La economía se parece mucho a un cubo de Rubik; cuando intentas solucionar un lado, es probable que se te descuadre otro. En realidad, es un rompecabezas imposible de resolver perfectamente porque está en constante movimiento. La guerra en Ucrania ha supuesto un shock muy fuerte en una de las caras que llevaba casi treinta años bajo control: la inflación.
Los precios del gas, los carburantes y la electricidad (y ya también los alimentos) han disparado el IPC hasta el 9,8% en marzo. “Es un mal dato que en un 73% se explica por el crecimiento de la energía”, aseguraba Pedro Sánchez un día después de aprobar en el plan de choque de respuesta a la guerra .
“Somos todos más pobres, hay que asumirlo”, repiten muchos economistas estos días. Fácil de decir, difícil de asumir. Somos un 10% más pobres, concretamente. “A estos niveles la situación empieza a ser dramática. El impacto en renta real es bestial”, resume Ángel Talavera, economista jefe para Europa en Oxford Economics.
La economía vuelve a estar en apuros sin haberse recuperado del todo de los efectos de la pandemia. Además, las rentas más bajas sufren más por la subida de precios.
“Perder un 10% de ingresos cuando necesitas cubrir necesidades básicas hace que no puedas acceder a algunos bienes claves para tener una vida digna, cosa que no sucede con las personas con más ingresos”, explica Olga Cantó, profesora de economía en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid).
El diseño del plan del Gobierno trata de reducir algo el malestar social que genera ver que el dinero cada día sirve para comprar menos cosas, ayudar a amortiguar el golpe a los más afectados y tratar de contener algo la inflación.
Operar en este entorno no es nada sencillo. La política perfecta no existe y se generarán efectos indeseados. Los economistas se hallan divididos respecto a los costes y beneficios de algunas de las propuestas.
Las medidas para reducir la factura de la luz suponen renunciar a 12.000 millones de euros de ingresos. El nuevo plan de guerra añade otros 6.000 millones. De ellos, 1.200 irán a bonificar los carburantes en 20 céntimos el litro. ¿Funcionará?
Argumentos a favor:
En tiempos de crisis, sobre todo si afecta directamente al bolsillo del ciudadano, es habitual que resurja con fuerza la receta única de bajar impuestos para solucionar los problemas. En esta crisis, por ejemplo, el PP insiste en una rebaja del IVA a los carburantes. Los socios de investidura del Gobierno le pedían más medidas porque el plan se había quedado "corto". El presidente de la patronal, Antonio Garamendi, hablaba esta semana de que “el Estado debería trabajar más eficientemente y bajar impuestos”. Las empresas, decía, están sufriendo mucho la subida de costes energéticos.
Y el propio presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, insistía en su discurso como candidato al PP este viernes: “Es posible bajar impuestos y se puede hacer cuadrando las cuentas públicas”. Los populares siempre han defendido esta opción para generar crecimiento económico.
Argumentos en contra de bajar impuestos ahora
Incluso algunas de las medidas de emergencia aprobadas por el Gobierno han generado cierto debate entre los expertos. ¿Ayudas focalizadas? Sí, a hogares y sectores más vulnerables y afectados. ¿Rebajas de impuestos generalizadas? No. ¿Por qué?
Para cualquier Gobierno resulta muy complicado abstraerse del entorno: todos los países europeos han optado por tratar de parar el primer golpe de los precios con bajadas de impuestos y ayudas directas.
Esta semana hemos conocido cómo iban algunas constantes vitales de la economía española al cierre de 2021. De nuevo: ¿puede permitirse el país reducir impuestos?
Ambos datos se han reducido más de lo esperado. Pero el entorno se va a complicar en el medio plazo porque el impacto de la guerra de Ucrania hará que la economía crezca menos. Las revisiones a la baja apuntan a un avance de entre el 4% y el 5% este año, cuando el Ejecutivo contaba con un 7% de crecimiento del PIB este año.
Es casi imposible que solo el Gobierno tomando medidas consiga resolver esta crisis, por eso se insiste tanto en un pacto de rentas y de la cuestión del “reparto justo de los costes”. Solo así se estará a salvo de una de las peores pesadillas de los economistas: una espiral inflacionista (como la que se vivió en los años 70).
Este riesgo estaba bastante contenido gracias a las expectativas de evolución de la inflación en Europa, explica el Banco de España en un informe reciente. Pero la guerra puede trastocar rápidamente esta visión. Una inflación en casi el 10% tiene un efecto psicológico muy grande, sobre todo porque hace años que no nos manejamos con este problema.
De nuevo, se planteará un problema de desigualdad:
¿Alguien recuerda qué color del cubo Rubik queríamos arreglar?