspecto de la cara únicamente por el ADN".
La ONG Human Rights Watch denuncia desde hace dos años las prácticas del gobierno chino en Xinjiang, al noroeste del país, para recopilar muestras de material genético de la minoría musulmana uigur. Con un simple análisis de sangre obligatorio, las autoridades obtienen material genético. Según la revista Nature, en 2017 el gobierno de la región tenía capacidad de procesar dos mil muestras diarias. Basta con una de ellas para extraer algunas características físicas, como el color de ojos de la persona.
El informe de Human Rights Watch, relataba cómo el gobierno chino estaba elaborando desde principios de siglo una base de datos de material genético que tendría más de 44 millones de entradas. Aunque la postura oficial es que sirven para resolver crímenes, las organizaciones de derechos humanos creen que no hay un marco legal y ético en el país que garantice la seguridad en el uso de las muestras.
El salto de China es exponencial. En 1985 se contabilizaban apenas 5.000 investigaciones en IA. 2018 cerró con 143.000 publicaciones en el campo de la investigación artificial. Pero esto de la investigación no va al peso, no es solo cuestión de número y no todos los estudios tienen la misma calidad. Así que un factor para medir la relevancia es el número de citas de los trabajos publicados. Según los datos del Instituto Allen, el gigante asiático está cerca de sobrepasar a Estados Unidos en el top del 50% de los artículos más citados de este año. Y, van a más porque sacarán ventaja en el año próximo dentro del top del 10% y en el 1 % de literatura científica más citada para 2025 según marcan el camino las tendencias actuales.
Europa mantiene el cetro... pero por los pelos. En 2017, produjo el 28% de las investigaciones censadas en el Scopus, la mayor base de datos de bibliografía científica del mundo. China se quedó a tiro de piedra. Produjo el 25% de las referencias y supera el 17% de Estados Unidos.
Los investigadores chinos son prolíficos, sí, pero hay opciones de mejorar. Según Sun Zhenan, investigador del Instituto de Automatización de la Academia China de Ciencias "todavía trabajan aislados y les falta integrarse en los círculos académicos, industriales y de los medios de comunicación internacionales".
Además del esfuerzo en inteligencia artificial y en su aplicación al reconocimiento facial, China lidera las referencias de estudios en treinta materias de investigación punta: baterías, semiconductores, nuevos materiales, biotecnología y medio ambiente... Una amenaza cada vez más palpable para el liderazgo de Estados Unidos.
Aunque Estados Unidos todavía se mantiene en la cabeza tecnológica del mundo, en 2018 China ha tomado el relevo en cuanto a publicación de estudios científicos se refiere. India ya ha adelantado a Japón y el resto del mundo crece en investigaciones publicadas en la base Scopus. Los científicos de la primera potencia del mundo ya han advertido de que todo está cambiando y que nadie se puede dormir en los laureles. Y las políticas de cierre de fronteras de Donald Trump y de recortes a la ciencia no van a ayudar. Todo lo contrario, podrían acelerar la supremacía china en Inteligencia Artificial e incluso tecnológica. China pone fecha a ser el líder en tecnología en el mundo en el año 2030. ¿Quizá antes?